jueves, 18 de febrero de 2016

Hágase tu voluntad en la tierra como en el Cielo

No todo el que me dice: «Señor, Señor», entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos. (Mt 7, 21).
El paciente preguntó —Doctor, Doctor, ¿Qué tal me encuentra? — Estamos en las manos de Dios, respondió el médico… —Pero, ¿tan mal estoy? Jesús, eso de aceptar y cumplir tu voluntad no lo entiendo. A veces pienso, perdóname la tontería, que te gusta hacernos sufrir un poco, solo por puro capricho. Que cumplir tu voluntad es algo doloroso y triste que hay que aceptar con resignación cristiana. Jesús, que me dé cuenta de una vez por todas, que ni resignación ni nada. Lo mejor que me puede pasar es cumplir siempre tu voluntad, que solo quieres lo mejor para mí, hacerme muy feliz, más que nadie.
La tierra es un “Cielo” cuando busco cumplir la voluntad de Dios.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad (Sal 39,2).
Había una señora que no podía rezar el Padrenuestro. Cuando llegaba a aquello de Hágase tu voluntad en la tierra como en el Cielo (Mt 6, 12), se bloqueaba pues no estaba dispuesta a que un hijo suyo se entregara a Dios. Un sacerdote amigo le animó a que entonces rezara Avemarías, que es una oración de menos compromiso. Resultó, pues, que al cabo de unos días ya aceptaba la voluntad de Dios y pudo volver a rezar el Padrenuestro sin problemas.
Jesús, tantas veces ni sé lo que quiero. Tú siempre aciertas.

Propósito: no ir de resignado por la vida.

Hágase tu voluntad en la tierra como en el Cielo

No todo el que me dice: «Señor, Señor», entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos. (Mt 7, 21).
El paciente preguntó —Doctor, Doctor, ¿Qué tal me encuentra? — Estamos en las manos de Dios, respondió el médico… —Pero, ¿tan mal estoy? Jesús, eso de aceptar y cumplir tu voluntad no lo entiendo. A veces pienso, perdóname la tontería, que te gusta hacernos sufrir un poco, solo por puro capricho. Que cumplir tu voluntad es algo doloroso y triste que hay que aceptar con resignación cristiana. Jesús, que me dé cuenta de una vez por todas, que ni resignación ni nada. Lo mejor que me puede pasar es cumplir siempre tu voluntad, que solo quieres lo mejor para mí, hacerme muy feliz, más que nadie.
La tierra es un “Cielo” cuando busco cumplir la voluntad de Dios.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad (Sal 39,2).
Había una señora que no podía rezar el Padrenuestro. Cuando llegaba a aquello de Hágase tu voluntad en la tierra como en el Cielo (Mt 6, 12), se bloqueaba pues no estaba dispuesta a que un hijo suyo se entregara a Dios. Un sacerdote amigo le animó a que entonces rezara Avemarías, que es una oración de menos compromiso. Resultó, pues, que al cabo de unos días ya aceptaba la voluntad de Dios y pudo volver a rezar el Padrenuestro sin problemas.
Jesús, tantas veces ni sé lo que quiero. Tú siempre aciertas.

Propósito: no ir de resignado por la vida.

Hágase tu voluntad en la tierra como en el Cielo

No todo el que me dice: «Señor, Señor», entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos. (Mt 7, 21).
El paciente preguntó —Doctor, Doctor, ¿Qué tal me encuentra? — Estamos en las manos de Dios, respondió el médico… —Pero, ¿tan mal estoy? Jesús, eso de aceptar y cumplir tu voluntad no lo entiendo. A veces pienso, perdóname la tontería, que te gusta hacernos sufrir un poco, solo por puro capricho. Que cumplir tu voluntad es algo doloroso y triste que hay que aceptar con resignación cristiana. Jesús, que me dé cuenta de una vez por todas, que ni resignación ni nada. Lo mejor que me puede pasar es cumplir siempre tu voluntad, que solo quieres lo mejor para mí, hacerme muy feliz, más que nadie.
La tierra es un “Cielo” cuando busco cumplir la voluntad de Dios.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad (Sal 39,2).
Había una señora que no podía rezar el Padrenuestro. Cuando llegaba a aquello de Hágase tu voluntad en la tierra como en el Cielo (Mt 6, 12), se bloqueaba pues no estaba dispuesta a que un hijo suyo se entregara a Dios. Un sacerdote amigo le animó a que entonces rezara Avemarías, que es una oración de menos compromiso. Resultó, pues, que al cabo de unos días ya aceptaba la voluntad de Dios y pudo volver a rezar el Padrenuestro sin problemas.
Jesús, tantas veces ni sé lo que quiero. Tú siempre aciertas.

Propósito: no ir de resignado por la vida.

miércoles, 17 de febrero de 2016

De perdidos al río… al retiro

Habiéndose reunido una gran muchedumbre, comenzó a de­cir: Esta generación es una generación perversa; busca una señal y no se le dará otra sino la señal de Jonás (Lc 11, 29-32).
Jesús, que bonita la historia de tu gran amigo Jonás. Era lo que ahora llamamos un profeta menor, no por la altura, ni por peso, sino porque escribió poco. El caso es que escapando de cumplir la voluntad de Dios, como yo, a veces, fue engullido por un pez enorme. Allí dentro, un sitio calientito, tranquilo, silencioso hizo su curso de retiro de 3 días. Se dio cuenta de lo mucho que Dios le quería. Volvió cambiado, irreconocible, feliz. Se puso a hacer apostolado y convirtió a toda la ciudad: Nínive. Jesús, ¡qué estupendos son los retiros! ¡Cómo me ayudan!
Repasa los propósitos del último retiro ¿Ya me apunté a un retiro para hacerlo este año?
La reina del Mediodía se levantará en el juicio contra los hom­bres de esta generación y los condenará: porque ella vino de los extremos de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón (Lc 11, 29-32).
La Reina de Saba y Salomón y los Reyes Magos y Moisés y los once her­manos de José, y la Burra de Balaám, y Noé y la hija de Jairo y Abrahám y Jonás y la Magdalena, y… tantos personajes bíblicos, me tienen envi­dia por poder recibir a Jesús cada día en la Eucaristía. ¿Me doy cuenta? ¿Lo aprovecho? ¿Lo valoro? El día del Juicio, si no lo aprovecho, me lo echaran en cara ¡Qué vergüenza, entonces!
Dile a Jesús que el día del Juicio no quieres hacer el ridículo.

Propósito: como Jonás dentro de la ballena, Jesús en mi alma.

martes, 16 de febrero de 2016

Padre mío que estás en el cielo y en la tierra

Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre (Mt 6, 10).
Padre nuestro que estás en el Cielo… y en la tierra, en el Sagrario y en el autobús, en la cocina y en mi cuarto, en la piscina y en la montaña, y en la copa de un pino. Danos el pan de cada día... y la leche, y los chocolates y un carro nuevo para papá, y salud para mi abuela, y dinero para pagar la hipoteca, y que siempre sonría, y que no mueran más niños antes de nacer, y que se acaben las guerras…
Y tú, ¿qué le puedes pedir al Padre de parte de su Hijo Jesús?
Hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo (Mt 6, 12).
Del Padrenuestro, los santos han sacado mucho provecho. Santa Teresa de Jesús escribió: En tan pocas palabras está toda la contemplación y perfección encerrada, que parece que no hemos menester otro li­bro sino estudiar en este. Porque aquí nos ha enseñado el Señor todo el modo de hacer oración y de alta contemplación, desde los princi­piantes a la oración mental, y de quietud y de unión que a ser yo para saberlo decir, se pudiera hacer un gran libro de oración sobre tan ver­dadero fundamento (Camino de Perfección). Y San Josemaría: Tenía por costumbre, no pocas veces, cuando era joven, no emplear ningún libro para la meditación. Recitaba paladeando, una a una las palabras del Padrenuestro, y me detenía, saboreando, cuando Dios era mi Padre, que me debía sentir hermano de Jesucristo y hermano de todos los hombres. No salía de mi asombro, contemplando que era ¡hijo de Dios!
Reza “paladeando”, “saboreando” el Padrenuestro, pero despacito.

Propósito: rezar más Padrenuestros.

lunes, 15 de febrero de 2016

A – mí – me – lo - hicisteis

Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino pre­parado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis (Mt 25, 34-35).
Jesús, a veces te veo por la calle y, perdóname, y miro para otro lado. Te veo disfrazado en ese niño enfermo, en ese anciano abandonado, en ese niño explotado, y yo no te quiero reconocer. Voy por la vida con mis anteojos de madera: ojos que no ven, corazón que no siente. Jesús, ayúdame a mirarte a los ojos —también cuando voy a verte al Sagrario—, a pinchar mi burbuja de bienestar. ¡Estás ahí, como lo estás en el Sagrario!
Cuéntale a Jesús de las personas pobres que más te han impresionado.
Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis más humildes hermanos, conmigo lo hicisteis (Mt 25,45).
La Beata Madre Teresa de Calcuta solía utilizar los cinco dedos de la mano para explicar la esencia del Evangelio: la identificación de Jesús con nuestros hermanos más pobres de entre los pobres. Al hablar del Juicio Final el mismo Jesús dice: Cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños a mí me lo hicisteis (Mt 25,40). Mientras de­cía esto, cogía la mano de un niño y le iba moviendo los dedos uno tras otro: A-mí-me-lo-hicisteis. A continuación hacía que todos los niños lo repitieran: A mí me lo hicisteis.
Mírate los dedos de la mano y muévelos: A-mí-me-lo-hicisteis.

Propósito: sacar provecho de la catequesis “digital”.

domingo, 14 de febrero de 2016

Ángel de mi guarda, interceded por mí

El Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás (Mc 1,12).
Pero Jesús, —¡¡Cómos es posible!! — ¡¿Tú también sufriste tentaciones?! Pues yo, ya ves, también: se me ocurren cosas descabelladas y, en oca­siones los malos pensamientos de cosas impuras no me dejan en paz. Sé, que, si lo permites es para fortalecerme, porque por muy grande que sea la tentación siempre será mayor tu gracia. También sé que una cosa es sentir y otra consentir, y si en algún momento tengo dudas se lo pregunto al sacerdote, que de eso sabe un montón. Jesús, que me quede tranquilo: una cosa es tener tentaciones y otra distinta es pecar.
En el Padrenuestro no pedimos no tener tentaciones sino no caer en ellas. Eso sí, ¡líbranos del Mal!
Entonces el diablo le dejó, llegaron ángeles y le servían (Mt 4,11).
Jesús, ¡qué contento estoy con mi ángel de la guarda! ¡Un auténtico campeón! Ya me ha sacado de muchos líos. Tendrás que ascenderle en la jerarquía angélica porque lo hace muy bien. La verdad es que a veces se lo pongo difícil y tiene que hacer horas extraordinarias: esa serie de televisión que me hace daño, aquella amistad que no me conviene, esos caprichos, esa comodidad... Le voy a pedir a mi ángel que no me deje hacer el tonto, que huya de las ocasiones de pecar, y sobre todo que no me quiera hacer el valiente.
Habla con tu ángel, alabándolo, hasta que le saques los colores

Propósito: hablar con mi ángel y recomendarle para un ascenso.

sábado, 13 de febrero de 2016

¡Las llamadas perdidas de Dios!

Jesús vio a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme» (Lc 5, 27).
Bueno, Jesús, que ya te voy conociendo. Pasabas por ahí, quizá hacién­dote el despistado, como el que no quiere la cosa. Pero en el fondo querías practicar tu deporte favorito: la pesca. Y ahí, encadenado, bajo el peso del montón de dinero, estaba tu amigo Mateo, un pez gordo. Al pobre no le cuadraban las cuentas: aquí me falta algo…, decía; efectivamente tenía un agujero, un vacío interior que no había forma de llenar: ¡Me falta algo, pero no sé lo que es! Mateo alzó la vista y se encontró con tu mirada. Y le dijo: «Sígueme» Y el gran vacío se le llenó de golpe, y al instante, dejándolo todo, te siguió. ¡Qué alivio! ¡El mejor negocio de su vida!
Esos vacíos que no llenan mi vida, ¿no los podría llenar Jesús?
Él, dejándolo todo se levantó y lo siguió (Lc 5, 27).
Jesús, a veces miro el celular y me lo encuentro lleno de llamadas per­didas, de SMS, Whatsapps. Son mis amigos, que me aprecian y quieren hablar conmigo, contarme sus cosas. En cuanto puedo me pongo en contacto con ellos. Tú también, Jesús, me sigues llamando continua­mente en los aconteceres de cada día. Quieres decirme algo, hacerme presente tu cariño. Y le dijo: «Sígueme» ¿Soy consciente de esas llama­das que me haces? Qué pena si se quedan en el archivo de llamadas perdidas.
Jesús, que no pierda ninguna de tus llamadas.

Propósito: llenar vacíos y responder llamadas.

viernes, 12 de febrero de 2016

Jesús, es que te comería a besos

Se acercaron los discípulos de Juan a Jesús, preguntándole: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio tus discípulos no ayunan? (Mt 9,14).
Jesús, yo siempre tengo hambre, como los discípulos de Juan. Mi mamá me llama el náufrago. No como, devoro. Pero no es solo hambre de co­mida, patatas fritas y de dulces, sino también hambre de Ti, Jesús, ¡qué ganas tengo de comerte! ¡Con que ilusión estoy preparando la próxima comunión! Tenemos un montón de cosas de que hablar. ¿Te acuerdas de aquella vez en que me decías…? ¿O cuando pensaba que estaba solo y te buscaba…?
Recita despacio, por dentro, paladeándola, la Comunión Espiritual.
Jesús les dijo: ¿Es que pueden guardar luto los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos? (Mt 9,15).
Recordaba aquella niña que cuando tenía solo 5 ó 6 años, el sacerdote del Colegio les explicó la presencia real de Jesús en el sagrario. Se le quedaron grabadas las palabras: Este es el Pan vivo. Quien come de este pan vivirá para siempre. Por eso, cada día, en el desayuno, se fijaba en sus papás. No se quedaba tranquila hasta que les veía comer pan. -¡Ah! Han comido pan, menos mal. Entonces mis papás no mori­rán, vivirán para siempre. En su sencillez de niña pensaba que Jesús es­taba presente en todos los trozos de pan: Pan vivo, que da la Vida. Jesús, pero qué hambre tengo de Eucaristía, que ganas tengo de comerte…
Jesús, aunque hoy sea abstinencia, te comería a besos.

Propósito: No perder nunca el hambre… de Eucaristía.

jueves, 11 de febrero de 2016

Pero, ¿dónde se esconde la Cruz escondida?

Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pier­da su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si pierde su alma? (Lc 9, 24-25).
¡Pobre Jesús!... ¡Siempre con la Cruz a cuestas!... Oye, Jesús, ¿y no te cansas? Ya va siendo hora de que descanses un poco. Hoy quiero ser yo quien lleve tu cruz, la cruz de cada día; hoy voy a ser tu Cireneo. Por eso hoy mi cruz será no responder ante las burlas, tratar con cariño al pesado de mi hermano, ayudar a la cursi de mi hermana mayor, no protestar, ponerme de portero en el futbol, sacar la basura, ayudar en casa todo lo que pueda…
Pregúntale a Jesús de qué mas cruces dispone.
El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y venga conmigo (Lc 9, 23).
¡Ya está! Lo he entendido: el que busca la Cruz se encuentra contigo, con Cristo. Jesús, esto me recuerda la historia de Carlitos. Aquel domingo fue a Misa con su abuela. Al entrar en la Parroquia se encontró, presidiendo el altar, un Crucificado de gran tamaño. El pobre Carlitos, sobrecogido, se escondió detrás de la abuela y preguntó: —Abuela, ese, ¿quién es? La abuela le explicó que era Jesús… —¿Y quién lo ha puesto ahí? Unos hombres malos le crucificaron. —Abuela, preguntó más asustado: ¿Esos hombres malos siguen por aquí? Efectivamente, por aquí seguimos al­gunos, pero tranquilo, que también hay cireneos.
y tú, ¿te animas a ser un cirineo?

Propósito: llevar la cruz y buscar la escondida. Pero, ¿dónde estará?

miércoles, 10 de febrero de 2016

Miércoles De Ceniza Polvo, sí, más polvo enamorado

Cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, qué está en lo escondido (Mt 6,17).
Jesús, hoy comienza la Cuaresma. Nos ha dicho el sacerdote que es un tiempo fuerte, tiempo de conversión… pero no se qué quiere decir lo de fuerte. Eso sí, esta mañana he ido para que me impusieran la ceniza. Los de mi clase, que son un poco mensos, van porque dicen que todo lo que es gratis se apuntan. Un año más me ha hecho que pensar lo que dice el sacerdote: Recuerda que eres polvo y al polvo volverás… Yo, como el poeta, repetía por dentro: Polvo, sí, mas polvo enamorado. Algunos piensan que somos solo eso, polvo, química, física, moléculas, átomos, neuronas… pero capaces de amar, de enamorarnos. ¡Polvo que ama!
Dile a Jesús cómo piensas vivir esta Cuaresma: más estudio, ayudar más…
Y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará (Mt 6,18).
Jesús, en esta Cuaresma quiero vivir más cerca de ti, ser tu mejor amigo, tu prisión preferida: Alma a quien todo un Dios es prisión. Jesús, perdón por las veces que te he hecho enojar, por las veces que te he olvidado. Y como muestra de mi amor y arrepentimiento voy a hacer muchos pe­queños sacrificios: sonreír siempre, comer lo que no me gusta, estudiar a tope, pasar la bola, etc... Y Tú, que ves en lo escondido… me recom­pensarás.
Recuerda que eres de Dios y a Dios volverás…

Propósito: si aún no lo he hecho, ir a que me “echen” la ceniza.

martes, 9 de febrero de 2016

Mi corazón está muy, pero muy cerca de ti

Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío (Mc 7,6).
Jesús, con palabras de Isaías te quejas de tus contemporáneos. Cumplían las tradiciones hacían sus rezos pero les reprochas que su co­razón está lejos de mí. —¿No me pasará a mí algo parecido? —¿No te quejarás también de mí?: Hago el 3+2, rezo el Ángelus, e incluso hago el Vía Crucis los viernes... Jesús, que nunca me olvide que estas prácticas de piedad son medios para acercarme más a ti, para quererte más, pero no son fines. Jesús, Tú no eres como las máquinas de Coca-Cola® que echas una moneda y sale la lata. Jesús, no te voy a comprar con mis rezos, pero sí te voy a ganar con mi corazón enamorado.
Dile a Jesús que le quieres mucho, ¡pero mucho!, y luego sigues.
Hipócritas, (...) ¡anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición! (Mc 7, 9).
Jesús tengo los días súper-llenos: clases de piano, de tenis, esgrima, equitación... Es la tradición en mi familia. Y como no quiero ser un hipó­crita de esos, también dedico tiempo a los demás. En el viejito del asilo que espera mi visita, en el pesado de mi hermano, en el niño al que doy catequesis... En ellos veo tu «imagen y semejanza», que me enamora. Ahí me esperas…
Dile a Jesús que también le das tu tiempo y terminas.

Propósito: hacer obras de misericordia.

lunes, 8 de febrero de 2016

“Acariciar” a Dios en cada comunión

Colocaban a los enfermos en la plaza, y le rogaban que les dejase tocar al menos el borde de su manto (Mc 6,56).
Jesús, a veces me lleno de envidia por la suerte que tuvieron algunos de tus contemporáneos: oír tu voz, disfrutar de tu sonrisa, distinguir tus pasos... Se conformaban con poco, tan sólo con tocar el borde de tu manto y... ¡quedaban curados! Jesús y yo, que te recibo en la Eucaristía, no me conformo con tocarte, en cada Comunión quiero acariciarte con mis obras buenas en mi alma para que también me cures.
Jesús, ¡qué ganas tengo de comulgar! ¿Por qué no voy más a Misa?
Y los que lo tocaban se ponían sanos (Mc 6,56).
Jesús, ¿te acuerdas? Aquel chico de 15 años entristecido porque al asistir a la Santa Misa el domingo con toda su familia no pudo comulgar. Tenía en la conciencia haber cometido un pecado grave. Veía a los demás, sus papás, sus hermanos comulgar y sintió un gran vacío, un hambre de eucaristía, una gran necesidad de tener a Dios en el alma. Cuando poco después por la confesión recuperó la gracia, comentaba, con una sabiduría impropia de su edad, como Dios se había servido de esa tristeza, de ese vacío, para que valorara más lo que es la comunión, tener a Dios en el alma. Jesús, ¡qué suerte más grande tengo! En cada Comunión te hago mío, te como ¿Las aprovecho? En cada Comunión ¡toco a Dios!
Después de la Comunión me quedaré un ratito con Jesús, dando gracias.

Propósito: acariciar a Dios en mi alma cada vez que comulgue.

domingo, 7 de febrero de 2016

Duc in altum!, ¡Mar adentro!

Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando aca­bó de hablar, dijo a Simón: —¡Rema mar adentro! (Duc in altum!) (Lc 5,3-4).
Jesús, la brisa de aquella tarde era una delicia. Todos, apretados en la orilla del lago, embelesados, no perdían Palabra. ¡Qué buena idea la de subirte a la barca de Pedro! La gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la Palabra de Dios (Lc 5,1-11). ¡Y qué bien oían! Hasta que llegó aquel Duc in altum!, ¡Rema mar adentro! San Juan Pablo II lo cogió al vuelo: Duc in altum! donde el mar es más profundo, donde el misterio del amor de Dios abre delante de vosotros espacios maravillosos, que no bastará una entera vida para explorar” (9.VI.01). Jesús quiero adentrar­me en el mar “inabarcable” del Amor de Dios.
Dile a Jesús que quieres ser explorador del “Mar del Amor de Dios”
¡Rema mar adentro y echad las redes para pescar! Simón contestó: Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las re­des (Lc 5, 4-5).
Pedro era el “experto”; si de algo sabía era de peces y pesca: ¿cómo pescar de día? Pero, por tu palabra, echaré las redes. Confío en Jesús y vino el milagro. Jesús, yo, a veces confío, más en mi mismo, de mi cri­terio que de Ti. Pero como San Pedro me meteré mar adentro en la vida interior y echaré las redes en el apostolado.
Sueña con “pescas milagrosas” y terminas

Propósito: remar mar adentro.

sábado, 6 de febrero de 2016

No te dejo ni a sol ni a sombra, ¡siempre contigo!

Y les dice: —Venid vosotros solos a un lugar apartado, y des­cansad un poco (...) Y se marcharon en la barca a un lugar apartado ellos solos (Mc 6, 32-33).
Pobrecitos. Los discípulos debían estar cansadísimos... Jesús, ¡cómo te preocupas por tus apóstoles! ¡Cómo les cuidas!... ¡Cómo también me cuidas a mí! A Pedro, cuando estaba muy cansado, quizá se le rizaban las barbas y a Mateo tal vez le brillaba un poco más la calva. Son de­talles que sólo perciben los ojos de los que aman. Y Tú, Jesús, te dabas cuenta enseguida: Eres un padre con ojos y corazón de madre. Eres misericordioso.
Cuéntale lo cansado que estás para que te reserve sitio en su barca.
Venid a mí todos los que estéis cansados y agobiados (Mt 11, 29).
Eso va por mí, diría San Pedro; ¡Y por mí!, añadió el de la calva reluciente. Venid vosotros solos a un lugar apartado. Y te los llevaste, no a cual­quier sitio, sino... ¡de crucero! ¡De crucero en la barca de Pedro por el Mar de Galilea! Con la mejor compañía Naviera Petrus. Y se marcharon en la barca a un lugar apartado ellos solos. Ellos solos con Jesús, la mar de contentos. Y harían Surf y esquí acuático y se lo pasarían bien: Mateo, por favor échate un poco de protector solar en la calva…, diría Jesús.
Dile a Jesús que nunca le vas a dejar solo ni a sol ni a sombra.

Propósito: irme de crucero con Jesús. Es decir, aprender a descansar en Dios.

viernes, 5 de febrero de 2016

No perder la cabeza

Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magna­tes, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey dijo a la joven: pídeme lo que quieras, que te lo doy (Mc 6, 14-29).
Jesús, ¡vaya fiestita de cumpleaños! Acabó fatal. Qué contraste: el ma­yor nacido de mujer, un hombre justo y santo, va a morir para satisfacer el capricho de otro hombre ridículo, lleno de vacío, supersticioso, cruel e impuro. Seguramente Herodes estaría bebido: sólo coger el punto, diría. La mezcla del alcohol y sexo tiene consecuencias imprevisibles: violencia, egoísmo, aborto, dolor. ¿No seré yo también con mi presencia y mi silencio cómplice de tanto asesinato en esas fiestas?
Que no me olvide de los pecados de omisión: el que calla, otorga.
Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista (…) Lo decapitó en la cárcel, trajo la ca­beza en una bandeja y se lo entregó a la joven (Mc 6, 14-29).
Jesús, aquella adolescente alocada perdió la cabeza y pidió la cabeza de San Juan Bautista, como podía haber pedido un caballo, un perrito o un anillo. ¡Vaya adolescencia tenía la criatura! Quizá pensaba que era una artista. Y, ¿qué tiene de malo danzar? No era del todo consciente que con su forma de bailar, y de vestir inflamó las pasiones de Herodes. Y yo, ¿soy consciente?
Mi forma de vestir, bailar, hablar, puede ser causa de que otros pequen. Háblalo con Jesús.

Propósito: no perder la cabeza.

jueves, 4 de febrero de 2016

Que llevasen sandalias de repuesto

Jesús llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos (...) Les encargó que llevaran para el camino un bastón (…) que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto (Mc 6, 7-9).
No era dinero, ni una maleta, ni una túnica nueva... Era sólo una sencilla caja de zapatos, pero con una nota desconcertante: Qué hermosos son sobre los montes los pies de los que llevan el Evangelio (Is 52,7). Aquel sacerdote, recién ordenado, abrió el regalo y encontró mucho más que un par de zapatos. Ahí dentro estaba todo un programa para su vida de apóstol; y entendió lo de las sandalias de repuesto. Pies, ¿para qué os quiero? ¿Para dar patadas y poner zancadillas? Nooo...; ―Para llevar el Evangelio a todo el mundo, ¿para qué sino?
Dile a Jesús que puede contar con tus manos, con tu boca y tus pies…
Jesús se levantó de la cena, se quitó la túnica, tomó una toa­lla y se la puso a la cintura. Después echó agua en una jofai­na, y empezó a lavarles los pies a los discípulos (Jn 13, 4-5).
Jesús, me conmueve cómo cuidabas a tus apóstoles. Lo que lavabas no eran precisamente piecitos de niño; eran pies sucios y polvorientos, cargados de largas caminatas por Palestina. Quizá decías: Qué hermo­sos son los pies... mientras los besabas, también los de Judas. Jesús, mis patas, quiero que sean tus pies que te lleven a todo el mundo.
Buscar pies, no tres pies al gato, ni pies de foto, sino pies que lavar.

Propósito: dárselo todo a Jesús.

miércoles, 3 de febrero de 2016

Todo lo ha hecho bien

¿No es éste el carpintero, el hijo de María? (Mc 6,3).
Jesús, tus paisanos te reconocen enseguida por tu oficio. Las puertas y ventanas de Nazareth siempre cierran bien y son bonitas; las mesas y sillas no están cojas y son cómodas; alacenas, cunas, hasta una mece­dora para la Virgen... de todo. Y todo lo ha hecho bien (Mc 7,37). Jesús, quiero ser como Tú y me propongo: sacar las mejores notas que pueda, poner la mesa sin que me lo digan, ayudar a mis hermanos pequeños con las tareas. ¿Qué más?
Dile qué cosas estás dispuesto a hacer bien.
¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? (Mc 6,2).
Jesús, tus paisanos no salen de su asombro. —Pero si le hemos visto jugar en la plaza con todos los niños, ir a por agua a la fuente, pescar cangre­jos en el río... No les cabía en la cabeza que alguien tan normal hiciera milagros, fuera Dios. Jesús, ahora nos pasa al revés: muchos dudan que Dios pueda ser tan normal, tan cercano, que te interese el fútbol o Star Wars. Jesús, eres perfecto Dios pero también perfecto Hombre.
Además hoy es Virgen de Suyapa, dos millones de personas la vienen a ver, así que me anímate a pedirle a la Virgen que te ayude a ser normal, es decir a luchar por ser santo.

Propósito: lo normal es querer ser santo.

martes, 2 de febrero de 2016

La Presentación del Señor. El Niño iba creciendo

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la Ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para pre­sentarlo al Señor, como está mandado en la Ley del Señor (Lc 2, 22-23).
Jesús, tus papás José y María -que te querían mucho- te llevaban al Templo de Jerusalén. A mí también mis papás -que me quieren mucho-me llevan cada domingo a Misa. Pero no lo hacen porque si, sólo por cumplir la ley, por el cumplimiento (cumplo-y-miento), sino por Amor a Dios. Jesús, en la Eucaristía me esperas para alimentar mi alma. ¡Sufres tanto con las almas desnutridas, raquíticas. Y cómo gozas con las almas gorditas, como la mía, bien alimentada, con tu Cuerpo.
Pide por todas las familias que conozcas para que lleven a los hijos a Misa.
El Niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sa­biduría; y la gracia de Dios lo acompañaba (Lc 2, 22-40).
—Llevo 20 años yendo a Misa y no me acuerdo de ninguna homilía. Eso de ir a Misa ¡no sirve para nada!, se justificaba así aquel hombre. Y su amigo le explicó: -Llevas 20 años comiendo 3 veces al día y ni siquiera puedes recordar lo que has comido hoy. Pero si no te hubieras alimen­tado cada día, ahora estarías muerto. Jesús, gracias por alimentarme cada semana.
Reza despacio una Comunión Espiritual.

Propósito: tener el alma gordita.

lunes, 1 de febrero de 2016

En Cerdilandia huele mal

Ellos le rogaban que se marchase de su país (Mc 5,17).
Te echan; Jesús, te piden que te marches de su país, del país de los cerdos. ¡Qué fuerte! Los habitantes de aquel lugar Cerdilandia, no te quieren, prefieren vivir con los cerdos o como cerdos. Lo mismo le pasó al Hijo Pródigo: se alejó de su Padre y acabó también en Cerdilandia, cuidando cerdos. Jesús yo no quiero vivir en el país de los cerdos: series de TV, películas sucias, ambientes raros, amistades puercas. Ahí huele mal, ahí no puedes estar Tú… ¿y yo?… ¡tampoco!
Dile a Jesús que pase por tu corazón y que lo limpie.
Mientras se embarcaba, el endemoniado le pidió que lo ad­mitiese en su compañía. Pero no se lo permitió, sino que le dijo: −Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo por su misericordia (Mc 5, 18-19).
Los santos son los que se rebelan, así escribió San Josemaría: ¡Qué pena dan esas muchedumbres -altas y bajas y de en medio- sin ideal! -Causan la impresión de que no saben que tienen alma: son... manada, rebaño..., piara. Jesús: nosotros, con la ayuda de tu Amor Misericordioso, convertiremos la manada en mesnada, el rebaño en ejército..., y de la piara extraeremos, purificados, a quienes ya no quieran ser inmundos (Camino 914).
Del cerdo me interés el jamón, el chorizo, la chuleta… no su cochina vida.

Propósito: nunca visitar ese país, ¡huele mal!