viernes, 4 de noviembre de 2011

¿Joven y calculador?: viejo prematuro


Un hombre tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: «¿Qué es lo que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión» (Lc 16, 1-2).
Jesús, ¡qué fácil es gastar! Sobre todo cuando uno no sabe los que es ganarse el pan… Eso es lo que siempre dice mi papá, y de broma se mete conmigo: que si somos unos señoritos y que si nos quema el dinero en el bolsillo. Es verdad; los domingos, cuando me dan lo de la semana, la quemadura dura el tiempo que tardamos en pasar por una vitrina. Luego, cuando voy a Misa y veo al pobre en la puerta de la iglesia, lo que me quema es el alma ¿por qué seré tan gastón?
u  Jesús, que sea generoso también con ¿mi? dinero.
El administrador se puso a echar cálculos: ¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza (Lc 16, 3).
Jesús, pues yo también echo mis cálculos: hasta dónde estoy dispuesto a dar de mi dinero, de mi tiempo, de mi vida... ¡Me horroriza comprometerme! Efectivamente soy calculator-man de la vida. El punto 30 de Camino me viene como anillo al dedo: Eres calculador. —No me digas que eres joven. La juventud da todo lo que puede: se da ella misma sin tasa.
u  ¿Pongo límites a Dios? El que es calculador, envejece antes de tiempo.
Propósito: no ser calculator-man.