viernes, 8 de junio de 2018

Quien no se ríe de sí mismo, nunca será una persona seria


¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? (Lc 11, 5-13).
Jesús, me encanta y divierte tu buen humor. Sabías des-dramatizar y reír­te de las situaciones, ¡no de las personas! Usabas imágenes graciosas, como aquella otra al entrar en Jerusalén: Si estos callaran, las piedras darían voces… (Lc 19, 40). ¿Contabas chistes? ¿Sabías imitar? Seguro que sí, para hacer reír a alguno de tus ceñudos Apóstoles que, a veces, se lo tomaban todo muy en serio o estaban un poco cansados. ¿No sabéis aquel chiste de un hombre que una vez..?
¿Quieres que te cuente un chiste? Es malo, ¿no te importa, verdad?
Hombres de Galilea, ¿qué hacéis mirando el Cielo? (Act 1, 11).
¿Y los Ángeles, tienen buen humor? Parece que sí: después de la Ascensión, unos Ángeles burlones fueron a espabilar a los Apóstoles que se habían quedado con cara de haba. ¿Y los Santos? También tienen buen humor (condición sine qua non): Un Santo triste es un triste Santo (San Fco de Sales); Dame, Señor, el sentido del humor, dame el saber reírme de un chiste (Sto Tomás Moro); Solo contaba con 26 años, gra­cia de Dios y buen humor… (San Josemaría).
Jesús: Dame buen humor, que no me tome en serio y me ría de mí mismo.
Propósito: Contar chistes a Jesús