miércoles, 31 de enero de 2018

Verdaderamente poderoso

¿No es éste el carpintero, el hijo de María? (Mc 6,3).
Jesús, tus paisanos te reconocen enseguida por tu oficio. Las puertas y ventanas de Nazareth siempre cierran bien y son bonitas; las mesas y sillas no están cojas y son cómodas; estanterías, cunas, hasta una me­cedora de diseño para la Virgen... de todo. Y todo lo ha hecho bien (Mc 7,37). Jesús, quiero ser como Tú y me propongo: sacar las mejores notas que pueda, poner la mesa sin que me lo digan, ayudar a mis hermanos pequeños con los deberes. ¿Qué más?
Dile qué cosas estás dispuesto a hacer bien pero de verdad.
¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? (Mc 6,2)
Jesús, tus paisanos no salen de su asombro. Pero si le hemos visto jugar en la plaza con todos los niños, ir a por agua a la fuente, pescar cangre­jos en el río... No les cabía en la cabeza que alguien tan normal hiciera milagros, fuera Dios. Jesús, ahora nos pasa al revés: muchos dudan que Dios pueda ser tan normal, tan cercano, que te interese el fútbol o la música. Jesús, eres perfecto Dios pero también perfecto Hombre. ¡Qué bien me entiendes! ¿Eres del Barça o del Madrid? Bueno, mejor no me contestes que me puedo poner a discutir.
Tararea a Jesús tu canción preferida y pregunta si le gusta.

Propósito: cantarle algo a Jesús.

martes, 30 de enero de 2018

¡La niña, la niña!

Viene uno de los jefes de la sinagoga (...) se postra a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: Mi hija está en las últi­mas. Ven, impón tus manos sobre ella para que se salve y viva (Mc 5, 22-23).
Jesús, ¿cuánto han rezado por mí mis padres?: en los 9 meses de emba­razo, las veces que he andado en el hospital, o cuando he estado mal portado –aunque casi nunca se enteran–. Y yo, así de malagradecido, que rezo por mis padres sólo lo justo. San Josemaría, de muy peque­ño, estaba desahuciado por los médicos, –pensaban que moría esa noche–, y su mamá se lo pidió a la Virgen, e hizo una promesa de ir en peregrinación de penitencia a la Ermita de Torreciudad… Mi madre y mi padre me quieren un montón, pero sé que Tú, Dios mío, me quieres más que todos las madres del mundo juntas.
Piensa cuánto y cuántas personas han rezado por ti.
Y tomando la mano de la niña, le dice: “Talita qum”, que sig­nifica: Niña, a ti te digo, levántate. Y en seguida la niña se le­vantó y se puso a andar, pues tenía doce años (Mc 5, 41-42).
Y S. Josemaría amaneció saltando en la cuna, y Dª Dolores cumplió su promesa a Ntra. Señora, y con los años decía a su hijo “la Virgen te salvó para algo grande”. Todo lo que Tú tienes pensado para mí, y lo que han rezado y rezan mis padres es para algo grande. Espero que mis padres no se asusten si no es lo que ellos tienen planeado...
¿Qué planes grandes tienes para mí, Señor?

Propósito: hoy voy a rezar más por mis papás.

lunes, 29 de enero de 2018

Cerdos voladores

Se pasaba las noches enteras y los días por los sepulcros y por los montes, gritando e hiriéndose con piedras (Mc 5, 5).
Jesús, gracias a mis padres que me bautizaron pronto he pasado mu­cho tiempo en gracia de Dios, pero a veces siento al cachudo que me quiere dominar, y cuando lo consigue no sólo te ofendo a Ti, sino que me hago daño a mi mismo. Cuando pierdo el tiempo en casa –casi un mes ya de clases y aún no me he puesto las pilas para estudiar todo cada día–, cuando molesto en clase, cuando navego sin parar a la hora de dormir –a veces ahogándome– y a la mañana siguiente no me puedo levantar...
¡Señor, no quiero hacerte daño, no quiero hacerme daño!.
Había allí ... una gran piara de cerdos paciendo (...) y corrie­ron por la pendiente hacia el mar, donde se iban ahogando (Mc 5, 11.13) (Mt 8, 31).
Jesus, antes pensaba que si yo me libraba de pecar, era buen hijo de Dios. Pero entendí luego, que ser buen hijo de Dios conlleva ayudar a que los que conviven conmigo también estén cada vez más cerca de ti. Antes, quería echarlos al mar a todos, con sus marranadas, malas expresiones y vulgaridades. Ahora, quiero, Jesús, con tu gracia, no arro­jarlos al mar por un precipicio, sino llevarlos al cielo como yo quiero ir: por medio del trabajo, del servicio, con los sacramentos, y con la alegría que Tú me das… así se irán los demonios, así se convertirán los cerditos en soldaditos de mi Dios.
Jesús quiere que le ayudes a convertir cerdos en ovejas.

Propósito: Buscar algún cerdito para volverlo oveja.

domingo, 28 de enero de 2018

Duele, pero es tu bien

Jesús le ordenó: “¡Cállate y sal de ese hombre!” El Espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un alarido, salió de él (Mc 1, 25-26).
Con qué fuerza, Jesús, arremetes contra el mal que hacía sufrir a aquél hombre. Me recuerda una cosa que pasó hace unos años. Fuimos de excursión con el colegio a un balneario. Cerca de uno de los colum­pios, había un panal. Cuando iniciaron a usar los juegos, las abejas, que vivían en toda la estructura del juego, atacaron a los niños. Unas maestras corrieron tras los niños que huían despavoridos de las abejas. Daban como de golpes con su suéteres a los niños. Los niños lloraban, pero finalmente, las abejas cayeron casi todas muertas, y los niños con picaduras fueran atendidos por unos socorristas de la Cruz Roja.
Pídele a Jesús que por tu bien, si es necesario use la fuerza.
Todos quedaron asombrados y se decían unos a otros: “¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva llena de autoridad! ¡Manda in­cluso a los espíritus inmundos y éstos lo obedecen!” (Mc 1, 27).
No sé si en tus tiempos pasaba, Jesús, que de pronto, uno siente que los malos son la mayoría. El año pasado, tenía unos amigos que me acompañaban a la capilla a visitarte; y en cuestión de meses, cam­biaron muchísimo: hacen chistes de la Iglesia; ven cosas inapropiadas en sus teléfonos (sí, y siento de tan corta edad). Me he llegado a sentir solo. Pero he descubierto, que no son la mayoría. Que los niños buenos somos más.
Pide a Jesús por tus amigos, para que nunca dejen al Señor.

Propósito: ser mejor amigo.

sábado, 27 de enero de 2018

Nos embarcamos

Se levantó un fuerte huracán y las olas rompían contra la bar­ca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido (Mc 4, 37-38).
Jesús, estabas agotado: largas caminatas de un sitio para otro, predi­cando a las multitudes, curando enfermos, cuidando de tus discípulos... Fue sentarte un momento y quedarte dormido, tan profundo, que ni el rugir de las olas te despertaban. ¿Con qué soñabas? Quizá conmigo... ¿y por qué no? Dulces sueños de cosecha madura, y de pescas milagro­sas, y de tesoros escondidos en los que “yo” soy protagonista ¡¡Scchsss...!! ¡Que nadie le despierte! Está descansando.
¿Te das cuenta que Jesús sueña contigo?
Lo despertaron, diciéndole: Maestro, ¿no te importa que nos hundamos? Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: ¡Silencio, cállate! (Mc 4, 38-39)
La barca de Pedro, una vez más, a punto de zozobrar, y Dios, una vez más, parece dormido. Y el grito, una vez más, de los discípulos: “¿No te importa que nos hundamos?” Jesús, que las cosas están muy duras; que de ésta no salimos; que son muchos los enemigos de tu Iglesia; que se pierden muchas almas... “Él les dijo: (...) ¿Aún no tenéis fe?”. Y una vez más “el viento cesó y vino una gran calma”. Y la barquichuela de Pedro una vez más, sigue como siempre, navegando contra viento y marea.
Y en esa pequeña barca, vas tú….

Propósito: Preguntarme qué cosas sueña Jesús de mí.

viernes, 26 de enero de 2018

Jesús, que entienda bien porfa

Con muchas parábolas parecidas les exponía la Palabra, acomodándose a su entender (Mc 4, 33)
Jesús, te doy gracias porque te acomodas a mi entender, pero a veces, ¡a Ti, no hay quien te entienda! No porque sea absurdo lo que me dices, sino porque un Dios tan grande no puede caber en una macetita como la mía. ¡Qué Dios más pequeño si cupieras! “A sus discípulos se lo expli­caba todo en privado” (Mc 4, 34). Jesús, a mí dame tutorías, y cuando entiendo un poco, sólo un poco, ¡qué alegría! Porque tus Misterios, Jesús, no son muros infranqueables, sino mares inabarcables en los que me interno y profundizo cada vez más.
Dile tus Misterios preferidos: Eucaristía, Trinidad, los del Rosario
Les dijo también: “¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? (Mc 4, 30).
Qué esfuerzo el tuyo, Jesús. Pero es que de verdad lo necesito. Me acuerdo de una película, donde salía un personaje que vivía en un país extranjero. El personaje no entendía el idioma, pero necesitaba trabajar. Lo contrataron en un restaurante. El dueño le explicó lo que debía hacer. El personaje asintió. El dueño le dijo que repitiera lo que le había explicado. El personaje volvió a asentir. El dueño se extrañó. Le preguntó si hablaba el idioma, y el personaje asintió una vez más. Conclusión, el personaje no tenía ni idea de lo que le decían, y no hacía más que asentir. Que a mí no me vaya a pasar esto contigo, Jesús.
Pon atención a lo que te dice Jesús. Son cosas muy importantes.

Propósito: pedir tutoría en la oración.

jueves, 25 de enero de 2018

Modo silencio

El que tenga oídos para oír que oiga (Mc 4, 23).
Jesús, en las pasadas fiestas de fin de año, me llevaron mis papás a pasear por unos lugares increíbles. Me dijeron que no me trajera mis audífonos, porque íbamos a escuchar los sonidos de la naturaleza. Al inicio, yo no escuchaba nada. ¿Los sonidos de la naturaleza no suenan a nada?, pensé indignado. Pero poco a poco, la vista, el silencio, me hizo recordar al Hijo Pródigo que solo y en el silencio, debajo de una encina, “recapacitó”. En el silencio del campo y en el del Sagrario se oye bien a Dios, porque Tú hablas bajito, y hay que tener bien abiertos los oídos del alma...
A Jesús se le escucha mejor en el silencio.
A la mañana, mucho antes de amanecer se levantó, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba (Mc 1, 35).
Jesús, Tú también necesitabas, como del agua y del oxígeno, de esos momentos de silencio, de soledad para hablar con el Padre. A mí me pasa igual: necesito hablar contigo, platicarte sin pala­bras que llenen los silencios. No podemos olvidar, como escribe San Josemaría que “el silencio es como el portero de la vida interior” (Camino 281). Jesús, el silencio es un frágil tesoro que quiero rega­larte: lo guardo con cuidado para que Tú me hables, sabiendo que cualquier palabra lo puede romper.
Dar a Jesús cada día unos minutos del “frágil” tesoro de mi silencio.

Propósito: Poner en modo silencio mi alma un par de veces al día.

miércoles, 24 de enero de 2018

Semillitas

Al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pája­ros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, (...) cuando salió el sol, se abrasó. (..) Otro poco cayó entre zarzas que crecieron y lo ahogaron (Mc 4, 3-7)
Jesús, yo de plantas y flores, no sé mucho. En mi casa son todas plásticas –por eso de las alergias y los insectos; además, así no hay que regarlas–. Pero de igual manera ¡qué pena por las semillas!: se las comieron, se abrasaron y se ahogaron. Sospecho que estás hablando de las almas. ¿Se pueden comer las almas? ¿A qué saben? ¿Y quemar y ahogar? Parece que sí: “Viene Satanás y se lleva la palabra sembrada”(Mc 4, 15). Jesús, el demonio está muy activo; ¡no me dejes caer en la tentación!
Piensa si no te estarás poniendo como carnada para el Diablo.
El resto cayó en tierra buena; nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno (Mc 4, 8)
¡Sólo una vida!: “Que tu vida no sea una vida estéril. –Sé útil. –Deja poso. –Ilumina, con la luminaria de tu fe y de tu amor. Borra, con tu vida de apóstol, la señal viscosa y sucia que dejaron los sembradores impuros del odio. –Y enciende todos los caminos de la tierra con el fuego de Cristo que llevas en el corazón” (S. Josemaría, Camino 1). Y además como cantaban hace tiempo, “sólo se vive una vez…”.
Imagina lo mucho que puedes dar fruto con tu vida

Propósito: ser buena tierra para lo que Dios quiera de mi.

martes, 23 de enero de 2018

De la familia de Dios

En aquel tiempo, llegaron a donde estaba Jesús, su madre y sus parientes; se quedaron fuera y lo mandaron llamar (Mc 3, 31).
El papel que María en la vida de Jesús es impresionante. María nunca te dejó sólo Jesús. Eso era algo impensable para quién con tanto amor te había acogido en su seno, educado y visto crecer en gracia y sabiduría. Así son las mamás. Y mi mamá no se enoja que, más increíbles aún es la mamá de Jesús. Le oí decir a unos señores en una cola del banco (metido que es uno), que a veces duele descubrir que al crecer uno se olvida de mamá. Yo no quiero que me pase eso, Jesús. Menos aún con mi Madre la Virgen.
¿Qué práctica de piedad mariana hay en tu vida?
El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre (Mc 3, 35).
Somos parte de tu familia, Jesús. Y esos lazos se estrechan aún más cuando uno es obediente. Tiene sentido. Tengo algunos compañeros de clase que no se llevan muy bien con sus papás. Son algo “díscolos”, dice un profesor algo mayor que tenemos. Es decir, que no se portan bien, hacen desorden, no entregan tareas, etc. Ese mal comportamien­to hace que luego no sientan tanta confianza para hablar con sus pa­pás y contarles sus cosas. Creo que lo mismo pasa con nuestro Padre Dios. Jesús, voy a procurar siempre ser bien portado, para no perderte la confianza.
¿Te das cuenta que lo de la obediencia tiene mucho sentido?

Propósito: imitar a la Virgen María en la prontitud con la que obedeció.

lunes, 22 de enero de 2018

Para servir, servir

Los escribas que habían venido de Jerusalén decían acerca de Jesús: “Este hombre está poseído por Satanás, príncipe de los demonios, y por eso los echa fuera”. (Mc 3, 22).
La historia de siempre. Ven que haces el bien, y empiezan a dudar para averiguar cuál es el interés que uno tiene. Una vez me enojé con mi mamá, Jesús. Un domingo, me levanté temprano, la ayudé a preparar el desayuno, y cuando ya estaba la mesa puesta y todo, me dijo: “te felicito; ahora decime, ¿qué quieres?”. No creía que la hubiera ayudado así porque sí. Me enojé mucho. En la tarde me fue a buscar a mi cuarto, y me pidió disculpas. Me dio las gracias, y me animó a seguir con esa actitud.
¿Eres de los que ayuda a los demás por interés?
Yo les aseguro que a los hombres se les perdonarán todos sus pecados y todas sus blasfemias. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, nunca tendrá perdón; será reo de un pecado eterno (Mc 3, 28-29).
¡Uy! ¡Eso sí está serio! ¿Cómo es posible que uno llegue a cometer ese pecado tan horrible, para no cometerlo? Jesús, entiendo que lo que más te duele es que no dude de tu amor; y piense que en el fondo, hasta tú mismo tienes algún tipo de interés. ¿Cómo se puede pedir perdón a alguien cuando uno no cree que esa persona le pueda perdonar? Pues por ahí va la cosa. Jesús, que yo siempre confíe en tu amor.
El Espíritu Santo es el Amor entre Dios Padre y Dios Hijo

Propósito: hacer algún servicio sin pedir nada a cambio.

domingo, 21 de enero de 2018

A los peces, se les pesca por la cabeza

Decía: “El plazo se ha cumplido. El Reino de Dios está llegan­do. Conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1, 15).
No soy muy entendido en eso de los reinos. Me suena a Clash Royal o a Game of Thrones (que ya me regañó mi mamá por estar viendo la serie). Lo que sí me ha quedado más o menos claro; por otra serie que ve mi mamá; es que un rey manda y tiene un territorio. Jesús, quisiera que vinieras a mi territorio: mi alma, mi vida escolar, mis relaciones de amis­tad con compañeros y vecinos; y, les pusieras en medio de todo ello tu estandarte. Esas insignias reales que dejan claro a quién se asoma, que aquí mandas tú. En ese reino, habría una reina: la Virgen María.
Invita a María a ser la reina de la aventura de tu vida.
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que estaban echando las redes en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: “Vengan conmigo y los haré pes­cadores de hombres” (Mc 1, 16-17).
Claro, estaba tan emocionado pensando en lo de montar un reino, y casi me olvido de esto tan importante. Es un reino que se extiende con amor, con misericordia. Ese es el anzuelo. Somos todos unos peces de­seosos de ese alimento. Nuestros pobres corazones te necesitan, Jesús. En mi clase, puedo ser pescador de hombres como Pedro, cuando hago un favor con una sonrisa; cuando soy buen amigo, y perdono si alguno se pone algo pesado algún día.
Hay una gran pesca esperándote.

Propósito: ir de pesca.

sábado, 20 de enero de 2018

San Sebastián, mártir

Jesús entró en una casa con sus discípulos y acudió tanta gente, que no los dejaban ni comer (Mc 3, 20).
Hoy la Iglesia recuerda aun gran Martir: San Sebastián. Era soldado ro­mano, pero cuando se supo que era cristiano, fue condenado primero a ser muerto a flechazos, pero como sobrevivió, lo terminaron azotan­do hasta darle muerte. Los mártires son personas que te imitan, Jesús. Renuncian a su propia vida por amor a ti y a los demás. Eso de renunciar a algo, o negarse en algo, a mí a veces me cuesta un poco. Soy algo “caprichosito” dice mi mamá. O como decía San Josemaría, me dejo llevar por la “ley del gusto”; es decir, hago lo que mi gusto manda.
¿Has pensado cuántas cosas buenas pierdes por caprichoso?
Al enterarse sus parientes, fueron a buscarlo, pues decían que se había vuelto loco (Mc 3, 21).
Jesús se volvió loco. Así pensaban algunos de tus parientes. Quizás, al verte sin tiempo ni para descansar o comer por ayudar a las personas, o sanar enfermedades, se llevaban las manos a la cabeza y decía “qué locura es esta”. Lo mismo decían algunos amigos de San Sebastián, cuando después de sobrevivir a las flechas, siguió dando testimonio de Jesús. La verdad es que sacrificarse por los demás, lo ven muchos como una locura. A mí, me gustaría tener un poco de esa locura. Poderme comer el brócoli o la cebolla sin remordimientos; levantarme puntual sin hacer ningún show; ponerme a hacer mis tareas a tiempo.
Si se lo pides a Jesús, te hará un mártir de lo cotidiano.

Propósito: comer brócoli.

viernes, 19 de enero de 2018

Platicar con Papá

Jesús subió a la montaña (Mc 3, 13).
Muchas veces, en el Evangelio, se cuenta que Jesús se aparta a orar. ¿Cómo habrán sido esas conversaciones entre Dios Hijo y Dios Padre? Seguramente, habrán tenido la misma confianza con la que me siento cuando, en el asiento del copiloto, me pongo a platicar con mi mamá o papá en el carro. A veces hablamos de cosas importantes, otras simplemente les cuento de un gol que metí, o cosas del día a día. Hablamos de tantas cosas… siempre y cuando, no me quite el asiento alguno de mis hermanos.
Para hablar con Jesús, nadie te va a quitar el lugar.
Designó entonces a doce, a los que llamó apóstoles para que estuvieran con él y para mandarlos a predicar con poder de expulsar a los demonios. (Mc 3,14).
Una vez me enojé porque mi mamá no me quiso tomar en cuenta para unos mandados que tenía que hacer. Eso me cayó mal. Cuando regre­só, le reclamé. Mi mamá y yo nos tenemos mucha confianza. Entonces me explicó que ya eran varias las veces que me daba encargos o me pedía favores y no los cumplía. Así que mientras no cambiara, no me encargaría más cosas. Por lo visto no había perdido la confianza en mí, simplemente, yo me había puesto en una situación en la que de mo­mento no se me podía confiar nada. Jesús, no quisiera que me pase eso contigo.
Proponte cumplir las pequeñas cosas de cada día para que Jesús pueda confiar en ti.

Propósito: sentarse en el sillón de adelante, del carro de papá-Dios.

jueves, 18 de enero de 2018

Correr detrás suyo

En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del lago, seguido por una muchedumbre de galileos (Mc 3, 7).
Todos quieren ir detrás de ti, Señor. Yo también quisiera ser de esos que van detrás de ti. ¿Cómo puedo hacer para seguirte más de cerca? ¿Cómo puedo hacer para ser un discípulo tuyo? Lo primero quizá sea encontrarte. Te encuentro a través de estos ratos de oración, en silencio. Pero también estás fuera, en las calles, en el colegio, en mi casa. Estás esperándome en las personas necesitadas, en los pobres, en los mendi­gos, en los ancianos. Me esperas en las personas que caen mal, en los aburridos, en los que necesitan ayuda.
Sal en búsqueda de Jesús. Está esperando en alguien de tu familia.
Jesús había curado a muchos, de manera que todos los que padecían algún mal se le echaban encima para tocarlo (Mc 3, 10).
Cuando por fin uno te encuentra, Jesús; ya no quiere dejarte. Si salimos a buscarte en las personas necesitadas, como los ancianos de un asilo, o los niños pobres de un hospital, aquello llena de una forma íncreible. Gracias Jesús por quedarte en las personas necesitadas; así nos damos cuenta que hasta el más torpe, tiene algo para dar a los demás. Dame valor para vencer la pereza que me lleva a decir que no cuando me invitan a realizar alguna obra de misericordia.
Cuando encuentras a Jesús, en el más necesitado, inicia la felicidad.

Propósito: buscar a Jesús en alguna persona necesitada.

miércoles, 17 de enero de 2018

Haga caso, mijo

En aquel tiempo entró Jesús en la sinagoga, donde había un hombre que tenía tullida una mano. Los fariseos estaban espiando a Jesús para ver si curaba en sábado y poderlo acusar. (Mt 3, 1-3).
Aquí vienen de nuevo los fariseos y sus cuadriculeses. Realmente sienten que las reglas son más importantes que las personas. La verdad, Jesús, es que a mí, a veces me pasa al revés… o bueno, de manera distinta: me valen las reglas y las indicaciones de los mayores, y sólo pienso en mi antojo o mi gusto. Se me olvida que las reglas están para algo, y casi siempre, para que haya orden y armonía.
¿Cuándo fue la última vez que te saltaste una regla por tu antojo?
Entonces, mirándolos con ira y con tristeza, porque no que­rían entender, le dijo al hombre: “Extiende tu mano”. La exten­dió y su mano quedó sana (Mc 3, 5).
Me deja pensativo esa mirada tuya Jesús. Los miras con tristeza. Y todo es por no entender. Me recuerda lo que a veces me dice mi mamá cuando no hago caso: entienda mijo. Ese “haga caso hijo” que viene di­cho con una mezcla de “ira y tristeza”, como dice el evangelio. Mi mamá me quiere, y le enoja que no obedezca, y a la vez, le duele porque sabe que las cosas que me manda son por mi bien.
¿Te has peleado alguna vez con tus papás por no hacerles caso? ¿Les has pedido disculpas?

Propósito: obedecer a la primera.

martes, 16 de enero de 2018

Coherencia y ejemplaridad

Un sábado, Jesús iba caminando entre los sembrados y sus discípulos comenzaron a arrancar espigas al pasar. Entonces los fariseos le preguntaron: “¿Por qué hacen tus discípulos algo que no está permitido hacer en sábado?” (Mc 2, 23).
¿Jesús, por qué tus discípulos cortaron las espigas? Quizá tenían hambre. No había un rótulo de “no cortar espigas”, pero los fariseos eran tan cua­drados y exagerados, que decían: cortar las espigas, es como trabajar, y en sábado no se trabaja. Les da igual si en realidad, estaban buscan­do simplemente algo de comer para mitigar el hambre. A ellos lo que les importan son las reglas, y la gente les vale muy poco. Jesús, yo también me siento así cuando me dicen que sería bueno que recogiera mi plato después de cena, y literalmente “recojo MI plato”.
Cuando se trata de ayudar y servir a los demás, no seas tan cuadrado.
El les respondió: “¿No han leído acaso lo que hizo David una vez que tuvo necesidad y padecían hambre él y sus compa­ñeros? Entró en la casa de Dios, en tiempos del sumo sacer­dote Abiatar, comió de los panes sagrados, que sólo podían comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros” (Mc 2, 25-26).
¡Eso es! Ahí les va la respuesta de Jesús. Hasta el gran rey David había hecho algo similar. Y los discípulos estaban con alguien más grande que David. Cuando estoy con el prójimo, también estoy contigo Jesús.
No te conformes con hacer tus encargos, ayuda a los demás.

Ayudar en mi casa haciendo un encargo que no me tocaba.

lunes, 15 de enero de 2018

Tela nueva y ropa nueva

En una ocasión en que los discípulos de Juan el Bautista y los fariseos ayunaban, algunos de ellos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Por qué los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan, y los tuyos no?” (Mc 2, 18).
Es divertido pensar que hay gente que se malmata por cosas que no valen la pena. He conocido compañeros de clase que no comparten nada de tiempo con su familia por hacer las tareas; o incluso, no hacen obras de caridad, ni ayudan en la parroquia. Les va bien en las notas, pero a costa de perder su familia, y tantas cosas más. Aunque los hay peores, que ni sacan buenas notas, ni están con su familia, y al final re­prueban. Hay tiempo para todo, me dijo mi mamá, una vez.
Debes ser buen estudiante, pero si dejas de lado a Dios por tu estudio, no eres buen estudiante.
Nadie le pone un parche de tela nueva a un vestido viejo, porque el remiendo encoge, rompe la tela vieja y se hace peor la rotura. Nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino rompe los odres, se pierde el vino y se echan a perder los odres; a vino nuevo, odres nuevos (Mc 2,21-22).
Me imagino, Jesús, que los logros de nuestra vida son la tela nueva, pero si nuestra vida no está llena de obras buenas de servicio y amor a los demás, al final somos como trapos viejos. De qué sirve tela nueva para remendar, si la ropa ya está toda vieja y raída.
Tu estudio es una forma de servir a los demás.

Propósito: ofrecer el esfuerzo de mi estudio a Dios.

domingo, 14 de enero de 2018

En Misa: modo avión

En aquel tiempo, estaba Juan el Bautista con dos de sus dis­cípulos y, fijando los ojos en Jesús que pasaba, dijo: “Este es el cordero de Dios”. Los dos discípulos lo oyeron decir esto y siguieron a Jesús. (Jn 1, 35-37).
Cuando escucho estas palabras del Evangelio, no sé por qué, pero me voy con la imaginación a la Santa Misa. El Sacerdote levanta la hostia, justo antes de la Comunión. Nos la muestra partida, entre sus manos, a punto de ser consumida. Es Jesús, el “cordero de Dios”. Como el Cordero que comían los Israelitas en la noche de la Pascua. Un cordero que recordaba que los Israelitas habían sido liberados de Egipto. Este otro Cordero, en cambio, libera, pero del pecado.
Cada palabra, cada gesto de la Misa esconde un tesoro.
El se volvió hacia ellos y, viendo que lo seguían, les preguntó: “¿Qué buscan?” Ellos contestaron: “¿Maestro, donde vives?”. El les dijo: “Vengan lo verán”. Se fueron con él, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día (Jn 1, 38-39).
En la Misa, Jesús también pasa por delante nuestro. Lo hace con la Palabra, en la primera parte, cuando se hacen las lecturas; que dicho sea de paso, a veces me cuesta estar atento y no distraerme con el celular. Sale también a nuestro encuentro en el Pan. Es decir, cuando le recibimos en la comunión. Viene a nuestra casa, a nuestra alma; se queda con nosotros. Jesús, quiero cuidarte con más cariño después de comulgar.
Piensa en algunas palabras de cariño para decir al comulgar.

Propósito: no llevar el celular a Misa.

sábado, 13 de enero de 2018

Soy pecador, y qué

Jesús salió de nuevo a caminar por la orilla del lago; toda la muchedumbre lo seguía y él les hablaba. Al pasar, vio a Leví (Mateo), el hijo de Alfeo, sentado en el banco de los impues­tos, y le dijo: “Sígueme”. El se levantó y lo siguió. (Mc 2, 13-14).
Jesús, este es de mis partes favoritas del evangelio. Es también de las partes favoritas del Papa Francisco. Por un lado me resulta divertido pen­sar en Mate, distraído, contando su monedas en su banco de impues­tos; y por otro lado, tu, con tu mirada misericordiosa puesta en Mateo. Quizá a la primera, el muy creído de Mateo, ni habrá levantado la cabe­za. Quizá dijo: soy publicano, esto no puede ser conmigo. Pero no, era con él la cosa. Y te siguió, Jesús. ¡Te siguió!
Te has puesto a pensar que Jesús no anda buscando gentes especiales para que lo sigan. Podría estar buscándote a ti.
Viéndolo comer con los pecadores y publicanos, pregunta­ron a sus discípulos: “Por qué su maestro como y bebe en compañía de publicanos y pecadores?” Habiendo oído esto, Jesús les dijo: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos “ (Mc 2, 16-17).
Esta otra parte, también es de mis favoritas, porque yo me siento un pe­cador. No sé cómo se sentirán los demás, ni los que lean esto. Pero me llena de ilusión saber que Jesús pueda venir a mi casa, y sentarse a la mesa, porque soy uno que necesita de médico.
Así, para empezar, de qué necesitas curación.

Propósito: andar contento porque Jesús es mi amigo.

viernes, 12 de enero de 2018

Valentía de la buena

Y le quisieron presentar a un paralítico que iban cargando entre cuatro; pero, como no podían acercarse a Jesús por la cantidad de gente, quitaron parte del techo encima de donde estaba Jesús y, por el agujero, bajaron al enfermo en una camilla. (Mc 2, 3-4).
¡Qué personas más valientes! A pesar de la gran cantidad de gente que había, no les importó lo que fueran a opinar de ellos, y subieron a su ami­go al techo, para luego descolgarlo delante de Jesús. ¿Cuántas veces uno deja de hacer cosas buenas por miedo a lo que dirán los demás? Parece que el miedo a que hablan mal de uno, paraliza. Jesús, yo quie­ro ser de las personas que hagan el bien siempre, sin andar pensando en lo que van a decir los demás.
¿Qué obras buenas has dejado de hacer por vergüenza?
Le dijo al paralítico: “Yo te lo mando: levántate, recoge tu ca­milla y vete a tu casa”. El hombre se levantó inmediatamente, recogió su camilla y salió de allí a la vista de todos, que se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: “¡Nunca habíamos visto cosa igual!” (Mc 2, 11-12).
Una vez más, como ayer, la alegría vuelve a aparecer en escena. Alegría y admiración. Jesús, no sé por qué me cuenta tanto caer en la cuenta de la alegría hacer obras buenas. Y es verdad lo que dices en el Evangelio, las personas se quedan admiradas. No se lo creen. Piensan que uno algún interés tiene.
¿Has entendido por qué es tan importante servir a los demás?

Propósito: para hoy, una obra buena, pero de las de valientes.

jueves, 11 de enero de 2018

Alegría de la buena

Se le acercó a Jesús un leproso para suplicarle de rodillas: “Si tú quieres, puedes curarme”. Jesús se compadeció de él y, extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: “¡Sí quiero: sana!” (Mc 1, 40-41).
La lepra es una enfermedad sumamente contagiosa. En la época de Jesús no tenía cura. La piel se va pudriendo y el olor que esto produce hacía repugnante a los leprosos. Pero a Jesús, el mal olor no le importa, con tal de ayudar. A mi, Jesús, de pequeño me daba asco mi abuelito porque olía feo. Suena horrible, lo sé. Pero mi mamá me ayudó a que­rerle así, y le pude tratar con cariño hasta el día en que murió. No sé si hoy día aún sigo sintiendo “asco” por algunas personas. Pero quisiera quitármelo, Jesús.
¿Hay alguna persona que te de repugnancia?
Aquél hombre comenzó a divulgar tanto el hecho, que Jesús no podía ya entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares solitarios, a donde acudían a él de todas partes. (Mc 1, 45).
¡Qué contento se quedó el leproso, después de que Jesús lo curó! Hacer feliz a alguien es un sensación tan increíble, que una vez la has probado, quieres volverlo a intentar. La mirada de agradecimiento de un mendigo cuando le das de comer, o un anciano solitario, al que llegas a visitar. Creo que debo hacer más obras de misericordia.
¿Has experimentado la alegría de hacer feliz a alguien?

Propósito: pensar en alguien al que voy a hacer feliz hoy.

miércoles, 10 de enero de 2018

Levantarse a servir

La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre, y enseguida le avisaron a Jesús. Él se le acercó, y tomándola de la mano, la levantó. En ese momento se le quitó la fiebre y se puso a servirles (Mc 1, 30-31)
Jesús, esto me recuerda lo que me pasó una vez que me enfermé. Me dolía terriblemente el estómago y otras cosas. Mi mamá y hermanos se lucieron con sus cuidados y cariño. El médico, un hombre muy bueno, me dio un tratamiento que en tres días me dejó como nuevo. Cuando ya estaba sano, quería que todos continuaran sirviéndome como antes. Pero leyendo lo que hoy me dices, entiendo que yo debería haber de­vuelto tantas atenciones, sirviendo a mi familia.
Dale gracias a Jesús por tu salud, es un don para servir a los demás, y si estás enfermo… ofrece tus dolores por los demás.
Al atardecer, cuando el sol se ponía, le llevaron a todos los enfermos y poseídos del demonio, y todo el pueblo se apiñó junto a la puerta. Curó a muchos (…) De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar (Mc 1, 32-35)
¡Eres increíble, Jesús! Te pasas curando y atendiendo a tanta gente la tarde entera, y al día siguiente ya estás de pie temprano, para hablar con Dios Padre. A mí, me pasa al revés. Ni curo, ni atiendo a nadie; y al día siguiente, estoy con una pereza horrible sin ganas de levantarme.
Intenta levantarte siempre puntual.

Propósito: ayudar en mi casa sin necesidad de que me lo pidan.

martes, 9 de enero de 2018

Limpieza profunda

Un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: El Santo de Dios”. Jesús lo increpó: “Cállate y sal de él”. (Mc 1, 23-25).
El pobre hombre aquél, tenía un espíritu inmundo: un espíritu sucio, mal­vado. Quién lo iba a pensar: quien está sucio, se siente incómodo quie­nes están limpios, y más aún si además son capaces de limpiarlo. ¿Será por eso, Jesús, que las personas que se portan mal, no se suelen llevar con los que se portan bien? Les dicen de todo: que son unos aburridos, que no saben divertirse, y más cosas por el estilo.
¿Cuándo fue la última vez que dejaste que Jesús te bañara y limpiara el alma?
El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: “¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmun­dos les manda y le obedecen”. (Mc 12, 27)
Unas pocas palabras bastaron para que quedar limpio aquél hombre. El espíritu inmundo que lo poseía se fue corriendo al escuchar tu voz, Jesús. Unas pocas palabras también bastan para que después de decir los pecados, el sacerdote los perdone en tu nombre. A veces da pena confesarse. ¿No será que tanta suciedad hace olvidar qué bien se siente estar limpio?
Al realizar obras buenas se preserva la limpieza de tu alma.

Propósito: Bañarse con regularidad

3+2 enero 2018


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lunes, 8 de enero de 2018

Inventos buenos

Llegó a Nazaret, donde se había criado, y según su costumbre entró en la sinagoga el sábado, y se levantó para leer (Lc 4, 16)
Jesús, yo sé por qué cambió el día de ir al Templo, porque Tú resucitaste el domingo –aunque se puede ir a Misa desde la tarde del sábado–: allí leen las Escrituras, al final el sacerdote lee el Evangelio, lo lee sólo él porque en Misa te presta su cuerpo y voz. Yo y los demás nos paramos para oír el Evangelio porque es tu vida y tu palabra. En Misa primero me alimenta tu Palabra y luego tu Pan, ambos me llenan el alma; y me sienta tan bien y me sirve tanto que no me conformo con aquello de la canción mexicana –“de domingo a domingo te vengo a ver, / cuándo será domingo, Cielito Lindo, para volver”– y consigo ir entre semana.
Quiero no distraerme y escuchar con el alma parada el Evangelio
Y enrollando el libro se lo devolvió al ministro, y se sentó. Todos en la sinagoga tenían fijos en él los ojos (Lc 4, 22-21)
Guttemberg nació muchos siglos después de esto, gracias a su invento ahora tenemos libros que se guardan muy bien. En casa tenemos una Biblia que leo a veces, pero yo tengo mi librito manejable del Nuevo Testamento, –¡qué bueno sería si consigo leerlo a diario cinco minutos!– fijar los ojos en él, leerlo es mirarte a Ti, mi Señor. Me contaron que un santo cuando lo leía besaba el libro cada vez que salía tu nombre, Jesús; yo al menos voy a besarlo cada día cuando acaben mis cinco minutos mirándote, leyéndote… aunque me ponga colorado.
Señor, quiero inventar cosas para que te puedan conocer muchos

Propósito: leer un ratito el evangelio y fijarme en lo que haces.

domingo, 7 de enero de 2018

Epifanía del Señor Preguntando se llega a Roma… y al Niño

Unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntado ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo (Mt 2, 1-12).
Jesús, qué sorpresa la que se llevaron María y José al ver a aquellos Magos; y más sorpresa cuando les dieron oro –como Rey–, incienso – como Dios– y mirra –como hombre mortal–. Pero los Magos salieron ganando porque vieron al Niño y lo adoraron. Los Magos encontraron al Niño-Dios porque cuando perdieron la estrella, preguntaron… Jesús, que no me de pena preguntar cómo encontrarte cuando ando perdido… ahora estoy contigo en el Nacimiento y voy a mover un poco a los Reyes para que no se pierdan.
Jesús, no quiero perderte, que no me de pena preguntar.
Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al Niño con María, su madre y cayendo de rodillas le adoraron; después, abriendo sus cofres le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra (Mt 2, 1-12).
Los Reyes le hicieron sus regalos de Navidad al Niño, pero Él les tenía guardados regalos para ellos desde el 25: –Melchor ¿qué te trajo Santa?: Una estrella juguetona, un Niño que es Dios y una Madre de verdad. – Anda, lo mismo que a mí. –Y a mí también, replicó Baltasar. Jesús, Tú y tu Madre sois el mejor regalo para la humanidad.
Pásate el día jugando con tus regalos de Santa… y con el Niño Dios.

Propósito: jugar todo el día