Decía también al que le había invitado:
Cuando des una comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a
tus parientes, ni a vecinos ricos, no sea que también ellos te devuelvan la
invitación y te sirva de recompensa (Lc 10, 13).
Jesús, se me acercan personas,
que dicen que me quieren. Se llaman mis amigos, pero en el fondo son mercaderes
de afectos. Te quiero para que me quieras, te doy para que me des,
te suministro cariño, ternura u otras cosas… si tú me das más de lo mismo. Gente
inmadura que nada saben de lo que es amor, sólo de gozar a costa de quien sea.
Su corazón es como un yoyó, solo late en el yo, nunca en el tú.
Dile a Jesús
que tu AMOR no está en venta: no se puede comprar.
Al contrario, cuando des un banquete,
llama a pobres, a tullidos, a cojos y a ciegos; y serás bienaventurado, porque
no tienen para corresponderte (Lc 10, 13).
Jesús, el amor verdadero, el
auténtico, es como el tuyo, desinteresado: Te quiero sin
esperar nada a cambio, te quiero por encima de las apariencias. Jesús,
ayúdame a quererte en los pobres, tullidos, cojos, ciegos… en el que me hizo un
caño jugando al fútbol, en el que me hizo una aguadilla, en el que me
cae mal.
Termina pidiendo
a Jesús un corazón grande donde quepan todos.
Propósito: Dar mi amor
gratis a quien se lo merezca