sábado, 30 de junio de 2018

Cuerpo de Cristo, sálvame; Sangre de Cristo, embriágame


Discutían, pues, los judíos entre ellos diciendo: ¿Cómo pue­de éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tendréis Vida en vosotros (Jn 6, 52-53).
Madre mía, hoy en mi oración acudo a ti. ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Tú nos das la respuesta: Cuántas veces, como todas las madres del mundo, habrás dicho a Jesús Niño en tus brazos: Te co­mería a besos. Pero quizá nunca imaginaste que sería una realidad. Lo que no puede hacer el amor humano lo consigue el Amor divino. Es la locura de la Eucaristía: Comunión, unión, comunicación, confidencia: Palabra, Pan, Amor (Camino, 535).
Sigue tú unos minutos preparándote para la próxima Comunión.
El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él (Jn 6, 56).
María, tuviste durante nueve meses a Jesús dentro de ti. Cada vez que comulgo, durante diez minutos, tengo a Jesús dentro de mí. ¿Cómo le trato? Madre mía, seguro que le cantabas, le hablabas y le rezabas. ¿Cómo son mis comuniones? Yo quisiera Señor recibiros con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra Santísima Madre…y de paso, daros un abrazo en el corazón.
Ahora que estoy de vacaciones, ¿no puedo ir algún día más a Misa?
Propósito: Ir más a Misa

viernes, 29 de junio de 2018

Jesús, en mi vida menos espejos y más ventanas


Había una mujer que hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu y andaba encorvada, sin poder en­derezarse (Lc 13,10).
Jesús, ¿por qué aquella mujer estaba tan encorvada? Quizá le sucedió como en el mito griego: Lo que perdió a Narciso fue contemplar su bello rostro reflejado en el agua. A partir de ese momento, se enamoró tan ciegamente de sí mismo que no pudo dejar de mirarse: ni comer, ni be­ber, ni dormir, ni fútbol, ni nada. Ahí murió, encorvado junto al estanque. ¡Pobre Narciso!, ¡Pobre mujer encorvada! No podían dejar de mirarse. Quizá por dentro decían: No me beso porque no me llego, que sino…
Los retrovisores son para ver a los demás. ¿Los tengo bien orientados?
Al verla, Jesús la llamó y le dijo: Mujer, quedas libre de tu enfermedad. Le impuso las manos, y enseguida se puso de­recha. Y glorificaba a Dios (Lc 13,10).
Jesús, que cosa más triste es darme vueltas, pendiente de la imagen, del reflejo que provoco en los demás… y así, poco a poco me he con­vertido en un narcisista. Aquella pobre mujer no podía levantar la vista y fuiste Tú quien la llamaste: Al verla, Jesús la llamó, y la enderezaste. Jesús, ¡apiádate de mí! Con tu ayuda, que deje de mirarme el ombligo y te mire a ti y por ti a los demás.
No quiero dar gato por liebre; quiero dar solo tu imagen, reflejarte.
Propósito: No mirarme tanto el ombligo

jueves, 28 de junio de 2018

Jesús se le quedó mirando con cariño


Cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para here­dar la Vida Eterna? (…) Jesús se le quedó mirando con cariño (Mc 10, 17-21).
Jesús, aquel chico tenía muy buenas intenciones y muy buenas cualida­des. Era un autentico atleta: Se le acercó corriendo, y a la vez sabía ser humilde: Se arrodilló. Seguro que tendría la mirada limpia, vida limpia, buena presencia… Vamos, un chico majo, como yo… más o menos. ¡Y quería ir al Cielo! ¡Buscaba la santidad! …como yo. Por eso le miraste y me miras con tanto cariño. Jesús, yo también soy buen deportista, cum­plo los Mandamientos desde pequeño, me confieso, acerco almas a Dios… Jesús, y a mí, ¿qué más me falta?
Dile a Jesús que tú también quieres ir al Cielo.
Una cosa te falta: Anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el Cielo y luego, sígue­me. A estas palabras, él se entristeció y se marchó pesaroso. (Mc 10, 21).
Jesús, ¿qué tendría?: ¿Tres tristes cabras? ¿Unas higueras polvorientas? ¿Un pisito en Móstoles?... ¿Qué tendría?... Jesús, qué pena de chico majo. Se marchó triste, vivió triste y murió triste repitiendo: tres tristes ca­bras comen trigo… Jesús, Tú eres la mejor inversión, quiero invertirlo todo, mi vida, en Bonos del Tesoro de los Cielos. Si me miras con cariño y me llamas, entonces seré muy feliz.
Jesús, que haga buen negocio con mi vida.
Propósito: ¿Qué más me falta?...

miércoles, 27 de junio de 2018

Gracias Dios, mío; Gracias


Jesús, al levantar la mirada y ver que venía hacia él una gran muchedumbre, dijo a Felipe: ¿Dónde compraremos pan para que coman éstos? (Jn 6,5).
Atardece. Estamos fatigados y hambrientos. Jesús, levantas la mirada y ves a la muchedumbre. Pero, no ves a la multitud, nos ves a cada uno, me ves a mí. Como nos dice el Papa: La mirada conmovida de Cristo se detiene también hoy sobre los hombres y los pueblos. Con su mirada abraza a las multitudes y a cada uno. Jesús, cómo me gusta sentir tu mirada. De un vistazo borras de mi alma cualquier rastro de preocupación, de amargura. Jesús, mírame, mírame mucho, como en la canción. Te lo pondré fácil porque pienso ir con frecuencia a que me mires desde el Sagrario. Ni pisci, ni playa, ni rayos UVA, ni tonterías: Sentirme mirado por Jesús. ¡Qué bien se está contigo!
Baños de Sol, sí, pero también bañarme en la mirada de Jesús.
Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces.
Andrés trae de la mano a su sobrino. El niño pensaba hacer negocio. Tenía ya el lema: Bocadillos de sardinas a un euro; hay que tener vi­sión comercial, decía. Y ese día hizo el mayor negocio de su vida: Lo dio todo. Jesús se sirvió de su generosidad para hacer un gran milagro. Jesús, yo también te lo doy todo, porque es tuyo.
Sólo nos llevaremos al Cielo lo que hayamos sabido dar.
Propósito: Dar a tutiplén

martes, 26 de junio de 2018

Dale tú lo que le puedas dar


En aquel tiempo, alzando Jesús los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el cepillo del templo (Lc 21,1).
Jesús, estabas agotado, hecho polvo, como mi madre los días de lava­dora. Todo el día de la Ceca a la Meca, predicando sin parar, curando, consolando. Aquel día después de una larga caminata para llegar a Jerusalén, quizá te pesaban las piernas y te sentaste solo un ratito junto a la hucha del templo. El ruido de las monedas te hizo levantar la vis­ta: Vio unos ricos que echaban donativos (...); vio también una viuda pobre que echaba dos monedas pequeñas. ¡Pedro, Santiago, Juan... todos!, ¡pronto, venid! La generosidad de aquella mujer borró de golpe el cansancio de Jesús. Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie. Judas no entendía nada, no podía entender: Pero si no vale nada lo que ha echado esta mujer, pensaba Judas. Y yo, ¿lo entiendo?
Sigue unos minutos hablando con Jesús y dile que sí lo entiendes.
Vio también una viuda pobre que echaba dos monedas pe­queñas.
San Josemaría: ¿No has visto las lumbres de la mirada de Jesús cuando la pobre viuda deja en el templo su pequeña limosna? Dale tú lo que puedas dar: no está el mérito en lo poco ni en lo mucho, sino en la voluntad con que lo des (Camino, 829). Mi generosidad, mi entrega es lo que hace descansar, lo que consuela a Jesús. ¿Hasta dónde estoy dispuesto a ser generoso con mi tiempo, con mi dinero, con mi vida? ... ¿¡Sólo!? ¡Qué raca!
Aunque no estoy viud@ ni soy pobre, o sí, dar a Jesús muchas alegrías
Propósito: Dar alegrías

lunes, 25 de junio de 2018

Corazones partidos yo no los quiero. Si doy el mío, lo doy entero


Decía también al que le había invitado: Cuando des una co­mida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos, no sea que también ellos te devuelvan la invitación y te sirva de recompensa (Lc 10, 13).
Jesús, se me acercan personas, que dicen que me quieren. Se llaman mis amigos, pero en el fondo son mercaderes de afectos. Te quiero para que me quieras, te doy para que me des, te suministro cariño, ter­nura u otras cosas… si tú me das más de lo mismo. Gente inmadura que nada saben de lo que es amor, sólo de gozar a costa de quien sea. Su corazón es como un yoyó, solo late en el yo, nunca en el tú.
Dile a Jesús que tu AMOR no está en venta: no se puede comprar.
Al contrario, cuando des un banquete, llama a pobres, a tu­llidos, a cojos y a ciegos; y serás bienaventurado, porque no tienen para corresponderte (Lc 10, 13).
Jesús, el amor verdadero, el auténtico, es como el tuyo, desinteresa­do: Te quiero sin esperar nada a cambio, te quiero por encima de las apariencias. Jesús, ayúdame a quererte en los pobres, tullidos, cojos, ciegos… en el que me hizo un caño jugando al fútbol, en el que me hizo una aguadilla, en el que me cae mal.
Termina pidiendo a Jesús un corazón grande donde quepan todos.
Propósito: Dar mi amor gratis a quien se lo merezca

domingo, 24 de junio de 2018

Hoy tengo que alojarme en tu casa


Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo (Lc 19, 2-4).
Zaqueo era menudo y fibroso. Vivía en Jericó, el oasis de Judea. Con el paso de los años y algún que otro turbio engaño, se había hecho sospe­chosamente rico. Quizá, su amigo y colega Mateo, le había prevenido: Ten cuidado con el Nazareno que es un liante. Ya será menos, pensó. Con una agilidad felina, lleno de curiosidad, trepó a lo alto de un árbol para ver sin ser visto. Jesús, a veces yo también soy un poco Zaqueo. No sólo por mi pequeño tamaño sino porque también mantengo las distancias, me subo a la parra para que no me veas.
¿Me dejo ver por Jesús? ¿Me pongo a tiro para que me hable?
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa (Lc 19, 5-6).
Viendo la higuera con Zaqueo encaramado quizá Jesús pensó: ¡Qué higo tan raro!; pero anda..., si es mi amigo Zaqueo! Y dijo: Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa. Como fruta madura Zaqueo se bajó del árbol. Él bajó enseguida y lo recibió muy contento. Jesús, me ves, te ríes y dices que quieres alojarte en mi alma, eso sí, cuando me baje del guindo o me apeé de la burra…
¿Hasta cuándo haré esperar a Jesús?
Propósito: Dejarme liar por Jesús

sábado, 23 de junio de 2018

El diablo como león rugiente busca a quien devorar


Tened cuidado, no se os embote la mente con el vicio, la be­bida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día (Lc 21,34).
Jesús, ¿te refieres al botellón? Así, de primeras, el plan me parece de lo más cutre. Hay que estar bastante desesperado. Eso de empezar a beber hasta que se embote la mente, dejar de ser tú mismo, hacer el ridículo delante de personas que no te quieren o te quieren sólo como un objeto, pues no. Pero sé, Jesús, que cuando voy con los amigos no quiero parecer el raro del grupo y me dejo llevar… Cuando llegue, si llega, el momento y se os eche encima de repente aquel día, Jesús, no me dejes hacer el Canelo, dame valentía de huir. Jesús, prefiero lle­narme de otro licor que tanto le gustaba a San Pablo: el rico licor de la sabiduría.
¿Yo? ¿Botellón? Ni harto de vino… Eso es para desesperanzados.
Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir (Lc 23, 36).
Jesús, ¡ayúdame! Dame de tu fuerza. Que no me engañe. Como dice San Josemaría: No tengas la cobardía de ser valiente: ¡Huye! (Camino, 132). Que me sepa rodear de amigos buenos en los que pueda confiar y no de leones o leonas. Sed sobrios y vigilad, porque vuestro adversario, el diablo, como un león rugiente, ronda buscando a quien devorar (1 Pet 5,8).
Mis amigos, son realmente amigos, ¿o bien son meros cómplices?
Propósito: Saber decir que NO

viernes, 22 de junio de 2018

Ni guapo que encante ni feo que espante


Guardaos de los escribas, que les gusta pasear con vestidos lujosos y que los saluden en las plazas (Mc 12,38).
Jesús, para mi vergüenza, tengo que reconocer que a mí también me pasa como a los escribas esos. Me gusta, me mola mazo, eso de ir ves­tido a la última con ropa de marca, ¡carísima! (y si es posible enseñando un poquito la ropa interior). Me mola que me miren, que se fijen en mí, que hablen de mí, provocar…. Y si voy a una fiesta monto el numerito para llamar la atención: mal o poco vestido. Jesús, es el peligro de la fri­volidad, de la superficialidad: no hay fondo porque todo es apariencia, superficie, engaño, mentira.
Dile que quieres ir bien vestido, a la moda, pero sin dar el numerito.
Ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes (Mc 12, 38-39).
Jesús, Tú ibas siempre tan bien vestido con esa túnica de lino sin costura que te hizo tu Madre. Arreglado, muy elegante, humanamente atractivo, hecho un pincel. Por eso atraías tanto a la gente. Elegante es el que sabe elegir, el que no se hace cualquier cosa, no se cosifica. La ele­gancia lleva a agradar, ser atractivo, tener buen gusto… pensando en los demás. Jesús, ahora que es verano, cuidaré más mi forma de vestir, sin provocar. El bañador está muy bien, pero para la piscina.
Jesús, mi simpatía, mi alegría, mi elegancia atraen tanto…
Propósito: No ser objeto

jueves, 21 de junio de 2018

Y allí estaba la Madre de Jesús


Al tercer día se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y estaba allí la Madre de Jesús. También fueron invitados a la boda Jesús y sus discípulos (Jn 2, 1-12).
Y allí estaba la Madre de Jesús, cuenta San Juan como de pasada. Allí estaba y sin hacerse notar, tan callando, como quien no quiere la cosa. ¡Fíjate cómo es nuestra Madre! ¿Te das cuenta?... No puede estar­se quieta —como todas las madres buenas—, y se mete hasta la cocina dispuesta a echar una mano en lo que hiciera falta.
¿Me doy cuenta de las necesidades de los demás?
Y, como faltó vino, la Madre de Jesús le dijo: No tienen vino. (…) Dijo su Madre a los sirvientes: Haced lo que Él os diga (Jn 2, 1-12).
¿En qué puedo ayudar?, preguntó María mientras se ponía el delantal. Un cruce de miradas, el ruido sordo de la vasija de barro raspando el fondo seco del tonel del vino, un cuchicheo nervioso, son suficientes para que se diera cuenta de lo que sucedía: No tienen vino. Enseguida resolvió el problema: Haced lo que Él os diga, y Jesús convirtió el agua en vino. ¡Cuántas veces en mi vida pasa lo mismo!: problemas insupe­rables, dificultades agobiantes... ¿Y crees que tu Madre, la Virgen, va a estarse quieta? Antes de que cante un gallo ya ha intercedido por ti, y al oído te sopla: Haced lo que Él os diga.
¿Hago lo que Jesús me dice en la oración? ¿Saco propósitos?
Propósito: Pinchar mi burbuja de bienestar

miércoles, 20 de junio de 2018

Hombre, tus pecados están perdonados


Subieron al paralítico a la azotea y, separando las losetas, lo descolgaron con la camilla hasta el centro, delante de Jesús (Lc 5,19).
Jesús, lo del paralítico me recuerda la historia de una niña peruana que caminaba cerro arriba cargada con su hermanito pequeño a la espal­da. El sacerdote, que presenciaba la penosa ascensión, le preguntó: ¿No te pesa? ¿No te cansas?; A lo que la niña respondió sin pestañear: ¡Es que es mi hermano! Jesús, me pones cerca familiares, amigos que son… unos pesados, o que, quizá, tienen parálisis en el alma. Pero, ¡son mis hermanos! ¿Cómo no voy a cogerlos, cargármelos a cuestas y po­nerlos delante de ti?
Jesús: Más pesado soy yo, un peso pesado y bien que me aguantas.
Él viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: Hombre, tus pecados están perdonados (Lc 5,20).
Jesús, enseguida te diste cuenta: Aquel paralítico lo que tenía, sobre todo, era un gran peso en el alma. Por fin pudo escuchar la absolución: Hombre, tus pecados están perdonados, y, ¡qué gran alivio sintió! Sus amigos camilleros, no entendían nada: ¡Pero si lo hemos traído para que le cure! Y se fue a su casa glorificando a Dios, ¡menudo peso se había quitado de encima!
La confesión es un quita-pesos; gracias Jesús por perdonarme siempre.
Propósito: Soltar peso en la confesión

martes, 19 de junio de 2018

¡Porque has sido fiel en lo poco!


Quien es fiel en lo poco también es fiel en lo mucho; y quien es injusto en lo poco también es injusto en lo mucho (Lc 11, 1-2).
¡Cómo me impresionó! No fue sólo su piedad, su amable conversación, ni su natural elegancia, ni siquiera su buen gusto. Lo que realmente me impresionó fue que cambió el rollo de papel en el baño… No nos olvide­mos, decía un poeta, que los hombres, a lo más que pueden llegar, es a ser hacedores de cosas pequeñas. Y quizá, algún día, con la gracia de Dios oiremos aquello de Muy bien siervo bueno y fiel. Porque has sido fiel en los poco… (Lc 19,11), porque cambiaste el rollo de papel y ordenaste la habitación y recogiste la cena y te hiciste la cama…
Dile que te ayude a descubrir cómo amarle en las cosas pequeñas.
Dios conoce vuestros corazones; porque lo que parece ser excelso ante los hombres, es abominable delante de Dios (Lc 11,3-4).
Jesús, no hay cosa más absurda que hacer trampas jugando al solitario. Y es que es de tontos eso de engañarse a sí mismo. Jesús, Tú me cono­ces mejor que yo, hasta el último rincón de mi alma, de mi conciencia. Que no quiera aparentar, dar imagen, que no me engañe, porque lo que parece ser excelso ante los hombres, es abominable delante de Dios. Jesús, quiero dar sólo tu imagen.
Ayúdame a hacer todas las noches un buen examen de conciencia.
Propósito: Cambiar el rollo

lunes, 18 de junio de 2018

Negociad mientras vuelvo


Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguir­se el título de rey, y volver después. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez talentos (Lc 19, 12-13).
Jesús, me recuerdas a mi madre, que es un poco pesada, pero en el fondo es una santa. La pobre no hace más que repetirme aquello de los talentos, sobre todo cuando llegan las notas: Que si no me esfuerzo lo suficiente, que si yo quisiera, que si los sacrificios que hacen para que no me falte de nada... Lo peor es que tiene toda la razón del mundo: ¡Tengo talento! Jesús, me has dado tantos talentos: simpatía, inteligencia, rega­te, buen humor… ¡Algo tendré que hacer!, ¿no?
Habla con Jesús. Dile que pones todo tu talento a su servicio.
Repartió diez talentos, diciéndoles: Negociad mientras vuelvo (Lc 19,13).
El Negociad mientras vuelvo me suena al cartel que a veces pone el peluquero en la puerta: Enseguida vuelvo; estoy en el bar. Jesús, me has dado un tiempo limitado. No sé cuánto durará mi vida: 100 años, 2 meses, un día más… Si sé, que un día regresarás y te pondrás muy con­tento por el buen negocio que has hecho conmigo y me dirás Muy bien siervo bueno y fiel… (Lc 19,17).
Me esforzaré a tope para rentabilizar mis talentos.
Propósito: me esforzaré a tope.

domingo, 17 de junio de 2018

Todo el que pierde, gana


Quien encuentre su vida, la perderá; pero quien pierda por mí su vida, la encontrará (Mt 10,39).
Jesús, algunas veces he jugado contigo al escondite, ¡eres un cam­peón! ¡Qué bien te escondes!: en el Sagrario, en mi alma, en la de los demás... También hemos jugado al Antón Pirulero, al pilla pilla… Pero hoy quiero jugar contigo a la ruleta que siempre gana: todo el que pierde, gana: el mayor es el más pequeño, y el que quiera perder su vida, la ganará. Es un juego solo apto para niños, porque los mayores siempre están hablando de dinero, quién manda más, quién gana más, quién gasta más... ¡Qué aburrimiento! ¿Cuándo se darán cuenta, de una vez por todas, que el que pierde gana?
Y yo, ¿a qué apuesto? Apuéstalo todo por Jesús, ¡no te defraudará!
El mayor entre vosotros sea vuestro servidor. El que se ensalce a sí mismo será humillado, y el que se humille a sí mismo será ensalzado (Mt 23,11-12).
Jesús, para ser como Tú tengo que servir, ayudar más en casa, recoger la habitación, sacar el lavaplatos. Cuando llego a casa, encuentro a mamá sonriente, pero me doy cuenta de que está cansada. La pobre no para de la mañana a la noche cuidándonos a todos. El propósito de este rato de oración va a ser ayudar más en casa, ver en mi madre a la Santísima Virgen, para parecerme más a ti.
Piensa: En casa, en qué más puedes servir.
Propósito: Ayudar más en casa.

sábado, 16 de junio de 2018

¡Te basta mi gracia!


Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difama­ción, orgullo, frivolidad (Mc 7,14-23).
Jesús, algo me sospechaba. ¿Por eso dentro de mí encuentro tantas ga­nas de chinchar a mis hermanos, llevar la contraria a mis padres, hacer rabiar a mi perro, mentir, engañar..? Me pasa como a S. Pablo: Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Jesús, y todo este mal, ¿de dónde sale? ¿Quién lo ha puesto? Si yo no soy malo. ¿por qué a veces hago daño a los que más quiero? Y me responde S. Pablo: No soy yo quien lo realiza, sino el pecado que habita en mí. Tras el triste episodio de la manzana, una gota de aquel veneno, el pecado original, nos ha llegado a cada hombre, a mí también.
Que no me olvide del pecado original. Debo luchar contra el Maligno.
¡Infeliz de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? (Mc 7,14-23).
Y San Pablo escuchó: Te basta mi gracia. Jesús, la Gracia que me das en tus sacramentos es el antídoto contra el veneno del mal, contra el pecado. Porque donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia (Rm 5,20). Necesito mucho antídoto, necesito mucha gracia.
Busca el surtidor más cercano de Gracia y llena tu alma.
Propósito: Llenar el depósito

viernes, 15 de junio de 2018

Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?


Por el camino preguntó a sus discípulos: ¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos le contestaron: Unos, Juan Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas (Mc 8, 27-33).
Jesús, pues yo he oído todo tipo de tonterías: unos dicen que si eres un extraterrestre, un guerrillero, un hombre bueno o un mito... Otros que si un incordio o un aguafiestas. Algunos no saben o no contestan (n.s. o n.c.). Jesús, qué pena, han pasado 20 siglos y tantos que no saben (n.s.). Tantos que se dicen cristianos y no tienen ni idea, no contestan (n.c.). Funcionan con clichés, caricaturas, eslóganes, lo que han oído en la tv. Nadie ha sabido explicarles, hasta ahora.
Dile a Jesús que quieres ser su portavoz: Llevar su voz a todos.
Él les preguntó: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Pedro le contestó: Tú eres el Mesías (Mc 8, 27-33).
Jesús, quieres saber mi opinión y me lo preguntas a quemarropa: Y tú Andrés, Mónica,... (Pon tu name). ¿Tú, quién dices que soy yo? Venga, no mires atrás, respóndeme... Respuesta: Jesús, mira mi vida, mis obras son elocuentes: desde que me levanto hasta que me acuesto pienso en ti, sueño contigo. Te lo diré con palabras de San Pedro: Tú eres el Mesías. Tú eres mi salvador.
Dile a Jesús todo lo que piensas sobre Él. Despáchate a gusto.
Propósito: Ser portavoz

jueves, 14 de junio de 2018

El niño iba creciendo…


Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para pre­sentarlo al Señor, como está mandado en la Ley del Señor (Lc 2, 22-23).
Jesús, tus padres, José y María, que te querían mucho, te llevaban al Templo de Jerusalén. A mí también mis padres que me quieren mogo­llón, me llevan cada domingo a Misa. Pero no lo hacen sólo por cumplir la ley, por el cumplimiento (cumplo-y-miento). ¡Qué cutre!, sino por Amor a Dios. Jesús, en la Eucaristía me esperas para alimentar mi alma. ¡Sufres tanto con las almas desnutridas, raquíticas, con las almejas! Al que es­candaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le encajaran en el cuello… (Lc 17,2-3). Y cómo gozas con las almas rollizas, como la mía, bien alimentada, con tu Cuerpo.
No llevar a Misa a los niños es una crueldad, es desnutrir sus almas.
El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabi­duría; y la gracia de Dios lo acompañaba (Lc 2,22-40).
Llevo 20 años yendo a Misa y no me acuerdo de ninguna homilía. Eso de ir a Misa, ¡no sirve para nada!, se justificaba aquel hombre. Y su amigo le explicó: Llevas 20 años comiendo 3 veces al día y ni siquiera puedes recordar lo que has comido hoy. Pero si no te hubieras alimentado cada día, ahora estarías muerto. Jesús, gracias por alimentarme cada semana con tu Pan y con tu Palabra.
Dile que quieres tener un alma rolliza.
Propósito: No ser almeja

miércoles, 13 de junio de 2018

Todo se les podrá perdonar a los hombres


Todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan (Mc 3,28).
Un matrimonio asistía a una audiencia con Juan Pablo II en Roma. Cuando el Papa pasó delante de ellos, la mujer le dijo en voz alta: Santo Padre, dígale algo a mi marido, que hace diez años que está alejado de Dios. Juan Pablo II continuó unos pasos más, pero se detuvo un momento, y se volvió atrás, puso la mano sobre el hombro de aquel señor y le dijo con voz baja y profunda: —¡Qué mal se está lejos de Dios! Aquel hombre quedó tan impresiona­do que ese mismo día se confesó y volvió a la práctica cristiana.
Habla con Jesús y dale gracias por el Sacramento de la alegría.
Por eso te digo: Sus muchos pecados están perdonados, por­que tiene mucho amor (Lc 7,48).
Decía San Josemaría: Un Dios creador es admirable; un Dios que viene hasta la Cruz para redimirnos, es una maravilla; ¡Pero un Dios que perdo­na, un Dios que nos purifica, que nos limpia, es algo espléndido! Jesús, cada confesión es un encuentro contigo en el que me perdonas y me abrazas. Borras la caricatura en la que me he convertido por mi culpa y creas de nuevo tu imagen en mi alma.
Dile a Jesús que irás a confesarte, no una, sino 70 veces 7. ¿Te suena?
Propósito: Borrar la caricatura 70 veces 7

martes, 12 de junio de 2018

María guardaba estas cosas en su corazón


Ya que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han verificado entre nosotros, si­guiendo las tradiciones transmitidas por los que primero fue­ron testigos oculares (Lc 1,1-3).
Jesús, San Lucas es un ¡crack! Es un hombre concienzudo, acostum­brado a ir hasta el fondo de las cuestiones. No en vano es médico, el Médico amado le llama cariñosamente San Pablo. Sus historias clínicas debían ser exhaustivas: ¿Alergias?, ¿pasó la rubeola?... Pero, sobre todo, Lucas es el evangelista de la infancia de Jesús. Seguro que pasó largas horas escuchando a la mejor testigo ocular, María: ¿Y cómo fue lo del Ángel?... ¿Y entonces, qué te dijo tu prima?... ¿Y lo de los Magos?... ¿Y qué es lo que guardabas en tu corazón? …
Como Lucas haz una entrevista personal a María: ¡Cuéntamelo todo!
Yo, también, después de comprobarlo todo exactamente desde el principio, he resuelto escribírtelos por su orden, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido (Lc 5,20).
Venga Pe-Lucas, le diría la Virgen, deja de comprobarlo todo exacta­mente y com-prueba lo rico que me ha salido el bizcocho. A ver, ¿qué te ha inspirado hoy el Espíritu Santo? Y el listo de Lucas leyó: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo… (Lc 1,28). Y Ella se volvió a turbar al oír esas palabras.
Recuerda a María los momentos más bonitos de su vida y terminas.
Propósito: Contratar al Dr. Lucas como médico de familia

lunes, 11 de junio de 2018

Jesús, antes morir que pecar


Yo sé a quiénes elegí; (…) para que se cumpla la Escritura: El que come mi pan levantó contra mí su calcañar. Os lo digo desde ahora, antes de que suceda (Jn 13, 18-19).
Todos los días, como el pan y los Conflex de Kellog´s en el desayuno. Y disfruto de una familia maravillosa y de unas vacaciones estupendas. Tengo salud, dientes acorazados con braquets, padre, madre y perrito que me ladre… ¡Tengo de todo! Y tonto de mí, pienso que me lo me­rezco, que es lo normal. No sólo eso, sino que, además, no me importa si por egoísmo te hago daño. Jesús, me has elegido, me has dado lo mejor y yo, ¿cómo correspondo? Que conmigo no se cumplan también las Escrituras: El que come mi pan levantó contra mí su calcañar.
Pide perdón por tus pequeñas o grandes traiciones.
En verdad, en verdad os digo: Quien recibe al que yo envíe, a mí me recibe; y quien a mí me recibe, recibe al que me ha enviado. (Jn 13, 20).
Jesús, mis amigos no hacen más que enviarme mensajitos, whatsapp al móvil. Pero, en el fondo, me gusta que haya alguien que se acuerde de mí. Jesús, a ti también te encanta mandarme mensajitos. Son men­sajes con mensajero, con enviado especial: Quien recibe al que yo envíe, a mí me recibe: mis padres, amigos, el cura… ¿Les recibo? ¿Les escucho?
Agradece a Jesús que te envíe tantos mensajes.
Propósito: Buscar calcañar en el diccionario

domingo, 10 de junio de 2018

Mi buen Jesús: ¡Mírame! ¡No me dejes!


Jesús vio a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos y le dijo: Sígueme (Lc 5, 27).
Pasabas por ahí, Jesús, quizá haciéndote el despistado, como el que no quiere la cosa. Pero, en el fondo querías practicar tu deporte favorito: la pesca. Y ahí, encadenado, bajo el peso del montón de dinero, estaba tu amigo Mateo. Quizá no le cuadraban las cuentas: Aquí falta algo…, decía. Efectivamente, tenía un vacío, un vacío interior que no había for­ma de llenar: ¡Me falta algo, pero no sé lo que es! Mateo alzó la vista y se encontró con tu mirada. El gran vacío se le llenó de golpe y, al instan­te, dejándolo todo, te siguió.
Los vacíos que no llenan mi vida, ¿no los podría llenar Jesús?
Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió (Lc 5, 27).
Jesús, también yo estoy encadenado a tantas cosas: programas de TV, los videojuegos, el móvil, mis caprichos. Digo que soy libre, pero en el fondo me siento prisionero de mi pereza, de mi comodidad, de mi egoísmo. Son cosas que no me llenan, que siempre me dejan insatisfe­cho y triste, porque mi corazón está hecho para cosas grandes. Jesús, yo también quiero mirarte, llenar mi vida de ti.
Jesús, ¡que no se puede vivir sin ti! ¡Tú sí que lo llenas todo!
Propósito: Detectar vacíos y rellenarlos

sábado, 9 de junio de 2018

¡Jesús, estás loco de… Amor!


Volvió Jesús con sus discípulos a casa y se juntó tanta gente, que no les dejaban ni comer (Mc 3, 20).
Jesús, no te dejaban ni comer, ni dormir, ni descansar, ni nada... estabas expropiado de ti mismo. Y Tú, tan contento. Yo, ¡ya ves!, sigo funcio­nando por la ley del gusto: ¡Es que no me gusta!, ¡es que no me apete­ce!.. Como en el chiste: Mamá no me gusta el abuelo… Venga, pues cómete las patatas. Jesús, quiero ser como Tú. Ayúdame a quitarme caprichos, a pensar siempre en las necesidades y gustos de los demás.
Jesús, exprópiame de mis gustos, de mis caprichos. ¿Qué te puedo dar?
Vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales.
Ser cristiano, tomarse la Fe en serio, con los tiempos que corren, es una locura, pero siempre ha sido así, a los cristianos nos han tomado por locos. Jesús, tenías fama de loco. Fama bien merecida que nos ha lle­gado hasta hoy: El más grande loco que ha habido y habrá es Él. ¿Cabe mayor locura que entregarse como Él se entrega, y a quienes se entrega? (...) ¡Divino Loco! ¿Cómo te tratan los hombres?... ¿Yo mis­mo? (cfr. Forja 824). Jesús, te has vuelto loco... de Amor. Amor con amor se paga, y locura con locura. A loco no me ganas...
¿Qué locuras de Amor hago por Jesús? Piénsatelo y haz alguna.
Propósito: Hacer locuras de Amor

viernes, 8 de junio de 2018

Quien no se ríe de sí mismo, nunca será una persona seria


¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? (Lc 11, 5-13).
Jesús, me encanta y divierte tu buen humor. Sabías des-dramatizar y reír­te de las situaciones, ¡no de las personas! Usabas imágenes graciosas, como aquella otra al entrar en Jerusalén: Si estos callaran, las piedras darían voces… (Lc 19, 40). ¿Contabas chistes? ¿Sabías imitar? Seguro que sí, para hacer reír a alguno de tus ceñudos Apóstoles que, a veces, se lo tomaban todo muy en serio o estaban un poco cansados. ¿No sabéis aquel chiste de un hombre que una vez..?
¿Quieres que te cuente un chiste? Es malo, ¿no te importa, verdad?
Hombres de Galilea, ¿qué hacéis mirando el Cielo? (Act 1, 11).
¿Y los Ángeles, tienen buen humor? Parece que sí: después de la Ascensión, unos Ángeles burlones fueron a espabilar a los Apóstoles que se habían quedado con cara de haba. ¿Y los Santos? También tienen buen humor (condición sine qua non): Un Santo triste es un triste Santo (San Fco de Sales); Dame, Señor, el sentido del humor, dame el saber reírme de un chiste (Sto Tomás Moro); Solo contaba con 26 años, gra­cia de Dios y buen humor… (San Josemaría).
Jesús: Dame buen humor, que no me tome en serio y me ría de mí mismo.
Propósito: Contar chistes a Jesús

jueves, 7 de junio de 2018

Padre mío que estás en el Cielo y en la tierra


Y al orar no empleéis muchas palabras como los gentiles que se figuran que por su locuacidad van a ser escuchados. No seáis, pues, como ellos; porque bien sabe vuestro Padre de qué tenéis necesidad antes de que se lo pidáis (Mt 6, 7-9).
Jesús, cómo te gusta verme junto a ti, aunque no te diga nada. A veces, en la oración, estoy un poco empanado, no se me ocurre nada y en­tonces me limito a mirarte. Eso sí, te miro con mucho cariño. Me imagino que soy un perrito fiel tumbado a tu vera y que Tú, de vez en cuando, me acaricias o me despiertas con un toquecito de tu pie. Porque bien sabes, Jesús, mejor que yo, lo que necesito.
Habla tú con Jesús durante dos o tres minutos; luego sigues.
Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; (…) hágase tu Voluntad así en la tierra como en el Cielo. El pan nuestro de cada día, dánosle hoy… (Mt 6, 10-12).
Padre nuestro que estás en el Cielo… y en la tierra, en el Sagrario y en el autobús, en la cocina y en mi cuarto, en la piscina y en la montaña. Danos el pan de cada día y la leche, y chocolatinas, y chuches y un coche nuevo para papá, y salud para mi abuela, y que me salga el su­doku, y que siempre sonría, y que no mueran más niños antes de nacer, y que se acaben las guerras, y…
Termina los 5 minutos pidiéndole cosas a tu Padre del Cielo.
Propósito: Junto a Jesús, hacer de perrito

miércoles, 6 de junio de 2018

Señor, Tú tienes palabras de Vida Eterna


Entonces, oyéndole muchos de sus discípulos, dijeron: Dura es esta enseñanza, ¿quién puede escucharla? (…) Desde en­tonces, muchos discípulos se echaron atrás y ya no andaban con Él (Jn 6, 60-66).
Se van, se marchan. Son discípulos de Jesús, pero se van. ¿Adónde? ¿Por qué? Se van a sus negocios, a su pueblecito, a su triste y caduca felicidad. Las palabras de Jesús son demasiado grandes, demasiado exigentes… Como ahora, también hay cristianos que se escandalizan de la Iglesia, de Cristo: Dura es esta enseñanza, ¿quién puede escu­charla? Quizá preferirían un cristianismo más light, más aguado, más a la medida de su mediocridad.
Habla con Jesús y dile que, con su ayuda, tú nunca le dejarás.
Entonces Jesús dijo a los Doce: ¿También vosotros queréis marcharos? (Jn 6, 67).
María, Madre mía, somos pocos los que amamos a Jesús y, además, le amamos poco. ¡Qué doloroso se me hace oír el ¿también vosotros queréis marcharos?! En el momento de la prueba, de la deserción en masa de tantos católicos, diré como San Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida Eterna (Jn 6, 68).
Aunque a otros se los lleve la corriente, nunca dejar solo a Jesús.
Propósito: ¡Que no me lleve la corriente! A contra-corriente