lunes, 25 de junio de 2018

Corazones partidos yo no los quiero. Si doy el mío, lo doy entero


Decía también al que le había invitado: Cuando des una co­mida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos, no sea que también ellos te devuelvan la invitación y te sirva de recompensa (Lc 10, 13).
Jesús, se me acercan personas, que dicen que me quieren. Se llaman mis amigos, pero en el fondo son mercaderes de afectos. Te quiero para que me quieras, te doy para que me des, te suministro cariño, ter­nura u otras cosas… si tú me das más de lo mismo. Gente inmadura que nada saben de lo que es amor, sólo de gozar a costa de quien sea. Su corazón es como un yoyó, solo late en el yo, nunca en el tú.
Dile a Jesús que tu AMOR no está en venta: no se puede comprar.
Al contrario, cuando des un banquete, llama a pobres, a tu­llidos, a cojos y a ciegos; y serás bienaventurado, porque no tienen para corresponderte (Lc 10, 13).
Jesús, el amor verdadero, el auténtico, es como el tuyo, desinteresa­do: Te quiero sin esperar nada a cambio, te quiero por encima de las apariencias. Jesús, ayúdame a quererte en los pobres, tullidos, cojos, ciegos… en el que me hizo un caño jugando al fútbol, en el que me hizo una aguadilla, en el que me cae mal.
Termina pidiendo a Jesús un corazón grande donde quepan todos.
Propósito: Dar mi amor gratis a quien se lo merezca