miércoles, 30 de noviembre de 2011

San Andrés. Maestro, ¿Dónde vives? Venid y veréis


Pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano (Mt 4, 18).
Jesús, hoy es la fiesta de uno de tus grandes amigos: San Andrés, el hermano pequeño de Pedro. Fue a orillas del Jordán donde te hizo aquella pregunta interesada: Maestro, ¿dónde vives? (Jn 1, 38). Quizá entonces le dijiste en broma: Por tu interés te quiero Andrés, y añadiste Venid y veréis (Jn 1, 39). Estaba claro. Querían que les invitaras a merendar pan con chocolates y pastel de dátiles, especialidad de tu Madre. Y permanecieron con Él aquel día. Era como la hora décima (Jn 1, 39). Y se quedaron hasta las tantas, tan a gusto se encontraban.
u  Dile a Jesús que te invite a merendar… (te puede complicar la vida).
Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando la red en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: –«Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres» (Mt 4, 18-19).
El colmo. Los pescadores fueron pescados. Todo comenzó por una merienda a orillas del río Jordán. Andrés fue tratando a Jesús, a su Madre, se fue haciendo cada vez más amigo hasta que llegó un momento en que decidió cambiar de patrón y de mar. En vez de anchoas del mar de Galilea se decidió por pescar almas y almejas (pequeñas almas) en el mar del mundo para Jesús, su nuevo Patrón.
u  Hoy comienza la Novena a la Inmaculada. Decídete a pescar por Jesús y hacer mucho apostolado.
Propósito: (Hoy sí va en serio) No ser tan-lento de entregar los talentos.
Novena a la Inmaculada
con textos de san Josemaría
Textos de san Josemaría, seleccionados en nueve apartados distintos, uno para cada día de la novena. Los apartados acaban con una breve oración compuesta por san Josemaría, dirigida a Nuestra Madre del Cielo.

Esta imagen perteneció
a la madre de san Josemaría.
Familiarmente le llamaban
“la Virgen del Niño Peinadico”.

martes, 29 de noviembre de 2011

Qué vea con tus ojos, Jesús mío


Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: ¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! (Lc 10,23).
Que me ves, que me oyes... Jesús, cada vez que comienzo un rato de oración repito en la oración introductoria: —Que me ves, que me oyes... Es una forma de ponerme en Presencia de Dios. Pero siempre me pregunto: —Jesús, ¿qué es lo que ves? —¿Qué es lo que tú ves en mi? Lo importante no es lo que yo veo ¡Qué fácil es engañarme! Tantas veces me creo el Rey del Mambo y pienso: Que chico tan simpático soy, que original, que listo... Jesús, lo importante es cómo me ves tú. ¡Que vea con tus ojos, Cristo mío, Jesús de mi alma! ¡Qué vea con tus ojos! Y como a tus discípulos me podrás decir: ¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis!
u  Pide a Jesús que te deje ver como Él te ve.
Muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís y no lo oyeron (Lc 10,24).  
El famoso arquitecto inglés, Norman Forter, comentaba en una entrevista que le daba la sensación de que él veía cosas que los demás no veían. Son cosas que le fascinan. Por ejemplo, las pequeñas burbujas que forma la espuma del mar le inspiraron para diseñar un edificio. Yo como San José también me fascino: ¡Oh feliz varón, bienaventurado José, a quien le será concedido no sólo ver y oír al Dios, a quien muchos reyes quisieron ver y no vieron, oír y no oyeron, sino también abrazarlo, besarlo, vestirlo y custodiarlo!
u  Fascinarme por poder ver, oír, abrazar y besar a Jesús en la Eucaristía.
Propósito: ir a comulgar entre semana.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Solo el Amor es digno de Fe


Un centurión se le acercó rogándole: «Señor, tengo en casa un criado que está en la cama paralítico y sufre mucho» (Mt 8, 5).
Como en las películas de romanos… Jesús, me imagino al centurión ese como una especie de hispano, el protagonista de Gladiator, con su brillante coraza y su espada, todo lleno de cicatrices. Un centurión se le acercó… bien rodeado de su guardia pretoriana. Pedro, instintivamente, se llevó la mano a la espada, algunos retrocedieron, las Santas Mujeres, ahí, quietas… Pero ¿¡qué hace!? Se ha puesto de rodillas… a los pies de Jesús, llora, balbucea palabras incomprensibles. ¿Qué dice?
u  Para que aprenda del Centurión cuando me acerque a la Comunión.
«Señor, no soy digno de que entres en mi casa. Basta con una palabra tuya y mi criado quedará sano» (…) Os aseguro que en Israel no he encontrado a nadie con tanta fe (Mt 8, 6-9).
Jesús, la Fe y el Amor siempre van de la mano. La Fe del Centurión era consecuencia de su Amor. —¡Es que he perdido la Fe...! Decía desazonada una persona. Otro le hacía considerar que la Fe no se pierde como si fuera una llave: —La Fe no es como una piedrecita que se pierde, es más bien como un niño pequeño que se sostiene en brazos y se abraza. Quizá lo que Usted tuvo no fue Fe, sino pura superstición. La Fe, cuando es verdadera, nunca se pierde.
u  Pide a Jesús una fe gorda, gorda, más que la del Centurión.
Propósito: dormirme rezando Comuniones Espirituales.

domingo, 27 de noviembre de 2011

¡Velad!


Velad entonces, pues no sabéis cuando vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos (Mc 13,33-34).
Jesús, la otra noche tuve un sueño feo. Soñé que recibía un regalo muy bien envuelto. El paquete era bastante grande y lo desenvolví con cuidado para no romper el papel. ¡Maniático que es uno! No es que el envoltorio fuera muy historiado, no; era un vulgar papel café. Cuando por fin, con mucho esfuerzo, conseguí quitar todos los tapes —sin romperlo—, e iba a sacar el contenido del paquete… me desperté. ¿¡Qué desilusión!? No. Entonces comprendí claramente, de golpe, que el regalo que Dios me quería hacer era el nuevo día y que mi tarea consistía en ir descubriéndolo, desenvolverlo poco a poco: la Sta Misa, el desayuno de Corn Flakes, la sonrisa de mi hermana, mis amigos, la pizza al mediodía… Jesús, cada día estoy rodeado de tanta belleza… Qué me dé cuenta.
u  Jesús, que bueno eres: me hablas hasta en los sueños.
Lo que digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad! (Mc 13,37).
Aquella otra niña, cuando era su cumpleaños, nada más despertar, buscaba el regalo que Dios le tenía preparado: a veces era un pajarito que cantaba, otras un arco iris, los cristales de la habitación empañados. Jesús, que sepa descubrir las bellezas que cada día encierra.
u  Jesús, tú eres el mejor regalo.
Propósito: ser agradecido.

sábado, 26 de noviembre de 2011

El diablo como león rugiente busca a quién devorar


Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente (Lc 21, 34).
Jesús, ¿te refieres a las borracheras? Así de primeras, el plan me parece de lo más tonto. Hay que estar bastante desesperado. Eso de empezar a beber hasta que se embote la mente, dejar de ser tú mismo, hacer el ridículo delante de personas que no te quieren o te quieren solo como un objeto; pues no. Pero me doy cuenta Jesús, que cuando voy con los amigos no quiero parecer el raro del grupo y me dejo llevar… Cuando llegue, si llega, el momento y se os eche encima de repente aquel día, Jesús, no me dejes hacer el burro, dame valentía de huir. Jesús, prefiero llenarme de otro licor que tanto le gustaba a San Pablo: el rico licor de la sabiduría.
u  ¿Yo? ¿Borracheras? No… eso es para desesperanzados.
Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir (Lc 23, 36).
Jesús, ¡ayúdame! Dame de tu fuerza. Que no me engañe. Como dice San Josemaría: No tengas la cobardía de ser valiente: ¡huye! (Camino 132). Que me sepa rodear de amigos buenos en los que pueda confiar y no de leones o leonas. Sed sobrios y vigilad, porque vuestro adversario, el diablo, como un león rugiente, ronda buscando a quién devorar (1 Pet 5, 8).
u  Mis amigos, ¿son realmente amigos, o son meros cómplices?
Propósito: saber romper las amistades que encadenan.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Tu Palabra es una pasada


El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán ( Lc 21, 33).
Jesús, en los últimos dos mil años por aquí ha pasado de todo: el autobús, el chatarrero, el afilador, emperadores, reyes, civilizaciones, imperios, liberadores, tiranos, enterradores de Dios, científicos locos, revoluciones, guerras, desastres naturales... ¡De todo! De todo es de todo. De todo menos tu Palabra. Mis palabras no pasarán… ¡Será por algo! La verdad es siempre la verdad. Yo quiero apostar seguro y apuesto por Ti.
u  Jesús, Tú tienes Palabras de Vida Eterna. ¡Que te oiga y te haga caso!
La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1, 14).
Jesús, quizá sea por esto. Tu Palabra, Tú mismo, Jesús, te has querido quedar con nosotros. Pero no sólo en la Eucaristía (Verbo encarnado), sino también en la Palabra, en la Sagrada Escritura (Verbo encuadernado). San Bernardo comenta: habitó, ciertamente, por la fe en nuestros corazones, habitó en nuestra memoria, habitó en nuestro pensamiento y desciende hasta la misma imaginación. Por eso me impresionó tanto aquel sacerdote al que veía leer el Evangelio y a cada rato daba besos. —¿Por qué es Vd. tan besucón? Le pregunté: —Doy un beso cada vez que aparece escrito Jesús (el Verbo encuadernado).
u  Lee una página del Evangelio al día… por lo menos.
Propósito: besar los Evangelios.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Bienvenido, Jesús


Habrá signos en el sol y en la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo (Lc 21, 23).
Jesús, cuando llegue el fin del mundo será un espectáculo impresionante. Sobre todo eso de las gentes enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. No sé si lo veré en vivo y en directo, o ya desde el Cielo, pero no me lo pienso perder. En el fondo me da lo mismo, pues cuando se está contigo aquí en la tierra lo del fin del mundo no deja de ser un mero trámite. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación (Lc 21, 28). Cuando llegue el fin, levantaré la cabeza para recibirte glorioso, con la mejor de mis sonrisas: Jesús, ¡Cuánto te echamos de menos! ¡Bienvenido de nuevo, Jesús!
u  Sin agobios, piensa si estás bien preparado para la 2ª venida de Jesús.
Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, la luna a sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas (Ap 12, 1).
Jesús, dentro de unos días es una fiesta de tu Madre la Virgen: Nª Sra de la Medalla Milagrosa. En tu segunda venida sabemos que no vendrás solo, te traerás a tu Madre, bien rodeada también de efectos especiales: sol, luna, estrellas… ¿también con rugir de olas? ¡WOW!
u  Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que acudimos a Ti
Propósito: estar preparado para la 2ª venida.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Sin que me falte un pelo


Os perseguirán, entregándoos a los tribunales y a la cárcel (...) por causa de mi nombre: así tendréis ocasión de dar testimonio. (...) Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá (cfr. Lc 21, 12-19).
Jesús, tu preocupación por la caída del cabello me conmueve y me tranquiliza. No porque me dé miedo quedarme pelón —¡qué tontería!—, sino porque es señal de que nada pasa sin que Tú lo permitas. Jesús, se ríen de mí cuando digo que voy a Misa o que me confieso. Pero lo que más me duele es que, a veces, son precisamente los de mi familia, los que más se burlan. Se cumplen tus palabras: Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán. Jesús, aunque no lo entiendo, todo esto lo permites por un motivo: así tendréis ocasión de dar testimonio de Mí. Seré tu testigo. ¡Cuenta conmigo! 
u  Jesús necesita testigo creíbles ¿Lo soy? ¿Soy creíble o increíble?
Yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro (Lc 21, 14-15).
Decía un ateo: mostradme el rostro de cristianos alegres y entonces creeré en el Dios de la Alegría. Jesús, será mi alegría, mi vida coherente, el perdonar, el ayudar a todos, lo que dará a gritos un testimonio silencioso de Ti. Jesús, perdona, y sobre la caída del cabello, ¿qué es lo que lo detiene? Me miras riéndote y me dices: ¡el suelo, tontorrón!
u  Dile que quieres ser santo sin que te falte un pelo.
Propósito: sonreír siempre.

martes, 22 de noviembre de 2011

La Belleza es el resplandor de la Verdad


En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del Templo, por la calidad de la piedra y los exvotos (Lc 21, 5).
Jesús, el año pasado tu amigo el Papa Benedicto XVI consagró en Barcelona el templo de la Sagrada Familia, que es una auténtica maravilla. Gaudí, el arquitecto, otro amigo tuyo, decía que: la Belleza es el resplandor de la Verdad. Jesús, cuando salgo por la calle aprecio mucha Belleza en las personas que me encuentro. También ellas, aunque no lo sepan, aunque no lo valoren, son Templos del Espíritu Santo que habita en sus almas. Son imágenes de Dios y su belleza manifiesta el resplandor de tu Verdad. Los discípulos ponderaban la belleza del Templo, por la calidad de la piedra. Jesús, como ni yo ni las personas que trato somos de piedra, ayúdame a respetar todos tus templos.
u  ¿Cómo es mi mirada? ¿Quita dignidad? ¿Respeta a los demás?
Cuidado con que nadie os engañe (Lc 21, 8).
—¡Pero si,… ahora sí que se puede…! ¡Antes no se podía pero ahora sí!... Que sí, que se lo dijo una vez un cura a una amiga mía... Porque vendrán muchos en mi nombre (Lc 21, 8). —¡Es que no quiero ser el raro del grupo…! Si todo el mundo lo hace, además lo nuestro va en serio… nos queremos. Que nadie os engañe. Jesús, que no me engañe a mí mismo, que es de tontos. 
u  Dile a Jesús: a veces puedo parecer malo, pero nunca tonto.
Propósito: no dejarme engañar.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Dale tú lo que le puedas dar


Alzando Jesús los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el cepillo del Templo; vio también una viuda pobre que echaba dos monedas pequeñas (Lc 21, 1-2).
Jesús, estabas agotado, y te sientas un rato. Todo el día predicando sin parar, curando, consolando. Aquel día después de una larga caminata para llegar a Jerusalén, quizá te pesaban las piernas y te sentaste solo un ratito, junto a la alcancía del Templo. El ruido de las monedas te hizo levantar la vista: Vio unos ricos que echaban donativos (...); vio también una viuda pobre que echaba dos monedas pequeñas. —¡Pedro, Santiago, Juan... todos!, ¡pronto, vengan!, dijiste. La generosidad de aquella mujer borró de golpe el cansancio de Jesús. –Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie. Judas no entendía nada, no podía entender: —Pero si no vale nada lo que ha echado esta mujer, pensaba Judas. Y yo, ¿lo entiendo?
u  Dile a Jesús que te explique qué es la generosidad.
Alzando Jesús los ojos (lc 21, 1).
¿No has visto las lumbres de la mirada de Jesús cuando la pobre viuda deja en el Templo su pequeña limosna? -Dale tú lo que puedas dar: no está el mérito en lo poco ni en lo mucho, sino en la voluntad con que lo des (Camino 829). Mi generosidad, mi entrega, Jesús, es lo que te hace descansar, lo que te consuela. ¿Hasta dónde estoy dispuesto a ser generoso?
u  ¿¡Sólo!? ¡Qué poquito!
Propósito: No ser tan-lento en entregar mis talentos.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Cristo Rey: ¡Queremos que reines sobre nosotros!


Pilato le dijo: –«Conque, ¿tú eres rey?» Jesús le contestó: –«Tú lo dices: soy rey» (…) Y los soldados se acercaban a Él y le decían: Salve, Rey de los judíos. Y le daban bofetadas (Jn 18, 37. 19, 2).
Jesús, quiero que Tú seas mi Rey, mi soberano. Hasta ahora el reyezuelo que te ha quitado el trono, que me tiraniza, ha sido mi pereza, el egoísmo, la impureza. Jesús, no solo esto, sino que además esclavizo a los demás como le sucedía al personaje del Principito: —¡Ah! He aquí un súbdito, —exclamó el rey cuando vio al Principito. Y el Principito se preguntó: —¿Cómo puede reconocerme si nunca me ha visto antes? No sabía que para los reyes el mundo está muy simplificado: Todos los hombres son súbditos. Jesús, ayúdame a derrocar al tirano de mi yo. Quiero que Tú solo seas mi REY.
u  Dile que liberarás a todos tus esclavos: tu mamá, hermanos, amigos…
Portones, ¡alzad los dinteles! Que se alcen las puertas eternas, va a entrar el Rey de la Gloria (Salmo 23).
Jesús, ¡Quiero que reines en mi vida, en mis pensamientos, en mi corazón! ¿Quieres ser mi Rey? Pero de verdad, no como los reyes de la baraja... Y me respondes: Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo (Jn 18, 37). En la fiesta de hoy Cristo Rey, Jesús: ¿en qué lugar de mi vida todavía no te dejo reinar? Jesús, yo sí quiero que seas: mi Rey, mi Alma, mi Dios, mi Único, mi Todo...
u  Coronar a Cristo en mi alma.
Propósito: Leer El Principito.

sábado, 19 de noviembre de 2011

“Porque para Él todos están vivos”


No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para Él todos están vivos (Lc 20, 38).
Mis buenas amigas las Ánimas Benditas del Purgatorio están vivitas y coleando, porque para Él todos están vivos. Este mes tienen que estar bien contentas porque llevo un montón de sufragios ofrecidos: Misas, Rosarios, Via Crucis... Si cada día saco por lo menos 1 del pozo y llevamos ya 19 días, si las matemáticas no me fallan ya he rescatado ¡19 ánimas! No está nada mal para un tipo como yo. Pero lo mejor es que van como cohetes directamente al Cielo. Ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios (Lc 20, 36). Y desde allá arriba recibiré alguna ayudita. Por lo menos eso espero ¿No?
u  Piensa en los difuntos de tu familia que pueden necesitar tus oraciones
Y no se atrevían a hacerle más preguntas (Lc 20, 40).
De pequeño era famoso por las preguntas tan impertinentes que hacía. Mi abuela se reía mucho y decía que cuando creciera iba a ser detective. ¡Lo quería saber todo!: —¿Y por qué…? Bueno, Jesús, yo no soy como los atontados de tus discípulos. Prepárate que te voy a fusilar a preguntas: —¿Por qué es tan guapa tu Madre? —¿Por qué me quieres tanto? —¿Por qué matan a los niños antes de nacer? —¿Por qué hay guerras? —¿Por qué soy tan enano? —¿Por qué no saco más almas del Purgatorio? —¿Por qué no dejo de preguntarte?  
u  Termina la oración haciendo preguntas impertinentes a Jesús.
Propósito: vaciar el Purgatorio.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Mi casa es casa de oración, no cueva de ladrones


Entró Jesús en el Templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: Escrito está: «Mi casa es casa de oración» y vosotros la habéis convertido en una «cueva de ladrones» Lc 19, 45-46).
Jesús, entras en el Templo de Jerusalén, y te lo encuentras todo lleno de suciedad, de animales y vendedores. Han convertido la casa de tu Padre en una cueva peor que la de “Alí Babá y los cuarenta ladrones”. Esta escena me recuerda que mi alma en gracia es Templo del Espíritu Santo y, por tanto, es también Casa del Padre y tuya. ¿Cómo cuido mi alma? ¿Está llena de animales, de vicios, de suciedad? Jesús, cada vez que comulgo, cada vez que entras en el templo de mi alma ¡qué vergüenza y qué pena, si no está lo suficientemente limpia! ¡Ayúdame!
u  Dile a Jesús que no quieres que tu alma sea una cueva de ladrones.
El celo de tu casa me consume (Jn 13, 16).
Jesús, entras con el látigo El celo de tu casa me consume. A veces yo también tengo que entrar en mi alma, que es tu templo, con el látigo a lo Indiana Jones. He de cortar por lo sano con modos de vivir, con vicios adquiridos, con la impureza, con algún ambiente… He de entrar con el látigo contra la tibieza, que me hace flojo en la lucha por ser santo, y decir ¡basta! Quiero hacer de mi alma un lugar en el que estés a gusto: limpio, generoso, lleno de cariño y de amor. 
u  Reza despacito una Comunión espiritual.
Propósito: Rezar bien las tres Avemarías antes de dormirme.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Y tanto como a Lázaro, te quiere a ti


Y cuando se acercó, al ver la ciudad, lloró sobre ella (Lc 19, 41).
Jesús, pero cómo, ¿Tú también lloras?; ¿cómo es posible? ¡Si eres Dios! Sin embargo, me parece que no es la primera vez —eres reincidente como dice el director del colegio—, también lloraste por tu gran amigo Lázaro. Jesús se estremeció en su interior, se conmovió y (…) comenzó a llorar. Decían entonces los judíos: Mirad cómo le amaba (Jn 11, 33-35). San Josemaría escribió: Jesús es tu amigo. —El Amigo. —Con corazón de carne, como el tuyo. —Con ojos, de mirar amabilísimo, que lloraron por Lázaro... Y tanto como a Lázaro, te quiere a ti (Camino 422).
u  Dile a Jesús que por nada del mundo quieres hacerle llorar.
Lloró sobre ella, diciendo: ¡Si conocieras también tú en este día lo que te lleva a la paz!; sin embargo, ahora está oculto a tus ojos (…) porque no has conocido el tiempo de la visita que se te ha hecho (Lc 12, 20).
Jesús, lo que más te duele de los hombres, de mí, lo que más te hace llorar es la ingratitud, la ceguera. Jesús, quieres traer la paz, la alegría a mi corazón y yo me empeño en no verte, en hacerme el ruso, como que no te veo. Jesús, visitas mi alma en la Comunión, en la Confesión, cuando hago un rato de oración. Jesús, ¡que te sepa reconocer!
u  Termina diciendo que sólo le vas a hacer llorar de risa, de alegría.
Propósito: hacer llorar a Jesús… pero de risa: mucho apostolado.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

“Negociad mientras vuelvo”


Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez talentos (Lc 19, 12-13).
Jesús, me recuerdas a mi mamá, que es un poco repetitiva, pero en el fondo es una santa. La pobre no hace más que repetirme aquello de los “talentos”, sobre todo cuando llegan las notas: —que si no me esfuerzo lo suficiente, —que si yo quisiera, —que si los sacrificios que hacen para que no me falte de nada... Lo peor es que tiene toda la razón del mundo: ¡Tengo talento! Jesús, me has dado tantos talentos: simpatía, inteligencia, regate, buen humor… ¡algo tendré que hacer! ¿No?
u  Habla con Jesús. Dile que pones todo tu talento a su servicio.
Repartió diez talentos, diciéndoles: Negociad mientras vuelvo (Lc19,13).
Jesús, me has dado un tiempo limitado. No sé cuánto durará mi vida: 100 años, 2 meses, un día más… Sí sé, que un día regresarás y te me gustaría que te pongas muy contento por el buen negocio que he hecho con mi vida y me digas: Muy bien siervo bueno y fiel… (Lc 19, 17).

u  Hago el propósito de esforzarme a tope para rentabilizar mis talentos.
Propósito: (Otra vez) no ser tan-lento en dar mi talento.

martes, 15 de noviembre de 2011

Hoy tengo que alojarme en tu casa


Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo (Lc 19, 2-4).
Zaqueo era medio enano pero fibroso. Vivía en Jericó, el oasis de Judea. Con el paso de los años y algún que otro turbio engaño se había hecho sospechosamente rico. Quizá, su amigo y colega Mateo, le había prevenido: —Ten cuidado con el Nazareno. —Pero, yo quiero verlo, pensó. Con una agilidad felina, lleno de curiosidad, trepó a lo alto de un árbol para ver sin ser visto. Jesús, a veces yo también soy un poco Zaqueo. No solo por mi pequeño tamaño, sino porque también mantengo las distancias contigo, no vaya a ser que me pidas algo.
u  ¿Me dejo ver por Jesús? ¿Me pongo a tiro para que me hable?
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: –Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa (Lc 19, 5-6).
Viendo la higuera con Zaqueo encaramado, quizás algún apóstol pensó: —¡Qué higo tan raro!; pero..., si es el enano de Zaqueo. Y Jesús dijo: –Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa. Como fruta madura Zaqueo se bajó del árbol Él bajó en seguida y lo recibió muy contento. Jesús, me ves, te ríes y dices que quieres alojarte en mi alma; eso sí, que también me baje del burro…
u  Jesús, ¿hasta cuándo te haré esperar?
Propósito: no ser tan-lento en dar mi talento.

lunes, 14 de noviembre de 2011

¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!


Pasa Jesús Nazareno. Entonces gritó: ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí! Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte (Lc 18, 38-39).
Jesús, oigo voces. Como el ciego de Jericó, en mi oscuridad oigo voces a mi alrededor. Unas voces, las de los que se dicen mis amigos —pero en el fondo solo buscan cómplices, compinches—, quieren que no hable de Dios (lo llaman supersticiones). Quieren que me calle y me regañan: Muchos lo regañaban para que se callara. Otras voces, las de mis amigos de verdad, me ponen delante de Ti: Ánimo, levántate, que te llama. ¿A quiénes hago caso?
u  Jesús, que sea valiente y sólo haga caso a los buenos.
Ánimo, levántate, que te llama. Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: –¿Qué quieres que haga por ti? El ciego le contestó: –Maestro, que pueda ver (Mc 10, 49-52).
El ciego Soltó el manto. Siempre me he preguntado ¿Cómo sería ese manto? ¿Qué tendría de especial? Me imagino un capote pesado y sucio, multiuso, de color indefinido y olor a humedad. Un manto asqueroso, pero era suyo, estaba apegado. El ciego Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Para acercarse a Jesús, para poder dar el salto y ver, hay que tirar el manto, estar desprendido de lo material.
u  ¿Cuál es mi manto?: BB, iPhone, mi descanso…
Propósito: soltar el manto…

domingo, 13 de noviembre de 2011

Seréis mis testigos


Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco. Su señor le dijo: «muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; Como has sido fiel en lo poco te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor» (Mt 25, 20-21).
Jesús, esto de los talentos me recuerda la película viejísima: Una historia del Bronx. El protagonista, es un muchacho llamado Callogero. Vive en el Bronx un suburbio de Nueva York en el que un tal Sony, un mafioso, se da cuenta de que tiene mucho talento y quiere introducirle en el mundo de la delincuencia. Callogero después de dudar mucho decide no involucrarse. Entonces, Sony, decepcionado, comenta: lástima de talento desperdiciado. Jesús: ¡Tengo talento! Me lo dice todo el mundo: mi abuela, el entrenador, etc. ¿En qué lo empleo? ¿Lo uso bien? ¿Lo desperdicio?
u  ¿Me lamento de dedicar tiempo a Dios? Mi talento, ¿es solo para mi?
Andrés, el hermano de Simón Pedro dijo: Hay aquí un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué esto para tantos? (Jn 6, 8-10).
Era todo lo que tenía aquel chico: Cinco panes y dos peces. Gracias a su generosidad hiciste aquel gran milagro de la multiplicación. Jesús, me has dado más de cinco talentos, un montón de talentos: simpatía, familia… Que los ponga a tu servicio y Tú los multiplicarás. ¡Aquí hay negocio!
u  Dile a Jesús que pones todo tu talento en sus manos.
Propósito: no ser tan-lento en dar mi talento.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Sin idolillos, santamente tozudo


Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres (Lc 18, 2).
Jesús, ese pobre hombre, mucho juez y todo lo que quieras, pero era un egoísta de primera. No le importaba nada ni nadie, solo su bienestar. Su religión era su estómago o quizá un poco más abajo. Y es que cuando se vacía el Cielo de Dios, se llena la tierra de ídolos: dinero, salud, sexo, éxito. En plan intelectualoide tendría teorías para justificar su ateísmo y rebatir mitologías cristianas. Y el pobre, al alejarse de Dios, poco a poco, quizá sin darse cuenta, también se fue alejando de los hombres. Jesús, para poder amar de verdad a todos tengo que estar cerca de Ti, quererles como Tú les quieres, con tu corazón.
u  Di a Jesús que no quieres ídolos, que le quieres a Él, y con Él a los demás.
Ya que esta viuda está molestándome, le haré justicia, para que no siga viniendo a importunarme (Lc 18, 2).
Jesús, con esta parábola me dices que te gustan las almas que como yo te dan la lata, que insisten en sus peticiones. La primera condición de la oración es la perseverancia; la segunda, la humildad.—Sé santamente tozudo, con confianza. Piensa que el Señor, cuando le pedimos algo importante, quizá quiere la súplica de muchos años. ¡Insiste!..., pero insiste siempre con más confianza (Forja 535)
u  ¿Soy perseverante en la oración?
Propósito: dar la lata (en la oración).  

viernes, 11 de noviembre de 2011

Donde está el cuerpo se reunirán las águilas


Ellos le preguntaron: –¿Dónde, Señor? El contestó: –Donde está el cuerpo, se reunirán las águilas (Lc 17, 37).
Jesús, se me viene a la cabeza al leer este pasaje lo que me contaron una vez en una clase de Reli. Había un niño que estaba frente a su compu, y por estar de haragán le entraron unas tentaciones fuertes de buscar cosas sucias en el internet. Se puso de pie para cerrar la puerta y evitar que lo fueran encontrar en esas picardías. Una vez que cerró la puerta se tropezó y casi se va de cara. Se puso de pie y de repente por la ventana entró un pajarito que se paró en el escritorio y lo miraba bien serio. El cuento terminaba con el profesor preguntándonos si Dios habla de esa manera. Jesús, yo todavía no sé que contestar.
u  Pídele a Jesús entenderle siempre, especialmente en la oración.
Contemplad los lirios, cómo crecen; no se fatigan ni hilan, y Yo os digo que ni Salomón en toda su gloria pudo vestirse como uno de ellos (Lc, 12, 27).
Por cierto Jesús, que cuando me contaron ese cuento le fui a preguntar al sacerdote y se rió. Lo único que me acuerdo fue que me dijo que Dios no nos obliga hacer el bien y tampoco nos va detener si nos empeñamos en hacer el mal. Yo medio le entendí, creo. Jesús te pido que no sea malicioso.
u  Pide a Jesús saber entender el lenguaje que Dios utiliza contigo.
Propósito: agradecer al Espíritu Santo su paciencia.

jueves, 10 de noviembre de 2011

El Reino de Dios está dentro de vosotros


Le preguntaban cuándo iba a llegar el Reino de Dios, Jesús les contestó: (…) El Reino de Dios está dentro de vosotros (Lc 17, 20-21).
Jesús, cada día al rezar el Padrenuestro digo: Venga a nosotros tu Reino, y ahora me dices que el Reino de Dios está dentro de vosotros. Jesús, algo me sospechaba. Si no, ¿por qué siempre estoy contento?, ¿por qué encuentro tanta paz y tanta alegría dentro de mí? En mi alma en gracia te encuentro a Ti. Algunos de mis amigos, sorprendidos, me preguntan: ¿pero qué pasa contigo? ¿Es que a ti nunca te duelen las muelas? ¿No tienes problemas? Y yo pienso —¿Por qué voy a estar triste si tengo a Dios en mi alma, si soy hijo del Todopoderoso, hijo de Dios?
u  Dile a Jesús que quieres vivir con la alegría del que se sabe hijo de Dios y hacer mucho apostolado.
Como el fulgor del relámpago brilla de un horizonte a otro, así será el Hijo del Hombre en su día (Lc 17, 24).
Jesús, en octubre vi con mis hermanos una gran tormenta. Era de noche, desde la ventana, con las luces apagadas llenos de miedo, veíamos caer los rayos cada vez más cerca. Con cada relámpago se iluminaba toda la habitación como si fuera de día. Jesús, con el fulgor de tu luz ya no hay oscuridad en mi vida.
u  Jesús, sabes calmar tempestades del alma. Llena de calma mi alma.
Propósito: Llevar a muchos a confesarse.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Basílica de Letrán. Jesús, mi alma es tu mejor Templo


Encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados (Jn 2, 13).
Jesús, entras en el Templo de Jerusalén, la Casa de tu Padre y… te lo encuentras todo perdido, lleno de inmundicia, animales y de cambistas. Han convertido la casa de tu Padre en un mercado. Esta escena me recuerda que mi alma en gracia es también templo tuyo, Templo del Espíritu Santo y, por tanto, es también Casa del Padre y tuya. ¿Cómo cuido mi alma? ¿Puede ser que, a veces, esté llena de animales: de vicios de suciedad?
Cerdo limpio nunca engorda… Como no soy un cerdito, siempre limpio
Y haciendo un látigo de cuerdas arrojó a todos del Templo, con las ovejas y los bueyes; tiró las monedas de los cambis­tas y volcó las mesas (Jn 2, 14).
Jesús, entras con el látigo El celo de tu casa me consume (Jn, 13, 16). A veces, yo también he de entrar con el látigo: he de cortar con modos de vivir, con vicios adquiridos, con alguna amistad, con algún ambiente… He de entrar con el látigo contra la tibieza, que me hace flojo en la lucha por ser santo, y decir ¡basta! Quiero hacer de mi alma un lugar en el que estés a gusto, un sitio limpio, generoso, lleno de amor.
u  Dile a Jesús que quieres que tu alma sea su mejor Templo.
Propósito: alma limpia.

martes, 8 de noviembre de 2011

He aquí la Esclava del Señor


Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: «Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer» (Lc 17,10).
Jesús, Tú nos has dicho que no he venido a ser servido sino a servir (Mt 20,28). Además eres el hijo de la Esclava del Señor, el título más bonito que adorna a tu Madre. SERVIR, ¡Cómo me gusta esta palabra! Servir me identifica más contigo, me hace ser Cristo. Porque servir es amar: Dime loco ¿qué es el amor? Y el loco respondió: «amor es aquello que hace esclavos a los libres y libres a los esclavos». Y no se sabe en qué consiste esencialmente el amor, si en esta esclavitud o en esta libertad. Jesús, hoy por amor a los que más quiero serviré el agua en la mesa, haré mi cama, ordenaré la habitación, recogeré los platos...
u  Dile a Jesús que quieres ser su siervo, su servidor.
No he venido a ser servido sino a servir (Mt 20,28).   
Jesús, de entre las almas más delicadas, las que tienen mayor finura interior, has elegido aquellas personas que harán del servicio, el centro de su vida. Estas son tus predilectas, tus preferidas. Trabajan en los hospitales, en las escuelas, pero sobre todo trabajan en los hogares cristianos como lo hizo la Santísima Virgen en el hogar de Nazaret. Su vida es su familia, y en su familia encuentran a Dios.
u  Pregunta a Jesús si quiere que tú seas una de esas personas.
Propósito: servir y agradecer a mamá por todos sus servicios.