jueves, 7 de junio de 2018

Padre mío que estás en el Cielo y en la tierra


Y al orar no empleéis muchas palabras como los gentiles que se figuran que por su locuacidad van a ser escuchados. No seáis, pues, como ellos; porque bien sabe vuestro Padre de qué tenéis necesidad antes de que se lo pidáis (Mt 6, 7-9).
Jesús, cómo te gusta verme junto a ti, aunque no te diga nada. A veces, en la oración, estoy un poco empanado, no se me ocurre nada y en­tonces me limito a mirarte. Eso sí, te miro con mucho cariño. Me imagino que soy un perrito fiel tumbado a tu vera y que Tú, de vez en cuando, me acaricias o me despiertas con un toquecito de tu pie. Porque bien sabes, Jesús, mejor que yo, lo que necesito.
Habla tú con Jesús durante dos o tres minutos; luego sigues.
Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; (…) hágase tu Voluntad así en la tierra como en el Cielo. El pan nuestro de cada día, dánosle hoy… (Mt 6, 10-12).
Padre nuestro que estás en el Cielo… y en la tierra, en el Sagrario y en el autobús, en la cocina y en mi cuarto, en la piscina y en la montaña. Danos el pan de cada día y la leche, y chocolatinas, y chuches y un coche nuevo para papá, y salud para mi abuela, y que me salga el su­doku, y que siempre sonría, y que no mueran más niños antes de nacer, y que se acaben las guerras, y…
Termina los 5 minutos pidiéndole cosas a tu Padre del Cielo.
Propósito: Junto a Jesús, hacer de perrito