Mira, si quieres
entrar en la vida, guarda los mandamientos (Mt 19, 17).
A mí me han enseñado desde chiquito los mandamientos. Me los tuve
que aprender por primera vez para hacer mi primera comunión. Después me los
volví a aprender porque hubo examen de eso y sólo me los sabía pero en
desorden. Según yo daba igual el orden, como en la suma o en la multiplicación:
el orden de los factores no altera el resultado. Hasta que entendí que los
mandamientos no eran reglas frías, eran toda una estrategia de amor. Creo en
medio de todo, si algo me hace ilusión es quererte más cada día.
Pídele ayuda a Jesús para no sólo
saber los mandamientos sino también vivirlos.
Si quieres llegar
hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres –así tendrás un
tesoro en el cielo– y luego vente conmigo (Mt 19, 21).
Lo primero está “regalado”, Jesús. No tengo nada, y lo que tengo
está roto o desgastado porque, como dice mi mamá, no cuido mis cosas. Dinero,
no tengo. Siempre me mandan lonchera (sí, incluso en bachillerato le hacen a
uno pasar vergüenza). Aunque ahora que lo pienso, me queda mi tiempo, mis
aficiones, mis gustos, mis videojuegos. En el fondo, me queda toda mi vida.
Tómala, pero tómala duro porque soy mero necio y quizá te la quiera quitar de
vuelta.
Entrégate a Jesús, con todo y
“orejas”, como dicen los papás.
Propósito: No ser tacaño de mí mismo.