lunes, 30 de noviembre de 2015

San Andrés. Maestro, ¿dónde vives? Venid y veréis

Pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano (Mt 4, 18).
Jesús, hoy es la fiesta de uno de tus grandes amigos: San Andrés, el her­mano pequeño de Pedro. Fue a orillas del Jordán donde te hizo aquella pregunta interesada: Maestro, ¿dónde vives? (Jn 1, 38). Quizá entonces le dijiste en broma: Por tu interés te quiero Andrés, y añadiste Venid y veréis (Jn 1, 39). Estaba claro. Querían que les invitaras a merendar pan con chocolate y pastel de dátiles, especialidad de tu Madre. Y perma­necieron con Él aquel día. Era como la hora décima (Jn 1, 39). Y se quedaron hasta las tantas, tan a gusto se encontraban. ¡Mira si eran listos!
Dile a Jesús que te invite a merendar… (te puede complicar la vida).
Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando la red en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: –Venid y seguid­me, y os haré pescadores de hombres (Mt 4, 18-19).
El colmo. Los pescadores fueron pescados. Todo comenzó por una me­rienda a orillas del río Jordán. Andrés fue tratando a Jesús, a su Madre, se fue haciendo cada vez más amigo hasta que llegó un momento en que decidió cambiar de patrón y de mar. En vez de anchoas del mar de Galilea se decidió por pescar almas y almejas (pequeñas almas) en el mar del mundo para Jesús, su nuevo Patrón.
Cuéntale a Jesús lo último que has pescado: un resfriado, un amigo.

Propósito: merendar con Jesús. 

domingo, 29 de noviembre de 2015

1º Domingo Adviento. ¡Velad!

Velad entonces, pues no sabéis cuando vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos (Mc 13,33-34).
Jesús, la otra noche tuve un sueño inquietante. Soñé que me hacían un regalo muy bien envuelto. El paquete era bastante grande y lo des­envolví con cuidado para no romper el papel. ¡Maniático que es uno! No es que el envoltorio fuera muy caro, no; era un vulgar papel café de estraza. Cuando por fin, con mucho esfuerzo, conseguí quitar todos los tapes —sin romperlo—, e iba a sacar el contenido del paquete… me desperté. ¿¡Qué desilusión!? No. Entonces comprendí claramente, de golpe, que el regalo que Dios me quería hacer era el nuevo día y que mi tarea consistía en ir descubriéndolo, desenvolverlo poco a poco: la Sta. Misa, los macarrones con tomate, la sonrisa de mi hermana, mis amigos, el ketchup… Jesús, cada día estoy rodeado de tanta belleza… ¡Qué me dé cuenta!
Jesús, que bueno eres: me hablas hasta en los sueños.
Lo que digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad! (Mc 13,37).
Aquella otra niña, cuando era su cumpleaños, nada más despertar, bus­caba el regalo que Dios le tenía preparado: a veces era una nevada, otras un arco iris, los cristales de la habitación empañados. Jesús, que sepa descubrir las bellezas que cada día encierra.
Jesús, tú eres el mejor regalo.

Propósito: desenvolver pero sin romper.

sábado, 28 de noviembre de 2015

El diablo como león rugiente busca a quien devorar

Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la be­bida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día (Lc 21,34).
Jesús, ¿te refieres a emborracharse? Así de primeras, el plan me parece de lo más vulgar. Hay que estar bastante desesperado. Eso de empezar a beber hasta que se embote la mente, dejar de ser tu mismo, hacer el ridículo delante de personas que no te quieren o te quieren solo como un objeto, pues no. Pero sé, Jesús, que cuando voy con los amigos no quiero parecer el raro del grupo y me dejo llevar… Cuando llegue, si llega, el momento y se os eche encima de repente aquel día. Jesús, no me dejes hacer el tonto, dame valentía de huir. Jesús, prefiero lle­narme de otro licor que tanto le gustaba a San Pablo: el rico licor de la sabiduría.
¿Yo? ¿Me dejo arrastra?
Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir” (Lc 23, 36).
Jesús, ¡ayúdame! Dame de tu fuerza. Que no me engañe. Como dice San Josemaría: No tengas la cobardía de ser valiente: ¡huye! (Camino 132). Que me sepa rodear de amigos buenos en los que pueda confiar y no de leones o leonas. Sed sobrios y vigilad, porque vuestro adversario, el diablo, como un león rugiente, ronda buscando a quien devorar (1Pet 5,8).
Mis amigos, son realmente amigos, o bien son meros cómplices.

Propósito: Saber decir que NO.

viernes, 27 de noviembre de 2015

Jesús, tu Palabra es una pasada...

El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán ( Lc 21,33).
Jesús, en los últimos dos mil años por aquí ha pasado de todo: el auto­bús, el afilador, emperadores, profetas de catástrofes, reyes, civilizacio­nes, imperios, liberadores, tiranos, enterradores de Dios, científicos locos, revoluciones, guerras, desastres naturales... De todo. De todo es de todo. Todo ha pasado de menos tu Palabra. Mis palabras no pasarán… Jesús tu palabra aún resuena entre los hombres. ¡Será por algo! La verdad es que da qué pensar.
Jesús, Tú tienes Palabras de Vida eterna. ¡Qué pasada!
La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1,14).
Jesús, quizá sea por esto. Tu Palabra, Tú mismo, Jesús, te has querido quedar con nosotros. Pero no sólo en la Eucaristía (Verbo encarnado) sino también en la Palabra, en la Sagrada Escritura (Verbo encuaderna­do). San Bernardo comenta: habitó, ciertamente, por la fe en nuestros corazones, habitó en nuestra memoria, habitó en nuestro pensamiento y desciende hasta la misma imaginación. Me impresionó aquel sacerdo­te que veía leer el Evangelio y cada poco daba besos. —¿Por qué es Vd tan besucón? Le pregunte: —Doy un beso cada vez que aparece escrito Jesús (el Verbo encuadernado).
Proponte leer una página del Evangelio al día, por lo menos…

Propósito: leer más el Evangelio.

jueves, 26 de noviembre de 2015

Bienvenido, Jesús

Habrá signos en el sol y en la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo (Lc 21, 23).
Jesús, cuando llegue el fin del mundo será un espectáculo impresio­nante. Sobre todo eso de las gentes enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. No sé si lo veré en vivo y en directo, o ya desde el Cielo, pero no me lo pienso perder. En el fondo me da un poco lo mismo, pues cuando se está contigo aquí en la tierra lo del fin del mundo no deja de ser un mero trámite. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación (Lc 21, 28). Cuando llegue, levantaré la cabeza para recibirte glorioso, con la mejor de mis sonrisas: Jesús, ¡Cuánto te echamos de menos! ¡Bienvenido de nuevo, Jesús!
Sin agobios, piensa si estás bien preparado para la 2ª venida de Jesús.
Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, la luna a sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas (Ap 12, 1).
Jesús, antes de ayer fue una fiesta de tu Madre la Virgen: Nª Sra de la Medalla Milagrosa. En tu segunda venida sabemos que no vendrás solo, te traerás a tu Madre, bien rodeada también de efectos especia­les: sol, luna, estrellas… ¿También con rugir de olas? Mola.
Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que acudimos a ti.

Propósito: estar preparado para la 2ª venida.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Sin que me falte un pelo

Os perseguirán, entregándoos a los tribunales y a la cárcel (...) por causa de mi nombre: así tendréis ocasión de dar tes­timonio. (...) Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá (cfr. Lc 21, 12-19).
Jesús, tu preocupación por la caída del cabello me conmueve y me tranquiliza. No porque me dé miedo quedarme calvo —¡qué tontería!—, sino porque es señal de que nada pasa sin que Tú lo permitas. Jesús, se ríen de mí cuando digo que voy a Misa o que me confieso. Pero lo que más me duele es que, a veces, son precisamente los de mi familia, los que más se burlan. Se cumplen tus palabras: Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán. Jesús, aunque no lo entiendo, todo esto lo permites por un motivo: así tendréis ocasión de dar testimonio de mí. Seré tu testigo. ¡Cuenta conmigo!
Jesús necesita testigos creíbles. ¿Lo soy? ¿Soy creíble o increíble?
Yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro (Lc 21, 14-15).
Decía un ateo: mostradme el rostro de cristianos alegres y entonces creeré en el Dios de la Alegría. Jesús, será mi alegría, mi vida coherente, el perdonar, el ayudar a todos, lo que dará a gritos un testimonio silen­cioso de ti. Jesús, perdona, y de la caída del cabello, ¿qué es lo que lo detiene? Me miras riendo y me dices: ¡El suelo, tontorrón!
Dile que quieres ser santo sin que te falte un pelo.

Propósito: mostrar rostro alegre.

martes, 24 de noviembre de 2015

La Belleza es el resplandor de la Verdad

En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del Templo, por la calidad de la piedra y los exvotos (Lc 21, 5).
Jesús, hace unos años tu amigo el Papa emérito Benedicto XVI consagró en Barcelona el templo de la Sagrada Familia, que es una auténtica maravilla. Gaudí, el arquitecto, otro amigo tuyo, decía que: la Belleza es el resplandor de la Verdad. Jesús, cuando salgo por la calle aprecio mucha Belleza en las personas que me encuentro. También ellas, aun­que no lo sepan, aunque no lo valoren, son Templos del Espíritu Santo que habita en sus almas. Son imágenes de Dios y su belleza manifiesta el resplandor de tu Verdad. Los discípulos ponderaban la belleza del Templo, por la calidad de la piedra. Jesús, como ni yo ni las personas que trato somos de piedra, ayúdame a respetar todos tus templos.
¿Cómo es mi mirada? ¿Quita dignidad? ¿Respeta a los demás?
Cuidado con que nadie os engañe (Lc 21, 8).
—¡Pero si,… ahora sí que se puede…! ¡Antes no se podía pero ahora sí!... Que sí, que se lo dijo una vez un cura a una amiga mía... Porque vendrán muchos en mi nombre (Lc 21, 8). —¡Es que no quiero ser el raro del grupo...! Si todo el mundo lo hace, además lo nuestro va en serio… nos queremos. Que nadie os engañe. Jesús, que no me engañe a mí mismo, que es de tontos.
Dile a Jesús: a veces puedo parecer malo, pero nunca tonto.

Propósito: no dejarme engañar.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Dale tú lo que le puedas dar

Alzando Jesús los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el cepillo del Templo; vio también una viuda pobre que echaba dos monedas pequeñas (Lc 21, 1-2).
Jesús, este pasaje del Evangelio es la segunda vez que sale en este mes. Me estás llamando a ser generoso pero de verdad. Si me ayudas estoy dispuesto a darte:
Atrévete a llenar el espacio en blanco.
¿No has visto las lumbres de la mirada de Jesús cuando la pobre viuda deja en el Templo su pequeña limosna? -Dale tú lo que puedas dar: no está el mérito en lo poco ni en lo mucho, sino en la voluntad con que lo des (Camino 829). Mi generosidad, mi entrega, Jesús, es lo que te hace descansar, lo que te consuela. ¿Hasta dónde estoy dispuesto a ser ge­neroso con mi tiempo, con mi dinero, con mi vida? ...
Atrévete a llenar el espacio en blanco

Propósito: ser algo más generoso.

domingo, 22 de noviembre de 2015

Cristo Rey. ¡Queremos que reines sobre nosotros!

Pilato le dijo: – Conque, ¿tú eres rey? Jesús le contestó: – Tú lo dices: soy rey (…) Y los soldados se acercaban a Él y le decían: Salve, Rey de los judíos. Y le daban bofetadas (Jn 18, 37. 19, 2).
Jesús, quiero que Tú seas mi Rey, mi soberano. Hasta ahora el reyezue­lo que te ha quitado el trono, que me tiraniza, ha sido mi pereza, el egoísmo, la impureza. Jesús, no sólo esto, sino que además esclavizo a los demás como le sucedía al personaje del Principito: —¡Ah! He aquí un súbdito, —exclamó el rey cuando vio al Principito. Y el Principito se preguntó: —¿Cómo puede reconocerme si nunca me ha visto antes? No sabía que para los reyes el mundo está muy simplificado: Todos los hombres son súbditos. Jesús, ayúdame a derrocar al tirano de mi yo. Quiero que Tú sólo seas mi REY.
Dile que liberarás a todos tus esclavos: tu madre, hermanos, amigos…
Portones, ¡alzad los dinteles! Que se alcen las puertas eternas, va a entrar el Rey de la Gloria (Salmo 23).
Jesús, ¡quiero que reines en mi vida, en mis pensamientos, en mi cora­zón! ¿Quieres ser mi Rey? Pero de verdad, no como los reyes de los nai­pes... Y me respondes: Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo (Jn 18, 37). En la fiesta de hoy Cristo Rey, Jesús: ¿En qué lugar de mi vida todavía no te dejo reinar? Jesús, yo sí quiero que seas: mi Rey, mi Alma, mi Dios, mi Único, mi Todo...
Coronar a Cristo en mi alma.

Propósito: no ser republicano (en la vida interior).

sábado, 21 de noviembre de 2015

Presentación Virgen. Porque para Él todos están vivos

No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para Él todos están vivos (Lc 20, 38).
Mis buenas amigas las Ánimas Benditas del Purgatorio están vivitas y co­leando. Porque para Él todos están vivos. Este mes tienen que estar bien contentas porque llevo un montón de sufragios ofrecidos: Misas, Rosarios, Via Crucis... Si cada día saco por lo menos 1 del pozo y lleva­mos ya 24 días, si las matemáticas no me fallan ya he rescatado ¡24 ánimas! No está nada mal para un tío negado como yo. Pero lo mejor es que van como cohetes directamente al Cielo. Ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios (Lc 20, 36). Y desde allá arriba recibiré alguna ayudita. Por lo menos eso espero. ¿No?
Piensa en los difuntos de tu familia que pueden necesitar tus oraciones.
Y no se atrevían a hacerle más preguntas (Lc 20, 40).
De pequeño era famoso por las preguntas tan impertinentes que ha­cía. Mi abuela se reía mucho y decía que cuando creciera iba a ser detective. ¡Lo quería saber todo!:— ¿Y por qué…? Bueno, Jesús, yo no soy como los atontados de tus discípulos. Prepárate que te voy a fusilar a preguntas: — ¿Por qué es tan guapa tu Madre? — ¿Por qué me quieres tanto? — ¿Por qué matan a los niños antes de nacer? — ¿Por qué hay guerras? — ¿Por qué soy tan bicho? — ¿Por qué no saco más almas del Purgatorio? — ¿Por qué no dejo de preguntarte?
Termina la oración haciendo preguntas impertinentes a Jesús.

Propósito: vaciar el Purgatorio.

viernes, 20 de noviembre de 2015

Mi casa es casa de oración

Entró Jesús en el Templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: Escrito está: Mi casa es casa de oración y voso­tros la habéis convertido en una cueva de ladrones (Lc 19, 45-46).
Jesús, entras en el Templo de Jerusalén, y te lo encuentras todo lleno de suciedad, de animales y vendedores. Han convertido la casa de tu Padre en una cueva peor que la de Alí Babá y los Cuarenta ladrones. Esta escena me recuerda que mi alma en gracia es Templo del Espíritu Santo y, por tanto, es también Casa del Padre y tuya. ¿Cómo cuido mi alma? ¿Está llena de animales, de vicios, de suciedad? Jesús, cada vez que comulgo, cada vez que entras en el templo de mi alma, ¡qué ver­güenza y qué pena, si no está lo suficientemente limpia! ¡Ayúdame!
Dile a Jesús que no quieres que tu alma sea una cueva de ladrones.
El celo de tu casa me consume (Jn 13, 16).
Jesús, entras con el látigo. El celo de tu casa me consume. A veces yo también tengo que entrar en mi alma, que es tu templo, con el látigo a lo Indiana Jones. He de cortar por lo sano con modos de vivir, con vicios adquiridos, con la impureza, con algún ambiente… He de entrar con el látigo contra la tibieza, que me hace flojo en la lucha por ser santo, y decir ¡basta! Quiero hacer de mi alma un lugar en el que estés a gusto: limpio, generoso, lleno de cariño y de amor.
Hacer de Indiana Jones en mi alma.

Propósito: Echar a Alí Babá y llamar a Indiana Jones.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Y tanto como a Lázaro, te quiere a ti

Y cuando se acercó, al ver la ciudad, lloró sobre ella (Lc 19, 41).
Jesús, pero cómo, ¿Tú también lloras?; ¿Cómo es posible? ¡Si eres Dios! Sin embargo, me parece que no es la primera vez —eres reincidente—, también lloraste por tu gran amigo Lázaro. Jesús se estremeció en su interior, se conmovió y (…) comenzó a llorar. Decían entonces los ju­díos: Mirad cómo le amaba (Jn 11, 33-35). San Josemaría nos recuer­da: Jesús es tu amigo.—El Amigo. —Con corazón de carne, como el tuyo. —Con ojos, de mirar amabilísimo, que lloraron por Lázaro... Y tanto como a Lázaro, te quiere a ti (Camino 422).
Dile a Jesús que por nada del mundo quieres hacerle llorar.
Lloró sobre ella, diciendo: ¡Si conocieras también tú en este día lo que te lleva a la paz!; sin embargo, ahora está oculto a tus ojos (…) porque no has conocido el tiempo de la visita que se te ha hecho (Lc 12, 20).
Jesús, lo que más te duele de los hombres, de mí, lo que más te hace llorar es la ingratitud, la ceguera. Jesús, quieres traer la paz, la alegría a mi corazón y yo me empeño en no verte, en hacerme el ruso, como que no te veo. Jesús, visitas mi alma en la Comunión, en la Confesión, cuando hago un rato de oración. Jesús, quítame la venda de los ojos. ¡Que te sepa reconocer!
Termina diciendo que sólo le vas a hacer llorar de risa, de alegría.

Propósito: hacer llorar a Jesús… pero de risa.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Negociad mientras vuelvo

Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguir­se el título de rey, y volver después. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez talentos (Lc 19, 12-13).
Jesús, me recuerdas a mi mamá, que es un poco insistente, pero en el fondo es una santa. La pobre no hace más que repetirme aquello de los talentos, sobre todo cuando llegan las notas: -que si no me esfuerzo lo suficiente, -que si yo quisiera, -que si los sacrificios que hacen para que no me falte de nada... Lo peor es que tiene toda la razón del mundo: ¡Tengo talento! Jesús, me has dado tantos talentos: simpatía, inteligen­cia, regate, buen humor… ¡Algo tendré que hacer! ¿No?
Habla con Jesús. Dile que pones todo tu talento a su servicio.
Repartió diez talentos, diciéndoles: Negociad mientras vuelvo (Lc19,13).
El Negociad mientras vuelvo me suena al cartel que a veces pone el peluquero en la puerta: —Enseguida vuelvo; ya regreso. Jesús, me has dado un tiempo limitado. No sé cuánto durará mi vida: 100 años, 2 me­ses, un día más… Sí sé, que un día regresarás y te pondrás muy contento por el buen negocio que has hecho conmigo y me dirás Muy bien siervo bueno y fiel… (Lc 19, 17).
Hago el propósito de esforzarme a tope para rentabilizar mis talentos.

Propósito: ser rentable.

martes, 17 de noviembre de 2015

Hoy tengo que alojarme en tu casa

Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo (Lc 19, 2-4).
Zaqueo era chiquito y fibroso. Vivía en Jericó, el oasis de Judea. Con el paso de los años, y algún que otro turbio engaño, se había hecho sospe­chosamente rico. Quizá, su amigo y colega Mateo, le había prevenido: —Ten cuidado con el Nazareno. –Ya…, pensó. Con una agilidad felina, lleno de curiosidad, trepó a lo alto de un árbol para ver sin ser visto. Jesús, a veces yo también soy un poco Zaqueo. No sólo por mi pequeño tamaño, sino porque también mantengo las distancias, me escondo para que no me veas.
¿Me dejo ver por Jesús? ¿Me pongo a tiro para que me hable?
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: –Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa (Lc 19, 5-6).
Viendo la higuera con Zaqueo encaramado, quizá Jesús pensó: —¡Qué higo tan raro!; pero... si es mi amigo Zaqueo. Y dijo: –Zaqueo, baja ense­guida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa. Como fruta madura Zaqueo se bajó del árbol Él bajó enseguida y lo recibió muy contento. Jesús, me ves, te ríes y dices que quieres alojarte en mi alma; eso sí, cuando me baje del burro o déjeme de andar escondiéndome…
Jesús, ¿hasta cuándo te haré esperar?

Propósito: no subirme a la parra…

lunes, 16 de noviembre de 2015

¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!

Pasa Jesús Nazareno. Entonces gritó: ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí! Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte (Lc 18, 38-39).
Jesús, oigo voces. Como el ciego de Jericó, en mi oscuridad oigo voces a mi alrededor. Unas voces, las de los que se dicen mis amigos —pero en el fondo sólo buscan cómplices, compinches—, quieren que no ha­ble de Dios (lo llaman supersticiones). Quieren que me calle y me rega­ñan: Muchos lo regañaban para que se callara. Otras voces, las de mis amigos de verdad, los que me quieren, me ponen delante de ti: Ánimo, levántate, que te llama. ¿A quiénes hago caso?
Jesús, a mí no me calla ni mi abuela (que, por cierto, es una santa).
Ánimo, levántate, que te llama. Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: –¿Qué quieres que haga por ti? El ciego le contestó: –Maestro, que pueda ver (Mc 10, 49-52).
El ciego Soltó el manto. Siempre me he preguntado: ¿Cómo sería ese manto? ¿Qué tendría de especial? Me imagino un capote pesado y su­cio, multiuso, lleno de manchas, de color indefinido y olor a humedad. Un manto asqueroso, pero era suyo, estaba apegado. El ciego Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Para acercarse a Jesús, para poder dar el salto y ver, hay que estar dispuesto a tirar el manto, y tirar de la manta, estar desprendido de lo material.
Tiras de mi manto y ¿qué sale?: iPhone, iPad… ¡Mi teessssoro…!

Propósito: soltar el manto…

domingo, 15 de noviembre de 2015

Tus elegidos de los Cuatro Vientos

Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos (Mc 13, 24-27).
¿Te acuerdas? Era la JMJ Madrid 2011. Allí estábamos, casi dos millones de jóvenes con el Papa en Cuatro Vientos. Y menos mal que solo eran cuatro vientos, que si son más salimos todos volando. Fue una tarde de intenso calor. Al atardecer llegó el Papa… y se desató la tormenta: ra­yos, truenos, lluvia y un viento huracanado que se lo llevaba todo. Unos mejicanos divertidos cantaban: ¡Ateo el que se mueva, ateo el que se vaya…! Intervinieron los bomberos. −Santo Padre, nos vamos, −Nos quedamos, dijo el Papa tres veces. Y allí, con la calma tras la tormenta, los elegidos de los cuatro vientos adoramos a Jesús en la Eucaristía. Dos millones y no se oía ni una mosca.
Dile a Jesús que quieres ser uno de sus elegidos.
Uno que edificaba una casa: cavó, ahondó y puso los ci­mientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo tambalearla, porque estaba sólida­mente construida (Lc6, 49)
Siendo Santo Tomás de Aquino niño, se desató una gran tormenta en Montecasino. Lo encontraron en la capilla, temblando de miedo, abra­zado al sagrario. −Es que Él es el único que calma tormentas... Jesús eres el mejor pararrayos, el que calmas todas las tormentas, las del alma que son las que más me atormentan.
¿Dónde tienes el Sagrario, el Pararrayos más cercano? Localízalo.

Propósito: abrazarme al Sagrario.

sábado, 14 de noviembre de 2015

Sin idolillos, santamente tozudo

Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le impor­taban los hombres (Lc 18, 2).
Jesús, ese pobre hombre, mucho juez y todo lo que quieras, pero era un egoísta de tomo y lomo. No le importaba nada ni nadie, solo su bien­estar. Su religión era su estómago o quizá un poco más abajo. Y es que cuando se vacía el Cielo de Dios, se llena la tierra de ídolos: dinero, salud, sexo, éxito. En plan intelectualoide tendría teorías para justificar su ateísmo y rebatir mitologías cristianas. Y el pobre, al alejarse de Dios, poco a poco, quizá sin darse cuenta, también se fue alejando de los hombres. Jesús, para poder amar de verdad a todos tengo que estar cerca de ti, quererles como Tú les quieres, con tu corazón.
Di a Jesús que no quieres ídolos, que le quieres a Él, y con Él a los demás.
Ya que esta viuda está molestándome, le haré justicia, para que no siga viniendo a importunarme (Lc 18, 2).
Jesús, con esta parábola me dices que te gustan las personas que como yo, que insisten en sus peticiones. La primera condición de la oración es la perseverancia; la segunda, la humildad .—Sé santamente tozudo, con confianza. Piensa que el Señor, cuando le pedimos algo im­portante, quizá quiere la súplica de muchos años. ¡Insiste!..., pero insiste siempre con más confianza (Forja 535).
Aprende de los niños a ser empeñado, hasta fastidiar. A Jesús le gusta.

Propósito: ser necio (en la oración). 

viernes, 13 de noviembre de 2015

Donde está el cuerpo se reunirán las águilas

Ellos le preguntaron: –¿Dónde, Señor? Él contestó: –Donde está el cuerpo se reunirán las águilas (Lc 17, 37).
No era precisamente un águila, ni mucho menos. El pajarillo se posó ahí, descaradamente, frente a la ventana, sobre la barandilla. Desde allí miraba altivamente, de reojo, primero con un ojo y luego con el otro. Sentado delante de la compu, sorprendido, bajo la mirada escrutadora de aquel pajarillo no se atrevía a mover ni un músculo, no se atrevía a romper la magia del momento. ¿Lo mismo aquel pájaro quería decir algo?
Un pájaro, un comentario suelto, un tropezón, una brizna de hierba, una frase del Evangelio… es así como me habla Dios.
Contemplad los lirios, cómo crecen; no se fatigan ni hilan, y Yo os digo que ni Salomón en toda su gloria pudo vestirse como uno de ellos (Lc, 12, 27).
En su ingenuidad, pensaba: —quizá Dios me quiere decir algo. —¡Qué pretencioso!, se dijo a sí mismo. Sin embargo, el pajarito, como si le hu­biera leído el pensamiento volvió a mirarle, echó una “graciosidad” y se marchó volando, dejando su firma en la barandilla. Se acordó, en­tonces, del episodio de Sta. Teresa y el sapo aquel, tan asqueroso, y enseguida le vino a la cabeza que era miércoles, el día y la hora de su confesión semanal. Apagó la compu, agradeció la moción al Espíritu Santo y se fue a confesar. Esa noche soñó con petirrojos y ruiseñores.
Pide a Jesús saber entender el lenguaje que Dios utiliza contigo.

Propósito: agradecer al Espíritu Santo su paciencia.

jueves, 12 de noviembre de 2015

El Reino de Dios está dentro de vosotros

Le preguntaban cuándo iba a llegar el Reino de Dios, Jesús les contestó: (…) El Reino de Dios está dentro de vosotros (Lc 17, 20-21).
Jesús, cada día al rezar el Padrenuestro digo: Venga a nosotros tu Reino, y ahora me dices que el Reino de Dios está dentro de vosotros. Jesús, algo me sospechaba. Si no, ¿por qué siempre estoy contento?, ¿por qué encuentro tanta paz y tanta alegría dentro de mí? En mi alma en gracia te encuentro a ti. Algunos de mis amigos, sorprendidos, me preguntan: ¿pero bro… qué pasa contigo?, ¿Es que a ti nunca te duelen las muelas? ¿No tienes problemas?. Y yo pienso —¿Por qué voy a estar triste si tengo a Dios en mi alma, si soy hijo del Todopoderoso, hijo de Dios?
Dile a Jesús que quieres vivir con la alegría del que se sabe hijo de Dios.
Como el fulgor del relámpago brilla de un horizonte a otro, así será el Hijo del Hombre en su día (Lc 17, 24).
Jesús, este verano vi con mis hermanos una gran tormenta. Era de noche, desde la ventana, con las luces apagadas llenos de miedo, veíamos caer los rayos cada vez más cerca. Con cada relámpago se iluminaba toda la habitación como si fuera de día. Jesús, con el fulgor de tu luz ya no hay oscuridad en mi vida.
Jesús, sabes calmar tempestades del alma. Llena de calma mi alma.

Propósito: alma calma.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Id a los sacerdotes

Vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: –Jesús, Maestro, ¡ten compasión! (Lc 17, 11-13).
Hoy apenas hay lepra y además se cura. Pero entonces era una enfer­medad terrible que desfiguraba el rostro: se quedaban, poco a poco, sin nariz, sin orejas, sin labios, sin párpados... La gente, al ver leprosos huía asqueada. Pero Jesús, Tú no; Tú los acoges: Al verlos, les dijo: –Id a pre­sentaros a los sacerdotes. Jesús, los pecados, mis pecados son como lepra en el alma. La imagen de Dios que llevo dentro se va desfigurando. Id a los sacerdotes, me dices y es ahí donde te encuentro y me limpias: Y mientras iban de camino, quedaron limpios.
¿Tengo concretado un día y una hora fija a la semana para confesarme?
Uno de ellos, (...) se volvió alabando a Dios. (…) ¿No han que­dado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? (Lc 17, 15-17).
Jesús, echas en falta el agradecimiento de los nueve. Por eso: Acostúmbrate a elevar tu corazón a Dios, en acción de gracias, muchas veces al día. —Porque te da esto y lo otro. —Porque te han despreciado. Porque no tienes lo que necesitas o porque lo tienes. Porque hizo tan hermosa a su Madre, que es también Madre tuya.—Porque creó el Sol y la Luna y aquel animal y aquella otra planta (…). Dale gracias por todo, porque todo es bueno (San Josemaría, Camino 268).
Es de bien nacidos ser agradecidos.

Propósito: dar las gracias siempre.

martes, 10 de noviembre de 2015

He aquí la esclava del Señor

Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer (Lc 17,10).
Jesús, Tú nos has dicho que no he venido a ser servido sino a servir (Mt 20,28). Además eres el Hijo de la Esclava del Señor, el título más bonito que adorna a tu Madre. SERVIR, ¡Cómo me gusta esta palabra¡ Servir me identifica más contigo, me hace ser Cristo. Porque servir es amar: Dime loco ¿qué es el amor? Y el loco respondió: Amor es aquello que hace esclavos a los libres y libres a los esclavos. Y no se sabe en qué consiste esencialmente el amor, si en esta esclavitud o en esta libertad. Jesús, hoy por amor a los que más quiero serviré el agua en la mesa, pondré el pan, ordenaré la habitación, recogeré el lavaplatos...
Dile a Jesús que quieres ser su siervo, su servidor.
No he venido a ser servido sino a servir (Mt 20,28).
Jesús, de entre las almas más delicadas, las que tienen mayor finura interior, has elegido aquellas personas que harán del servicio, el centro de su vida. Estas son tus predilectas, tus preferidas. Trabajan en los hospi­tales, en las escuelas, pero sobre todo trabajan en los hogares cristianos como lo hizo la Santísima Virgen en el hogar de Nazaret. Su vida es su familia, y en su familia encuentran a Dios.
Pregunta a Jesús si quiere que tú seas una de esas personas.

Propósito: servir en la mesa y poner el agua.

lunes, 9 de noviembre de 2015

Basílica de Letrán. Jesús, mi alma es tu mejor Templo

Encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados (Jn 2, 13).
Jesús, entras en el Templo de Jerusalén, la Casa de tu Padre y… te lo encuentras todo perdido, lleno de inmundicia, animales y de cambistas. Han convertido la casa de tu Padre en un zoológico, en un mercado. Esta escena me recuerda que mi alma en gracia es también templo tuyo, Templo del Espíritu Santo y, por tanto, es también Casa del Padre y tuya. ¿Cómo cuido mi alma? ¿Puede ser que, a veces, esté llena de animales: de vicios, de suciedad?
Cerdo limpio nunca engorda… Como no soy un cerdito, siempre limpio.
Y haciendo un látigo de cuerdas arrojó a todos del Templo, con las ovejas y los bueyes; tiró las monedas de los cambistas y volcó las mesas (Jn 2, 14).
Jesús, entras con el látigo. El celo de tu casa me consume (Jn, 13, 16). A veces, yo también he de entrar con el látigo: he de cortar por lo sano con modos de vivir, con vicios adquiridos, con alguna amistad, con algún ambiente… He de entrar con el látigo contra la tibieza, que me hace flojo en la lucha por ser santo, y decir ¡basta! Quiero hacer de mi alma un lugar en el que estés a gusto, un sitio limpio, generoso, lleno de amor.
Dile a Jesús que quieres que tu alma sea su mejor Templo.

Propósito: alma limpia.

domingo, 8 de noviembre de 2015

Dale tú lo que le puedas dar

Estaba Jesús sentado enfrente del cepillo del templo, obser­vando a la gente que iba echando dinero (Mc 12 40)
Jesús, estabas agotado, ¡reconócelo! Como mi mamá los días de lava­dora. Todo el día trabajando predicando sin parar, curando, consolan­do. Aquel día después de una larga caminata para llegar a Jerusalén, quizá te pesaban las piernas y te sentaste solo un ratito junto a la alcan­cía del templo. El ruido de las monedas te hizo levantar la vista: Vio unos ricos que echaban donativos (...); vio también una viuda pobre que echaba dos monedas pequeñas (Lc 21,1).—¡Pedro, Santiago, Juan... todos!, ¡pronto, venid! La generosidad de aquella mujer borró de golpe el cansancio de Jesús. –Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie. Judas no entendía nada, no podía entender: —Pero ¡si no ha echado nada! nada vale lo que ha echado esta mujer, pensaba Judas. Y yo, ¿lo entiendo?
Sigue unos minutos hablando con Jesús y dile que si lo entiendes.
Vio también una viuda pobre que echaba dos monedas pe­queñas”
San Josemaría: ¿No has visto las lumbres de la mirada de Jesús cuando la pobre viuda deja en el templo su pequeña limosna? —Dale tú lo que puedas dar: no está el mérito en lo poco ni en lo mucho, sino en la voluntad con que lo des (Camino 829). Mi generosidad, mi entrega es lo que hace descansar, lo que consuela a Jesús. ¿Hasta dónde estoy dispuesto a ser generoso con mi tiempo, con mi dinero, con mi vida? ... ¿¡Sólo!? ¡Qué tacaño!
Aunque ni soy viuda ni pobre (o sí), dar a Jesús muchas alegrías.

Propósito: dar alegrías

sábado, 7 de noviembre de 2015

Jesús, me quieres con “exclusividad”

Ningún siervo puede servir a dos amos, porque o bien aborre­cerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo” (Lc 16. 9-15).
Jesús, esto que cuentas se entiende muy bien. A veces, cuando juga­mos a “policías y ladrones” siempre hay alguno que hace trampa, hace el “doble juego”, quiere llevarse bien con todos, y al final, todo el mundo se enfada. Jesús, soy tu amigo y me quieres del todo, sin compartir. Reconócelo: eres celoso de mi cariño—como le pasa a mi hermana pequeña— y no quieres por nada del mundo que nadie me pueda hacer daño. Me quieres con exclusividad..
Jesús: nadie más que Tú se merece mi cariño. No te cambio por nadie.
El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado (Lc 16. 9-15).
Jesús, ¡te quiero! Pero a veces, antes que a Ti, prefiero: ver un programa de la tele, escuchar una conversación sucia, pasar un ratito más en la cama, hacer enojar a mis hermanos, olvidarme de la oración, reírme de los más débiles…. Jesús ¿Te quiero? El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar. Es en lo pequeño donde se de­muestra el amor.
¿Soy de fiar en lo pequeño? ¿En lo que solo Dios ve?

Propósito: ser de fiar, confiable.

viernes, 6 de noviembre de 2015

¿Joven y calculador?: viejo prematuro

Un hombre tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: «¿Qué es lo que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu ges­tión» (Lc 16, 1-2).
Jesús, ¡qué fácil es gastar! Sobre todo cuando no se sabe lo que es ga­narse el pan. De broma dice mi papá que somos unos señoritos y que nos quema el dinero. Es verdad, los domingos, cuando nos da dinero, la quemadura dura el tiempo que tardamos en correr a gastarlo. Luego, cuando voy a Misa y veo al pobre en la puerta de la iglesia, lo que me “quema” es el alma ¿por qué seré tan tacaño?
Jesús, que sea generoso también con ¿mi? dinero.
El administrador se puso a echar cálculos: ¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza (Lc 16,3).
Jesús, pues yo también echo mis cálculos: hasta dónde estoy dispuesto a dar de mi dinero, de mi tiempo, de mi vida... ¡Me horroriza comprome­terme! Efectivamente soy calculador. El punto 30 de Camino me viene como anillo al dedo: Eres calculador. —No me digas que eres joven. La juventud da todo lo que puede: se da ella misma sin tasa.
¿Pongo límites a Dios? El que es calculador, envejece prematuramente.

Propósito: no ser “calculador”

jueves, 5 de noviembre de 2015

Que tan amigo de pecadores eres

Solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: Ése acoge a los pecadores y come con ellos (Lc 15, 1).
Jesús, eres amigo de pecadores, eres mi amigo. ¡Cómo me consuela! Son tantas mis debilidades… Y vienen a mi cabeza esos bonitos versos de Lope de Vega: Pastor que con tus silbos amorosos / me despertaste del profundo sueño, / Tú que hiciste cayado de ese leño, / en que tiendes los brazos poderosos, / (…) Oye, Pastor, pues por amores mueres, / no te espante el rigor de mis pecados, / pues tan amigo de rendidos eres.
Dile que te perdone tus pecados y que te incluya en su lista de amigos
Y cuando la encuentra se la carga sobre los hombros, muy contento; y al llegar a casa, reúne a los amigos y a los veci­nos para decirles: ¡Felicitadme! He encontrado la oveja que se me había perdido (Lc 15, 5-6).
Jesús, mis amigos, más que ovejas, están como cabras, o peor, como cabritos. Lo malo es que, a veces, les da por ejercer de cabras, o de ca­britos y en rebaño hacen cosas terribles que no te puedo contar. Jesús, que no me olvide que yo también he sido (o soy) cabra/ito. No hiciste ascos de mis heridas y me llevaste sobre tus hombros. Jesús, ayúdame a ayudar a mis amigos/as-cabras/itos/itas…
Dile a Jesús que le vas a llevar el rebaño de tus amigos despistadillos.

Propósito: aprender a silbar silbos amorosos.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Amando a Dios, quiero a mis padres

Si alguno viene a mí y no odia a su padre y a su madre y a la esposa y a los hijos y a los hermanos, hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo (Lc 14, 25-26).
Jesús, ¡qué duras son estas palabras! ¡Qué difíciles de entender! Jesús, vamos a ver si me aclaro: ¿No nos has pedido que amemos a nuestros enemigos y a los que nos injurian? ¿No nos has pedido en el Mandamiento Nuevo que queramos al prójimo como Tú les quieres? Entonces, ¿a qué viene eso de odiar a los seres queridos? ¿Qué nos quie­res decir? Jesús, Tú querías con locura a tu Madre Santísima y a San José y nos has dado ejemplo de cuidar a la Familia. Querías un montón a los apóstoles, San Juan se llama el Discípulo amado. ¿Cómo se entiende esto?
Jesús, aunque soy un poco lento, ten paciencia y explícamelo todo.
Y bajó con ellos y vino a Nazaret, y les estaba sujeto (Lc 13, 34).
Jesús, esta frase de Evangelio nos resume cómo querías a tus papás. Sin embargo, cuando te pierdes en el Templo, haciéndoles sufrir les re­cuerdas: ¿No sabíais que es necesario que yo esté en las cosas de mi Padre? (Lc 2, 49). Jesús, amando a tu Padre sobre todas las cosas, obe­deciendo fielmente a la misión que Dios te había confiado, has amado a tus papás más que a nadie en la tierra. Que aprenda de tu vida a amar a mi familia con hechos, y a amar más aún a Dios, cumpliendo siempre y en primer lugar tu Voluntad.
Piensa que Voluntad de Dios es: amar a tu familia.

Propósito: no chinchar.

martes, 3 de noviembre de 2015

Venid, pues ya está todo preparado

Un hombre daba una gran cena, e invitó a muchos Y envió a su criado a la hora de la cena para decir a los invitados: Venid, pues ya está todo preparado (Lc 14, 16-17).
Jesús, qué fácil me lo pones todo. Voy a mesa servida. En el cole y en la parroquia encuentro todo tipo de facilidades para visitarte, ir a Misa, confesarme. Siempre encuentro un sacerdote dispuesto a escucharme, animarme. Por las tardes voy a una catequesis en la parroquia o a es­tudiar en un Club juvenil. También asisto a un charla o a una clase de formación que me ayuda a conocerte y conocerme, para quererte así aún más. Venid, pues ya está todo preparado. Todo esto… ¿Lo valoro? ¿Lo agradezco?
Jesús: hago el propósito de aprovechar tantas facilidades que me pones.
Y todos a una comenzaron a excusarse (…) Entonces dijo el Señor (…) Os aseguro, pues, que ninguno de aquellos hom­bres invitados gustará mi cena (cfr Lc 14, 18-24).
Jesús, tan fácil me lo pones y yo con excusas: He comprado un campo (…); compré cinco yuntas de bueyes… Otros campos y otros bueyes: ya me lo sé todo, no necesito más formación; no quiero que me coman el coco; voy por el ambiente, porque te lo pasas bien, pero sin compro­meterte ¡¿eh?!… La mesa estaba preparada pero los invitados no eran dignos, no probaron la cena, no supieron apreciar la invitación.
Sin compromiso no hay amor que dure.

Propósito: Comprometerme en mi vida cristiana y probar la cena.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Difuntos. Mis amigas, las almas benditas del purgatorio

Pasado el sábado, María Magdalena y María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y, muy de mañana, al día siguiente del sábado, llegan al sepulcro, salido ya el sol (Mc 16, 1-2).
¡Cómo te querían!, Jesús. ¡Cómo te querían las Santas mujeres! Incluso después de muerto. Hoy, Conmemoración de todos los fieles difuntos, me vienen a la cabeza y al corazón, tantos familiares, personas amigas a las que yo también quería y sigo queriendo: el amor es más fuerte que la muerte. Jesús, yo, como las Santas mujeres también hoy iré al cementerio a ofrecer el aroma de mis oraciones, el perfume de mis sufragios por mis buenas amigas las Ánimas Benditas del Purgatorio. Y les recordaré: hoy por ti, mañana por mí.
Si visito un cementerio estos días, puedo ganar indulgencia plenaria.
Y se decían unas a otras: ¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro? Y al mirar vieron que la piedra estaba apartada; era ciertamente muy grande (Mc 16, 3-4).
Se dice que el amor es más fuerte que la muerte, y Tú nos dices que la fe mueve montañas. Jesús, ¿el amor puede mover piedras? –Pues claro que sí. Que se lo pregunten si no, a las Santas mujeres.
¿Qué piedra, dificultad, te separa de Jesús? Dile que te la remueva.

Propósito: mover el pedrusco de mi pereza.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Todos los Santos. Santos del Cielo, rogad por mí

Al ver Jesús a las multitudes, subió al monte; (…) y les ense­ñaba diciendo: Bienaventurados los que lloran (…), los que tienen hambre y sed (…), cuando os injurien, os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa (cfr. Mt 5, 1-11).
Jesús, ¡vaya plan! Lo tuyo realmente no es el Marketing. Cualquier responsable de una campaña de publicidad o el que presenta un programa electoral, promete el oro y el moro. Jesús, Tú en cambio, a tus discípulos -que lo dejan todo- les prometes lo que es a ojos humanos un fracaso: insultos, hambre, juicios y persecuciones. Jesús, quizá hay algo que se me escapa. Tú pasaste hambre y sed, lloraste por tu gran amigo Lázaro, te calumniaron y te persiguieron hasta crucificarte. Jesús, ahora voy entendiendo: vivir las Bienaventuranzas es vivir tu vida, ser como Tú.
Las Bienaventuranzas no es ser tonto, sino todo un programa de vida.
Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será gran­de en el Cielo (Mt 5, 12).
Jesús, hoy es la fiesta de Todos los Santos. Tantos y tantos Santos anó­nimos: bomberos, policías, futbolistas, enfermeras, mi abuela… Jesús, yo también quiero ser Santo. Con tu ayuda espero que algún día, hoy también sea mi fiesta en el Cielo.
Felicita a todos los Santos del Cielo en su fiesta. Pídeles que te guarden sitio, pero sin prisa, ¿eh?

Propósito: unirme a la fiesta.