El Reino de los cielos se parece a diez doncellas que tomaron
sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco
prudentes (…) El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. (Mt
25, 1-2).
Jesús, siempre este pasaje me ha intrigado. Pero ¿por qué las
vírgenes prudentes se quedan dormidas al igual que las necias? Se ve que no
eran tan santas… Y me dices: las almas santas también se duermen. Mis tres
apóstoles más íntimos se durmieron en el Huerto, mientras yo sudaba sangre. Lee
las vidas de los santos y dime si alguno hubo que no pecara... Pero como sus
cantimploras estaban llenas de amor a Dios, rápidamente despertaron, lloraron
sus culpas, y en sus lámparas brilló de nuevo la gracia.
u Jesús, que me confiese todas las veces que haga falta.
Mejor es que vayáis a los vendedores y lo compréis (Mt 25, 9).
Otra pregunta: ¿no fueron unas desalmadas aquellas doncellas
cuando negaron un poco de su aceite a las otras? Y me dices: ¡Ojalá
pudieras partir con tus hermanos la gracia de tu alma! Pero no puedes, porque
tú no eres el Salvador. Sólo Yo rescato las almas. Tu misión no es atraer los
corazones hacia tu lámpara, sino señalar el camino hacia mí. Cada uno debe
venir a Mí a obtener Luz, porque Yo soy la Luz del mundo. Muéstrales el camino
del confesonario, muéstrales el camino de la Cruz...
u ¿A quién puedo llevar a confesar?
Propósito: no ser
necio.