jueves, 28 de junio de 2018

Jesús se le quedó mirando con cariño


Cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para here­dar la Vida Eterna? (…) Jesús se le quedó mirando con cariño (Mc 10, 17-21).
Jesús, aquel chico tenía muy buenas intenciones y muy buenas cualida­des. Era un autentico atleta: Se le acercó corriendo, y a la vez sabía ser humilde: Se arrodilló. Seguro que tendría la mirada limpia, vida limpia, buena presencia… Vamos, un chico majo, como yo… más o menos. ¡Y quería ir al Cielo! ¡Buscaba la santidad! …como yo. Por eso le miraste y me miras con tanto cariño. Jesús, yo también soy buen deportista, cum­plo los Mandamientos desde pequeño, me confieso, acerco almas a Dios… Jesús, y a mí, ¿qué más me falta?
Dile a Jesús que tú también quieres ir al Cielo.
Una cosa te falta: Anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el Cielo y luego, sígue­me. A estas palabras, él se entristeció y se marchó pesaroso. (Mc 10, 21).
Jesús, ¿qué tendría?: ¿Tres tristes cabras? ¿Unas higueras polvorientas? ¿Un pisito en Móstoles?... ¿Qué tendría?... Jesús, qué pena de chico majo. Se marchó triste, vivió triste y murió triste repitiendo: tres tristes ca­bras comen trigo… Jesús, Tú eres la mejor inversión, quiero invertirlo todo, mi vida, en Bonos del Tesoro de los Cielos. Si me miras con cariño y me llamas, entonces seré muy feliz.
Jesús, que haga buen negocio con mi vida.
Propósito: ¿Qué más me falta?...