domingo, 30 de noviembre de 2014

¡Velad!

Velad entonces, pues no sabéis cuando vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos (Mc 13,33-34).
Jesús, la otra noche tuve un sueño inquietante. Soñé que me hacían un regalo muy bien envuelto. El paquete era bastante grande y lo desenvolví con cuidado para no romper el papel. ¡Maniático que es uno! No es que el envoltorio fuera muy caro, no; era un vulgar papel café de estraza. Cuando por fin, con mucho esfuerzo, conseguí quitar todos los tapes — sin romperlo—, e iba a sacar el contenido del paquete… me desperté. ¿¡Qué desilusión!? No. Entonces comprendí claramente, de golpe, que el regalo que Dios me quería hacer era el nuevo día y que mi tarea consistía en ir descubriéndolo, desenvolverlo poco a poco: la Sta. Misa, el cereal, la sonrisa de mi hermana, mis amigos, el ketchup… Jesús, cada día estoy rodeado de tanta belleza… ¡Qué me dé cuenta!
                Jesús, que bueno eres: me hablas hasta en los sueños.
Lo que digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad! (Mc 13,37).
Aquella otra niña, cuando era su cumpleaños, nada más despertar, bus­caba el regalo que Dios le tenía preparado: a veces era una nube, otras un arco iris, los vidrios de la habitación empañados. Jesús, que sepa des­cubrir las bellezas que cada día encierra.
                Jesús, tú eres el mejor regalo.

Propósito: desenvolver sin romper.

sábado, 29 de noviembre de 2014

El diablo como león rugiente busca a quien devorar

Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día (Lc 21,34).
Jesús, ¿te refieres al emborracharse? Así de primeras, el plan me parece de lo más espantoso. Hay que estar bastante desesperado. Eso de em­pezar a beber hasta que se embote la mente, dejar de ser tu mismo, hacer el ridículo delante de personas que no te quieren o te quieren solo como un objeto, pues no. Pero sé, Jesús, que cuando voy con los amigos no quiero parecer el raro del grupo y me dejo llevar… Cuando llegue, si llega, el momento y se os eche encima de repente aquel día. Jesús, no me dejes hacer el tonto, dame valentía de huir. Jesús, prefiero llenarme de otro licor que tanto le gustaba a San Pablo: el rico licor de la sabiduría.
                ¿Yo? ¿emborracharme? Eso es para desesperanzados.
Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir” (Lc 23, 36).
Jesús, ¡ayúdame! Dame de tu fuerza. Que no me engañe. Como dice San Josemaría: No tengas la cobardía de ser valiente: ¡huye! (Camino 132). Que me sepa rodear de amigos buenos en los que pueda confiar y no de leones o leonas. Sed sobrios y vigilad, porque vuestro adversario, el diablo, como un león rugiente, ronda buscando a quien devorar (1Pet 5,8).
                Mis amigos, son realmente amigos, o bien son meros cómplices.

Propósito: Saber decir que NO.

viernes, 28 de noviembre de 2014

Jesús, tu Palabra es increíble...

El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán (Lc 21,33).
Jesús, en los últimos dos mil años por aquí ha pasado de todo: el autobús, el paletero, el afilador, emperadores, profetas de catástrofes, reyes, civi­lizaciones, imperios, liberadores, tiranos, enterradores de Dios, científicos locos, revoluciones, guerras, desastres naturales... De todo. De todo es de todo. Todo ha pasado pero lo que no ha pasado es tu Palabra. Mis palabras no pasarán… Jesús tu palabra aún resuena entre los hombres. ¡Será por algo! La verdad es que da qué pensar.
                Jesús, Tú tienes Palabras de Vida eterna.
La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1,14).
Jesús, quizá sea por esto. Tu Palabra, Tú mismo, Jesús, te has querido quedar con nosotros. Pero no sólo en la Eucaristía (Verbo encarnado) sino también en la Palabra, en la Sagrada Escritura (Verbo encuadernado). San Bernardo comenta: habitó, ciertamente, por la fe en nuestros co­razones, habitó en nuestra memoria, habitó en nuestro pensamiento y desciende hasta la misma imaginación. Me impresionó aquel sacerdote que veía leer el Evangelio y cada poco daba besos. -¿Por qué es Vd tan besucón? Le pregunte: -Doy un beso cada vez que aparece escrito Jesús (el Verbo encuadernado).
                Proponte leer una página del Evangelio al día, por lo menos…

Propósito: leer más el Evangelio.

jueves, 27 de noviembre de 2014

Bienvenido, Jesús

Habrá signos en el sol y en la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo (Lc 21, 23).
Jesús, cuando llegue el fin del mundo será un espectáculo impresionan­te. Sobre todo eso de las gentes enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. No sé si lo veré en vivo y en directo, o ya desde el Cielo, pero no me lo pienso perder. En el fondo me da un poco lo mismo, pues cuan­do se está contigo aquí en la tierra lo del fin del mundo no deja de ser un mero trámite. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación (Lc 21, 28). Cuando llegue, levan­taré la cabeza para recibirte glorioso, con la mejor de mis sonrisas: Jesús, ¡Cuánto te echamos de menos! ¡Bienvenido de nuevo, Jesús!
                Sin agobios, piensa si estás bien preparado para la 2ª venida de Jesús.
Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, la luna a sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas (Ap 12, 1).
Jesús, en tu segunda venida sabemos que no vendrás solo, te traerás a tu Madre, bien rodeada también de efectos especiales: sol, luna, estrellas… ¿También con rugir de olas?
                Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que acudimos a ti

Propósito: estar preparado para la 2ª venida.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Sin que me falte un pelo

Os perseguirán, entregándoos a los tribunales y a la cárcel (...) por causa de mi nombre: así tendréis ocasión de dar tes­timonio. (...) Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá (cfr. Lc 21, 12-19).
Jesús, tu preocupación por la caída del cabello me conmueve y me tranquiliza. No porque me dé miedo quedarme calvo -¡qué tontería!-, sino porque es señal de que nada pasa sin que Tú lo permitas. Jesús, se ríen de mí cuando digo que voy a Misa o que me confieso. Pero lo que más me duele es que, a veces, son precisamente los de mi familia, los que más se burlan. Se cumplen tus palabras: Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán. Jesús, aunque no lo entiendo, todo esto lo permites por un motivo: así tendréis ocasión de dar testimonio de mí. Seré tu testigo. ¡Cuenta conmigo!
                Jesús necesita testigos creíbles. ¿Lo soy? ¿Soy creíble o increíble?
Yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro (Lc 21, 14-15).
Decía un ateo: mostradme el rostro de cristianos alegres y entonces cree­ré en el Dios de la Alegría. Jesús, será mi alegría, mi vida coherente, el perdonar, el ayudar a todos, lo que dará a gritos un testimonio silencioso de ti. Jesús, perdona, y de la caída del cabello, ¿qué es lo que lo detie­ne? Me miras riéndote y me dices: ¡El suelo, tonto!
                Dile que quieres ser santo sin que te falte un pelo.

Propósito: mostrar rostro alegre.

martes, 25 de noviembre de 2014

La Belleza es el resplandor de la Verdad

En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del Templo, por la calidad de la piedra y los exvotos (Lc 21, 5).
Jesús, hace unos años tu amigo el Papa emérito Benedicto XVI consagró en Barcelona el templo de la Sagrada Familia, que es una auténtica ma­ravilla. Gaudí, el arquitecto, otro amigo tuyo, decía que: la Belleza es el resplandor de la Verdad. Jesús, cuando salgo por la calle aprecio mucha Belleza en las personas que me encuentro. También ellas, aunque no lo sepan, aunque no lo valoren, son Templos del Espíritu Santo que habita en sus almas. Son imágenes de Dios y su belleza manifiesta el resplandor de tu Verdad. Los discípulos ponderaban la belleza del Templo, por la calidad de la piedra. Jesús, como ni yo ni las personas que trato somos de piedra, ayúdame a respetar todos tus templos.
                ¿Cómo es mi mirada? ¿Quita dignidad? ¿Respeta a los demás?
Cuidado con que nadie os engañe (Lc 21, 8).
-¡Pero si,… ahora sí que se puede…! ¡Antes no se podía pero ahora sí!... Que sí, que se lo dijo una vez un cura a una amiga mía... Porque ven­drán muchos en mi nombre (Lc 21, 8). -¡Es que no quiero ser el raro del grupo...! Si todo el mundo lo hace, además lo nuestro va en serio… nos queremos. Que nadie os engañe. Jesús, que no me engañe a mí mismo, que es de tontos.
                Dile a Jesús: a veces puedo parecer malo, pero nunca tonto.

Propósito: no dejarme engañar.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Dale tú lo que le puedas dar

Alzando Jesús los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el cepillo del Templo; vio también una viuda pobre que echaba dos monedas pequeñas (Lc 21, 1-2).
Jesús, estabas agotado, fatigado, como mi mamá los días de lavadora. Todo el día predicando sin parar, curando, consolando. Aquel día, des­pués de una larga caminata para llegar a Jerusalén, quizá te pesaban las piernas y te sentaste solo un ratito, junto a la hucha del Templo. El ruido de las monedas te hizo levantar la vista: Vio unos ricos que echaban donativos (...); vio también una viuda pobre que echaba dos monedas pequeñas. -¡Pedro, Santiago, Juan... todos!, ¡pronto, venid! La generosi­dad de aquella mujer borró de golpe el cansancio de Jesús. –Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie. Judas no entendía nada, no podía entender: -Pero si no vale nada lo que ha echado esta mujer, pensaba Judas. Y yo, ¿lo entiendo?
                Dile a Jesús que tú sí lo entiendes (más o menos).
(…) vio también una viuda pobre que echaba dos monedas pequeñas (Lc 21, 1-2).
¿No has visto las lumbres de la mirada de Jesús cuando la pobre viuda deja en el Templo su pequeña limosna? -Dale tú lo que puedas dar: no está el mérito en lo poco ni en lo mucho, sino en la voluntad con que lo des (Camino 829). Mi generosidad, mi entrega, Jesús, es lo que te hace descansar, lo que te consuela. ¿Hasta dónde estoy dispuesto a ser gene­roso con mi tiempo, con mi dinero, con mi vida? ...
                ¿¡Sólo!? ¡Qué tacaño!

Propósito: ser algo más generoso.

domingo, 23 de noviembre de 2014

Cristo Rey. ¡Queremos que reines sobre nosotros!

Pilato le dijo: – Conque, ¿tú eres rey? Jesús le contestó: – Tú lo dices: soy rey (…) Y los soldados se acercaban a Él y le decían: Salve, Rey de los judíos. Y le daban bofetadas (Jn 18, 37. 19, 2).
Jesús, quiero que Tú seas mi Rey, mi soberano. Hasta ahora el reyezuelo que te ha quitado el trono, que me tiraniza, ha sido mi pereza, el egoísmo, la impureza. Jesús, no sólo esto, sino que además esclavizo a los demás como le sucedía al personaje del Principito: -¡Ah! He aquí un súbdito, -ex­clamó el rey cuando vio al Principito. Y el Principito se preguntó: -¿Cómo puede reconocerme si nunca me ha visto antes? No sabía que para los reyes el mundo está muy simplificado: Todos los hombres son súbditos. Jesús, ayúdame a derrocar al tirano de mi yo. Quiero que Tú sólo seas mi REY.
                Dile que liberarás a todos tus esclavos: tu mamá, hermanos, amigos…
Portones, ¡alzad los dinteles! Que se alcen las puertas eter­nas, va a entrar el Rey de la Gloria (Salmo 23).
Jesús, ¡quiero que reines en mi vida, en mis pensamientos, en mi corazón! ¿Quieres ser mi Rey? Pero de verdad, no como los reyes de las barajas de cartas... Y me respondes: Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo (Jn 18, 37). En la fiesta de hoy Cristo Rey, Jesús: ¿En qué lugar de mi vida todavía no te dejo reinar? Jesús, yo sí quiero que seas: mi Rey, mi Alma, mi Dios, mi Único, mi Todo...
                Coronar a Cristo en mi alma.

Propósito: no ser republicano (en la vida interior).

sábado, 22 de noviembre de 2014

Porque para Él todos están vivos

No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para Él todos están vivos (Lc 20, 38).
Mis buenas amigas las Ánimas Benditas del Purgatorio están vivitas y co­leando. Porque para Él todos están vivos. Este mes tienen que estar bien contentas porque llevo un montón de sufragios ofrecidos: Misas, Rosarios, Via Crucis... Si cada día saco por lo menos 1 del Purgatorio y llevamos ya 22 días, si las matemáticas no me fallan ya he rescatado ¡22 ánimas! No está nada mal para un tipo negado como yo. Pero lo mejor es que van como cohetes directamente al Cielo. Ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios (Lc 20, 36). Y desde allá arriba recibiré alguna ayudita. Por lo menos eso espero. ¿No?
                Piensa en los difuntos de tu familia que pueden necesitar tus oraciones
Y no se atrevían a hacerle más preguntas (Lc 20, 40).
De pequeño era famoso por las preguntas tan impertinentes que hacía. Mi abuela se reía mucho y decía que cuando creciera iba a ser detecti­ve. ¡Lo quería saber todo!: - ¿Y por qué…? Bueno, Jesús, yo no soy como los atontados de tus discípulos. Prepárate que te voy a fusilar a pregun­tas:— ¿Por qué me quieres tanto? — ¿Por qué matan a los niños antes de nacer? — ¿Por qué hay guerras? — ¿Por qué no saco más almas del Purgatorio? — ¿Por qué no dejo de preguntarte?
                Termina la oración haciendo preguntas impertinentes a Jesús.

Propósito: vaciar el Purgatorio.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Presentación de la Virgen. Mi casa es casa de oración

Entró Jesús en el Templo y se puso a echar a los vendedo­res, diciéndoles: Escrito está: Mi casa es casa de oración y vosotros la habéis convertido en una cueva de ladrones (Lc 19, 45-46).
Jesús, entras en el Templo de Jerusalén, y te lo encuentras todo lleno de suciedad, de animales y vendedores. Han convertido la casa de tu Padre en una cueva peor que la de Alí Babá y los Cuarenta ladrones. Esta escena me recuerda que mi alma en gracia es Templo del Espíritu Santo y, por tanto, es también Casa del Padre y tuya. ¿Cómo cuido mi alma? ¿Está llena de animales, de vicios, de suciedad? Jesús, cada vez que comulgo, cada vez que entras en el templo de mi alma, ¡qué vergüenza y qué pena, si no está lo suficientemente limpia! ¡Ayúdame!
                Dile a Jesús que no quieres que tu alma sea una cueva de ladrones.
El celo de tu casa me consume (Jn 13, 16).
Jesús, entras con el látigo. El celo de tu casa me consume. A veces yo también tengo que entrar en mi alma, que es tu templo, con el látigo a lo Indiana Jones. He de cortar por lo sano con modos de vivir, con vicios adquiridos, con la impureza, con algún ambiente… He de entrar con el látigo contra la tibieza, que me hace flojo en la lucha por ser santo, y decir ¡basta! Quiero hacer de mi alma un lugar en el que estés a gusto: limpio, generoso, lleno de cariño y de amor.
                Hacer de Indiana Jones en mi alma.

Propósito: Echar a Alí Babá y llamar a Indiana Jones.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Y tanto como a Lázaro, te quiere a ti

Y cuando se acercó, al ver la ciudad, lloró sobre ella (Lc 19, 41).
Jesús, pero cómo, ¿Tú también lloras?; ¿Cómo es posible? ¡Si eres Dios! Sin embargo, me parece que no es la primera vez -eres reincidente-, tam­bién lloraste por tu gran amigo Lázaro. Jesús se estremeció en su interior, se conmovió y (…) comenzó a llorar. Decían entonces los judíos: Mirad cómo le amaba (Jn 11, 33-35). San Josemaría nos recuerda: Jesús es tu amigo. -El Amigo. —Con corazón de carne, como el tuyo. —Con ojos, de mirar amabilísimo, que lloraron por Lázaro... Y tanto como a Lázaro, te quiere a ti (Camino 422).
                Dile a Jesús que por nada del mundo quieres hacerle llorar.
Lloró sobre ella, diciendo: ¡Si conocieras también tú en este día lo que te lleva a la paz!; sin embargo, ahora está oculto a tus ojos (…) porque no has conocido el tiempo de la visita que se te ha hecho (Lc 12, 20).
Jesús, lo que más te duele de los hombres, de mí, lo que más te hace llorar es la ingratitud, la ceguera. Jesús, quieres traer la paz, la alegría a mi corazón y yo me empeño en no verte, en hacerme el sueco, como que no te veo. Jesús, visitas mi alma en la Comunión, en la Confesión, cuando hago un rato de oración. Jesús, ayúdame a ver. ¡Que te sepa reconocer!
                Termina diciendo que sólo le vas a hacer llorar de risa, de alegría.

Propósito: hacer llorar a Jesús… pero de risa.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Negociad mientras vuelvo

Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguir­se el título de rey, y volver después. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez talentos (Lc 19, 12-13).
Jesús, me recuerdas a mi mamá, que es un poco repetitiva, pero en el fondo es una santa. La pobre no hace más que repetirme aquello de los talentos, sobre todo cuando llegan las notas: -que si no me esfuerzo lo suficiente, -que si yo quisiera, -que si los sacrificios que hacen para que no me falte nada... Lo peor es que tiene toda la razón del mundo: ¡Tengo talento! Jesús, me has dado tantos talentos: simpatía, inteligencia, rega­te, buen humor… ¡Algo tendré que hacer! ¿No?
                Habla con Jesús. Dile que pones todo tu talento a su servicio.
Repartió diez talentos, diciéndoles: Negociad mientras vuel­vo (Lc19,13).
El Negociad mientras vuelvo me suena al cartel que a veces pone el peluquero en la puerta: —Enseguida vuelvo; salí un momento. Jesús, me has dado un tiempo limitado. No sé cuánto durará mi vida: 100 años, 2 meses, un día más… Sí sé, que un día regresarás y te pondrás muy con­tento por el buen negocio que has hecho conmigo y me dirás Muy bien siervo bueno y fiel… (Lc 19, 17).
                Hago el propósito de esforzarme a tope para rentabilizar mis talentos.

Propósito: ser rentable.

martes, 18 de noviembre de 2014

Hoy tengo que alojarme en tu casa

Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo (Lc 19, 2-4).
Zaqueo era pequeño y fibroso. Vivía en Jericó, el oasis de Judea. Con el paso de los años, y algún que otro turbio engaño, se había hecho sospechosamente rico. Quizá, su amigo y colega Mateo, le había pre­venido: -Ten cuidado con el Nazareno. Con una agilidad felina, lleno de curiosidad, trepó a lo alto de un árbol para ver sin ser visto. Jesús, a veces yo también soy un poco Zaqueo. No sólo por mi pequeño tamaño, sino porque también mantengo las distancias contigoquiero verte pero no quiero que me veas.
                ¿Me dejo ver por Jesús? ¿Me pongo a tiro para que me hable?
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: –Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa (Lc 19, 5-6).
Viendo la higuera con Zaqueo encaramado, quizá Jesús pensó: - ¡Qué higo tan raro!; pero no..., si es mi amigo Zaqueo. Y dijo: –Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa. Como fruta madura Zaqueo se bajó del árbol Él bajó enseguida y lo recibió muy contento. Jesús, me ves, te ríes y dices que quieres alojarte en mi alma; eso sí, cuando me baje del burro…
                Jesús, ¿hasta cuándo te haré esperar?

Propósito: dejarme ver por Jesús.

lunes, 17 de noviembre de 2014

¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!

Pasa Jesús Nazareno. Entonces gritó: ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí! Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte (Lc 18, 38-39).
Jesús, oigo voces. Como el ciego de Jericó, en mi oscuridad oigo voces a mi alrededor. Unas voces, las de los que se dicen mis amigos —pero en el fondo sólo buscan cómplices, compinches—, quieren que no hable de Dios (lo llaman supersticiones). Quieren que me calle y me regañan: Muchos lo regañaban para que se callara. Otras voces, las de mis ami­gos de verdad, los que me quieren, me ponen delante de ti: Ánimo, levántate, que te llama. ¿A quiénes hago caso?
                Sinceramente, ¿a quién le hago caso?
Ánimo, levántate, que te llama. Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: –¿Qué quieres que haga por ti? El ciego le contestó: –Maestro, que pueda ver (Mc 10, 49-52).
El ciego Soltó el manto. Siempre me he preguntado: ¿Cómo sería ese manto? ¿Qué tendría de especial? Me imagino un capote pesado y su­cio, multiuso, lleno de manchas, de color indefinido y olor a humedad. Un manto asqueroso, pero era suyo, estaba apegado. El ciego Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Para acercarse a Jesús, para poder dar el salto y ver, hay que estar dispuesto a tirar el manto, y estar desprendido de lo material.
                ¿Estoy apegado a algo?

Propósito: soltar el manto…

domingo, 16 de noviembre de 2014

Como has sido fiel en lo poco

Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco” Su señor le dijo: «muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; Como has sido fiel en lo poco te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor» (Mt 25, 20-21).
Jesús, esto de los talentos me recuerda la película: Una historia del Bronx. El protagonista, es un chico como yo, despierto y listo (modestia aparte), llamado Callogero. Vive en un suburbio de Nueva York donde un tal Sony, un mafioso se da cuenta de su valía y quiere introducirle en el mundo de la delincuencia. Callógero finalmente decide no involucrarse. Entonces, Sony, decepcionado, comenta: lástima de talento desperdiciado. Jesús: ¡Tengo talento! Me lo dice todo el mundo: mi abuela, el entrena­dor, en clase. ¿En qué lo empleo? ¿Lo uso bien? ¿Lo desperdicio?
                ¿Me lamento de dedicar tiempo a Dios? Mi talento, ¿es solo para mi?
Andrés, el hermano de Simón Pedro dijo: Hay aquí un mu­chacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué esto para tantos? (Jn 6, 8-10).
Era todo lo que tenía aquel muchacho: Cinco panes y dos peces. Gracias a su generosidad hiciste aquel gran milagro de la multiplicación. Jesús, me has dado más de cinco talentos, un montón de talentos: sim­patía, tranquilidad, toque… Que los ponga a tu servicio y Tú los multipli­carás. ¡Aquí hay negocio!
                Dile a Jesús que pones todo “tu talento” en sus manos.

Propósito: Ver la pelí, esa.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Sin idolillos, santamente tozudo

Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le impor­taban los hombres (Lc 18, 2).
Jesús, ese pobre hombre, mucho juez y todo lo que quieras, pero era un egoísta y un soberbio. No le importaba nada ni nadie, solo su bienestar. Su religión era el mismo. Y es que cuando se vacía el Cielo de Dios, se llena la tierra de ídolos: dinero, salud, sexo, éxito. En plan intelectualoide tendría teorías para justificar su ateísmo y rebatir mitologías cristianas. Y el pobre, al alejarse de Dios, poco a poco, quizá sin darse cuenta, también se fue alejando de los hombres. Jesús, para poder amar de verdad a todos tengo que estar cerca de ti, quererles como Tú les quieres, con tu corazón.
                Di a Jesús que no quieres ídolos, que le quieres a Él, y con Él a los demás.
Ya que esta viuda está molestándome, le haré justicia, para que no siga viniendo a importunarme (Lc 18, 2).
Jesús, con esta parábola me dices que te gustan las personas que como yo te dan la lata, que insisten en sus peticiones. La primera condición de la oración es la perseverancia; la segunda, la humildad .—Sé santamen­te tozudo, con confianza. Piensa que el Señor, cuando le pedimos algo importante, quizá quiere la súplica de muchos años. ¡Insiste!..., pero insiste siempre con más confianza (Forja 535).
                Aprende de los niños a ser tozudo, a dar la lata. A Jesús le gusta.

Propósito: dar la lata (en la oración). 

viernes, 14 de noviembre de 2014

Donde está el cuerpo se reunirán las águilas

Ellos le preguntaron: –¿Dónde, Señor? Él contestó: –Donde está el cuerpo se reunirán las águilas (Lc 17, 37).
No era precisamente un águila, ni mucho menos. El pajarito se posó ahí, descaradamente, frente a la ventana, sobre la barandilla. Desde allí mira­ba altivamente, de reojo, primero con un ojo y luego con el otro. Sentado delante de la computadora, sorprendido, bajo la mirada escrutadora de aquel pajarito no se atrevía a mover ni un músculo, no se atrevía a romper la magia del momento. ¿Lo mismo aquel pájaro quería decir algo?
                Un pájaro, un comentario suelto, un tropezón, una frase del Evangelio… es así como me habla Dios.
Contemplad los lirios, cómo crecen; no se fatigan ni hilan, y Yo os digo que ni Salomón en toda su gloria pudo vestirse como uno de ellos (Lc, 12, 27).
En su ingenuidad, pensaba: —quizá Dios me quiere decir algo. —¡Qué pretencioso!, se dijo a sí mismo. Sin embargo, el pajarito, como si le hu­biera leído el pensamiento volvió a mirarle, hizo sus necesidades y se marchó volando, dejando su firma en la barandilla. Se acordó, entonces, que era miércoles, el día y la hora de su confesión semanal. Apagó la compu, agradeció la moción al Espíritu Santo y se fue a confesar. Esa noche soñó con pajaritos.
                Pide a Jesús saber entender el lenguaje que Dios utiliza contigo.

Propósito: agradecer al Espíritu Santo su paciencia.

jueves, 13 de noviembre de 2014

El Reino de Dios está dentro de vosotros

Le preguntaban cuándo iba a llegar el Reino de Dios, Jesús les contestó: (…) El Reino de Dios está dentro de vosotros (Lc 17, 20-21).
Jesús, cada día al rezar el Padrenuestro digo: Venga a nosotros tu Reino, y ahora me dices que el Reino de Dios está dentro de vosotros. Jesús, algo me sospechaba. Si no, ¿por qué siempre estoy contento?, ¿por qué encuentro tanta paz y tanta alegría dentro de mí? En mi alma en gracia te encuentro a ti. Algunos de mis amigos, sorprendidos, me preguntan: ¿pero tron… qué pasa contigo?. ¿Es que a ti nunca te duelen las muelas? ¿No tienes problemas?. Y yo pienso -¿Por qué voy a estar triste si tengo a Dios en mi alma, si soy hijo del Todopoderoso, hijo de Dios?
                Dile a Jesús que quieres vivir con la alegría del que se sabe hijo de Dios.
Como el fulgor del relámpago brilla de un horizonte a otro, así será el Hijo del Hombre en su día (Lc 17, 24).
Jesús, hace poco vi con mis hermanos una gran tormenta. Era de noche, desde la ventana, con las luces apagadas llenos de miedo, veíamos caer los rayos cada vez más cerca. Con cada relámpago se iluminaba toda la habitación como si fuera de día. Jesús, con el fulgor de tu luz ya no hay oscuridad en mi vida.
                Jesús, sabes calmar tempestades del alma. Llena de calma mi alma.

Propósito: calma.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Id a los sacerdotes

Vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: –Jesús, Maestro, ¡ten compasión! (Lc 17, 11-13).
Hoy apenas hay lepra y además se cura. Pero entonces era una enfer­medad terrible que desfiguraba el rostro: se quedaban, poco a poco, sin nariz, sin orejas, sin labios, sin párpados... La gente, al ver leprosos huía horrorizada. Pero Jesús, Tú no; Tú los acoges: Al verlos, les dijo: –Id a pre­sentaros a los sacerdotes. Jesús, los pecados, mis pecados son como lepra en el alma. La imagen de Dios que llevo dentro se va desfigurando. Id a los sacerdotes, me dices y es ahí donde te encuentro y me limpias: Y mientras iban de camino, quedaron limpios.
                ¿Tengo concretado un día y una hora fija a la semana para confesarme?
Uno de ellos, (...) se volvió alabando a Dios. (…) ¿No han queda­do limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? (Lc 17, 15-17).
Jesús, echas en falta el agradecimiento de los nueve. Por eso: Acostúmbrate a elevar tu corazón a Dios, en acción de gracias, muchas veces al día. —Porque te da esto y lo otro. —Porque te han despreciado. —Porque no tienes lo que necesitas o porque lo tienes. Porque hizo tan hermosa a su Madre, que es también Madre tuya. —Porque creó el Sol y la Luna y aquel animal y aquella otra planta (…). Dale gracias por todo, porque todo es bueno (San Josemaría, Camino 268).
                Es de bien nacidos ser agradecidos.

Propósito: dar las gracias siempre.

martes, 11 de noviembre de 2014

He aquí la Esclava del Señor

Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer (Lc 17,10).
Jesús, Tú nos has dicho que no he venido a ser servido sino a servir (Mt 20,28). Además eres el Hijo de la Esclava del Señor, el título más bonito que adorna a tu Madre. SERVIR, ¡Cómo me gusta esta palabra! Servir me identifica más contigo, me hace ser Cristo. Porque servir es amar: Dime loco ¿qué es el amor? Y el loco respondió: Amor es aquello que hace esclavos a los libres y libres a los esclavos. Y no se sabe en qué consiste esencialmente el amor, si en esta esclavitud o en esta libertad. Jesús, hoy por amor a los que más quiero serviré el agua en la mesa, pondré el pan, ordenaré la habitación, recogeré la basura...
                Dile a Jesús que quieres ser su siervo, su servidor.
No he venido a ser servido sino a servir (Mt 20,28).
Jesús, de entre las almas más delicadas, las que tienen mayor finura in­terior, has elegido aquellas personas que harán del servicio, el centro de su vida. Estas son tus predilectas, tus preferidas. Trabajan en los hospitales, en las escuelas, pero sobre todo trabajan en los hogares cristianos como lo hizo la Santísima Virgen en el hogar de Nazaret. Su vida es su familia, y en su familia encuentran a Dios.
                Pregunta a Jesús si quiere que tú seas una de esas personas.

Propósito: servir.

lunes, 10 de noviembre de 2014

El que no está conmigo, está contra mí

Al que escandaliza a uno de esos pequeños, más le valdría que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arro­jasen al mar (Lc 17, 2).
Jesús, las personas mayores piensan que ser niño es ser tonto. Que los niños no se enteran de nada, que no ven, ni oyen, ni escuchan… ¡Qué ingenuos, los mayores! Te dicen: —niño, vete a la cama que esta película es para mayores… o —vamos a la playa pero no mires mucho… Y yo, que lo veo todo y lo juzgo todo, me escandalizo y pienso: lo que mancha a un niño, mancha a un viejo. Al que escandaliza a uno de esos pequeños, más le valdría… Jesús, qué tremendo es el pecado de escandalizar a un niño.
                Cuenta a alguno lo difícil que es nadar en el mar con una piedra de molino encajada en el cuello.
Si no os convertís y os hacéis como los niños no entraréis en el Reino de los Cielos (Mt 18, 3).
Jesús, hay gente que ridiculiza la sencillez y la inocencia propia de los niños. Como si ser niño fuera ser tarado. Por eso no me gusta nada la canción: Antes muerta que sencilla. Quieren robar a los niños su infan­cia, que son, quizá, los años más bonitos de la vida. Y desde pequeños se empeñan en hacerles mayores, a toda costa: —Pero, ¿aún no tienes novia? —Ay hija, qué aburrida vas; ponte más sexy. Jesús, todo llegará… a su debido tiempo.
                Jesús, que dejen a los niños disfrutar tranquilamente de su infancia.

Propósito: por dentro ser niño, aunque me muera de viejo.

domingo, 9 de noviembre de 2014

Basílica de Letrán. Jesús, mi alma es tu mejor Templo

Encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados (Jn 2, 13).
Jesús, entras en el Templo de Jerusalén, la Casa de tu Padre y… te lo en­cuentras todo patas arriba, lleno de inmundicia, animales y de cambis­tas. Han convertido la casa de tu Padre en un zoológico, en un mercado. Esta escena me recuerda que mi alma en gracia es también templo tuyo, Templo del Espíritu Santo y, por tanto, es también Casa del Padre y tuya. ¿Cómo cuido mi alma? ¿Puede ser que, a veces, esté llena de animales: de vicios, de suciedad?
                Cerdo limpio nunca engorda… Como no soy un cerdito, siempre limpio
Y haciendo un látigo de cuerdas arrojó a todos del Templo, con las ovejas y los bueyes; tiró las monedas de los cambis­tas y volcó las mesas (Jn 2, 14).
Jesús, entras con el látigo. El celo de tu casa me consume (Jn, 13, 16). A veces, yo también he de entrar con el látigo: he de cortar por lo sano con modos de vivir, con vicios adquiridos, con alguna amistad, con algún ambiente… He de entrar con el látigo contra la tibieza, que me hace flojo en la lucha por ser santo, y decir ¡basta! Quiero hacer de mi alma un lugar en el que estés a gusto, un sitio limpio, generoso, lleno de amor.
                Dile a Jesús que quieres que tu alma sea su mejor Templo.

Propósito: alma limpia.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Jesús, me quieres con “exclusividad”

Ningún siervo puede servir a dos amos, porque o bien abo­rrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo” (Lc 16. 9-15).
Jesús, esto que cuentas se entiende muy bien. A veces, cuando juga­mos a “polis y ladrones” siempre hay alguno que hace trampa, hace el “doble juego”, quiere llevarse bien con todos, y al final, todo el mun­do se enfada. Jesús, soy tu amigo y me quieres del todo, sin compartir. Reconócelo: eres celoso de mi cariño -como le pasa a mi hermana pe­queña- y no quieres por nada del mundo que nadie me pueda hacer daño. Me quieres con exclusividad.
                Jesús: nadie más que Tú se merece mi cariño. No te cambio por nadie.
El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado (Lc 16. 9-15).
Jesús, ¡te quiero! Pero a veces, antes que a Ti, prefiero: ver un programa de la tele, escuchar una conversación sucia, pasar un ratito más en la cama, hacer enojar a mis hermanos, olvidarme de la Visita, reírme de los más débiles…. Jesús ¿Te quiero? El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar. Es en lo pequeño donde se demuestra el amor.
                ¿Soy de fiar en lo pequeño? ¿En lo menudo? ¿En lo que solo Dios ve?

Propósito: ser de confianza.

viernes, 7 de noviembre de 2014

¿Joven y calculador?: viejo prematuro

Un hombre tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: «¿Qué es lo que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión» (Lc 16, 1-2).
Jesús, ¡qué fácil es gastar! Sobre todo cuando no se sabe lo que es ga­narse el pan. De broma dice mi papá que somos unos señoritos y que nos quema el dinero. Es verdad; los domingos, cuando nos da dinero, la quemadura dura el tiempo que tardamos en correr a gastarlo. Luego, cuando voy a Misa y veo al pobre en la puerta de la iglesia, lo que me “quema” es el alma ¿por qué seré tan codo?
                Jesús, que sea generoso también con ¿mi? dinero.
El administrador se puso a echar cálculos: ¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza (Lc 16,3).
Jesús, pues yo también echo mis cálculos: hasta dónde estoy dispuesto a dar de mi dinero, de mi tiempo, de mi vida... ¡Me horroriza comprome­terme! Efectivamente soy calculador. El punto 30 de Camino me viene como anillo al dedo: Eres calculador. —No me digas que eres joven. La juventud da todo lo que puede: se da ella misma sin tasa.
                ¿Pongo límites a Dios? Recuerda que el que es calculador, envejece prematuramente.

Propósito: no ser “calculador”