viernes, 30 de noviembre de 2018

San Andrés. Maestro, ¿dónde vives? Venid y veréis


Pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano (Mt 4, 18).
Jesús, hoy es la fiesta de uno de tus grandes amigos: San Andrés, el hermano pequeño de Pedro. Fue a orillas del Jordán donde te hizo aquella pregunta interesada: Maestro, ¿dónde vives? (Jn 1, 38). Quizá entonces le dijiste en broma: Por tu interés te quiero Andrés, y añadis­te Venid y veréis (Jn 1, 39). Estaba claro. Querían que les invitaras a merendar pan con chocolate y pastel de dátiles, especialidad de tu Madre. Y permanecieron con Él aquel día. Era como la hora décima (Jn 1, 39). Y se quedaron hasta las tantas, tan a gusto se encontraban. ¡Mira si eran listos!
Dile a Jesús que te invite a merendar… (te puede complicar la vida).
Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando la red en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: –Venid y seguid­me, y os haré pescadores de hombres (Mt 4, 18-19).
El colmo. Los pescadores fueron pescados. Todo comenzó por una merienda a orillas del río Jordán. Andrés fue tratando a Jesús, a su Madre, se fue haciendo cada vez más amigo hasta que llegó un mo­mento en que decidió cambiar de patrón y de mar. En vez de tilapias del mar de Galilea se decidió por pescar almas y almejas (pequeñas almas) en el mar del mundo para Jesús, su nuevo Patrón.
Cuéntale a Jesús lo último que has pescado: un resfriado, un amigo.
Propósito: merendar con Jesús.

jueves, 29 de noviembre de 2018

Bienvenido, Jesús


Habrá signos en el sol y en la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo (Lc 21, 23).
Jesús, cuando llegue el fin del mundo será un espectáculo impresio­nante. Sobre todo eso de las gentes enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. No sé si lo veré en vivo y en directo, o ya desde el Cielo, pero no me lo pienso perder. En el fondo me da un poco lo mismo, pues cuando se está contigo aquí en la tierra lo del fin del mundo no deja de ser un mero trámite. Cuando empiece a suce­der esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación (Lc 21, 28). Cuando llegue, levantaré la cabeza para recibirte glorioso, con la mejor de mis sonrisas: Jesús, ¡Cuánto te echamos de menos! ¡Bienvenido de nuevo, Jesús!
Sin agobios, piensa si estás bien preparado para la 2ª venida de Jesús.

Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, la luna a sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas (Ap 12, 1).
Jesús, hace dos días fue una fiesta de tu Madre la Virgen: Nª Sra de la Medalla Milagrosa. En tu segunda venida sabemos que no vendrás solo, te traerás a tu Madre, bien rodeada también de efectos espe­ciales: sol, luna, estrellas… ¿También con rugir de olas?.
Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que acudimos a ti
Propósito: estar preparado para la 2ª venida.

miércoles, 28 de noviembre de 2018

Sin que me falte un pelo


Os perseguirán, entregándoos a los tribunales y a la cárcel (...) por causa de mi nombre: así tendréis ocasión de dar tes­timonio. (...) Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá (cfr. Lc 21, 12-19).
Jesús, tu preocupación por la caída del cabello me conmueve y me tranquiliza. No porque me dé miedo quedarme calvo –¡qué tonte­ría!–, sino porque es señal de que nada pasa sin que Tú lo permitas. Jesús, se ríen de mí cuando digo que voy a Misa o que me confieso. Pero lo que más me duele es que, a veces, son precisamente los de mi familia, los que más se burlan. Se cumplen tus palabras: Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán. Jesús, aunque no lo entiendo, todo esto lo permites por un motivo: así tendréis ocasión de dar testimonio de mí. Seré tu testigo. ¡Cuenta conmigo!
Jesús necesita testigos creíbles. ¿Lo soy? ¿Soy creíble o increíble?
Yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro (Lc 21, 14-15).
Decía un ateo: mostradme el rostro de cristianos alegres y entonces creeré en el Dios de la Alegría. Jesús, será mi alegría, mi vida coheren­te, el perdonar, el ayudar a todos, lo que dará a gritos un testimonio silencioso de ti. Jesús, perdona, y de la caída del cabello, ¿qué es lo que lo detiene? Me miras y me dices: ¡El suelo, tontorrón!
Dile que quieres ser santo sin que te falte un pelo.
Propósito: mostrar el rostro alegre.

martes, 27 de noviembre de 2018

La Belleza es el resplandor de la Verdad


En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del Templo, por la calidad de la piedra y los exvotos (Lc 21, 5).
Jesús, hace unos años tu amigo el Papa emérito Benedicto XVI con­sagró en Barcelona el templo de la Sagrada Familia, que es una au­téntica maravilla. Gaudí, el arquitecto, otro amigo tuyo, decía que: la Belleza es el resplandor de la Verdad. Jesús, cuando salgo por la calle aprecio mucha Belleza en las personas que me encuentro. También ellas, aunque no lo sepan, aunque no lo valoren, son Templos del Espíritu Santo que habita en sus almas. Son imágenes de Dios y su belleza manifiesta el resplandor de tu Verdad. Los discípulos ponde­raban la belleza del Templo, por la calidad de la piedra. Jesús, como ni yo ni las personas que trato somos de piedra, ayúdame a respetar todos tus templos.
¿Cómo es mi mirada? ¿Quita dignidad? ¿Respeta a los demás?
Cuidado con que nadie os engañe (Lc 21, 8).
–¡Pero si,… ahora sí que se puede…! ¡Antes no se podía pero ahora sí!... Que sí, que se lo dijo una vez un cura a una amiga mía... Porque vendrán muchos en mi nombre (Lc 21, 8).–¡Es que no quiero ser el raro del grupo...! Si todo el mundo lo hace, además lo nuestro va en se­rio… nos queremos. Que nadie os engañe. Jesús, que no me engañe a mí mismo, que es de tontos.
Dile a Jesús: a veces puedo parecer malo, pero nunca tonto.
Propósito: no dejarme engañar.

lunes, 26 de noviembre de 2018

Dale tú lo que le puedas dar


Alzando Jesús los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el cepillo del Templo; vio también una viuda pobre que echaba dos monedas pequeñas (Lc 21, 1-2).
Jesús, vuelve a salir este pasaje del evangelio donde se te ve cansa­do, pero el ruido de las monedas te hizo levantar la vista: Vio unos ricos que echaban donativos (...); vio también una viuda pobre que echa­ba dos monedas pequeñas. -¡Pedro, Santiago, Juan... todos!, ¡pronto, venid! La generosidad de aquella mujer borró de golpe el cansancio de Jesús. –Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie. Judas no entendía nada, no podía entender: –Pero si no vale nada lo que ha echado esta mujer, pensaba Judas. Y yo, ¿lo entiendo?
Dile a Jesús que tú sí lo entiendes (más o menos).
¿No has visto las lumbres de la mirada de Jesús cuando la pobre viuda deja en el Templo su pequeña limosna? -Dale tú lo que puedas dar: no está el mérito en lo poco ni en lo mucho, sino en la voluntad con que lo des (Camino 829). Mi generosidad, mi entrega, Jesús, es lo que te hace descansar, lo que te consuela. ¿Hasta dónde estoy dispuesto a ser generoso con mi tiempo, con mi dinero, con mi vida?
¿¡Sólo!? ¡Qué tacaño!
Propósito: ser algo más generoso.

domingo, 25 de noviembre de 2018

Cristo Rey. ¡Queremos que reines sobre nosotros!


Pilato le dijo: – Conque, ¿tú eres rey? Jesús le contestó: – Tú lo dices: soy rey (…) Y los soldados se acercaban a Él y le decían: Salve, Rey de los judíos. Y le daban bofetadas (Jn 18, 37. 19, 2).
Jesús, quiero que Tú seas mi Rey, mi soberano. Hasta ahora el reye­zuelo que te ha quitado el trono, que me tiraniza, ha sido mi pereza, el egoísmo, la impureza. Jesús, no sólo esto, sino que además esclavizo a los demás como le sucedía al personaje del Principito: -¡Ah! He aquí un súbdito, -exclamó el rey cuando vio al Principito. Y el Principito se preguntó: -¿Cómo puede reconocerme si nunca me ha visto antes? No sabía que para los reyes el mundo está muy simplificado: Todos los hombres son súbditos. Jesús, ayúdame a derrocar al tirano de mi yo. Quiero que Tú sólo seas mi REY.
Dile que liberarás a todos tus esclavos: tu madre, hermanos, amigos…
Portones, ¡alzad los dinteles! Que se alcen las puertas eternas, va a entrar el Rey de la Gloria (Salmo 23).
Jesús, ¡quiero que reines en mi vida, en mis pensamientos, en mi cora­zón! ¿Quieres ser mi Rey? Pero de verdad, no como los reyes de la ba­raja de naipes... Y me respondes: Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo (Jn 18, 37). En la fiesta de hoy Cristo Rey, Jesús: ¿En qué lugar de mi vida todavía no te dejo reinar? Jesús, yo sí quiero que seas: mi Rey, mi Alma, mi Dios, mi Único, mi Todo...
Coronar a Cristo en mi alma.
Propósito: no ser republicano (en la vida interior).

sábado, 24 de noviembre de 2018

Porque para Él todos están vivos


No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para Él todos están vivos (Lc 20, 38).
Mis buenas amigas las Ánimas Benditas del Purgatorio están vivitas y coleando: porque para Él todos están vivos. Este mes tienen que estar bien contentas porque llevo un montón de sufragios ofrecidos: Misas, Rosarios, el Vía Crucis... Si cada día saco por lo menos una del “pozo” y llevamos ya 24 días, si las matemáticas no me fallan ya he rescata­do ¡24 ánimas! Pero lo mejor es que van como cohetes directamente al Cielo. Ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios (Lc 20,36). Y desde allá arriba recibiré alguna ayudita. Por lo menos eso espero ¿No?
Piensa en los difuntos de tu familia que pueden necesitar tus oraciones
Y no se atrevían a hacerle más preguntas (Lc 20,40).
De pequeño era famoso por las preguntas tan impertinentes que ha­cía. Mi abuela se ría mucho y decía que cuando creciera iba a ser detective. ¡Lo quería saber todo!: -¿Y por qué…? Bueno, Jesús, yo no soy como los atontados de tus discípulos. Prepárate que te voy a fusilar a preguntas: ¿Por qué es tan guapa tu Madre? ¿Por qué me quieres tanto? ¿Por qué matan a los niños antes de nacer? ¿Por qué hay guerras? ¿Por qué no saco más almas del Purgatorio? ¿Por qué no dejo de preguntarte?
Termina el tiempo de oración haciendo preguntas impertinentes a Jesús. Cuanto más impertinentes, mejor.
Propósito: sacar cada día un alma del purgatorio hasta vaciarlo.

viernes, 23 de noviembre de 2018

Mi casa es casa de oración


Entró Jesús en el Templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: Escrito está: Mi casa es casa de oración y vosotros la habéis convertido en una cueva de ladrones (Lc 19, 45-46).
Jesús, entras en el Templo de Jerusalén, y te lo encuentras todo lleno de suciedad, de animales y vendedores. Han convertido la casa de tu Padre en una cueva peor que la de Alí Babá y los Cuarenta ladro­nes. Esta escena me recuerda que mi alma en gracia es Templo del Espíritu Santo y, por tanto, es también Casa del Padre y tuya. ¿Cómo cuido mi alma? ¿Está llena de animales, de vicios, de suciedad? Jesús, cada vez que comulgo, cada vez que entras en el templo de mi alma, ¡qué vergüenza y qué pena, si no está lo suficientemente limpia! ¡Ayúdame!
Dile a Jesús que no quieres que tu alma sea una cueva de ladrones.
El celo de tu casa me consume (Jn 13, 16).
Jesús, entras con el látigo. El celo de tu casa me consume. A veces yo también tengo que entrar en mi alma, que es tu templo, con el látigo a lo Indiana Jones. He de cortar por lo sano con modos de vivir, con vicios adquiridos, con la impureza, con algún ambiente… He de entrar con el látigo contra la tibieza, que me hace flojo en la lucha por ser santo, y decir ¡basta! Quiero hacer de mi alma un lugar en el que estés a gusto: limpio, generoso, lleno de cariño y de amor.
Hacer de Indiana Jones en mi alma.
Propósito: Echar a Alí Babá y llamar a Indiana Jones.

jueves, 22 de noviembre de 2018

Y tanto como a Lázaro, te quiere a ti


Y cuando se acercó, al ver la ciudad, lloró sobre ella (Lc 19, 41).
Jesús, pero cómo, ¿Tú también lloras?; ¿Cómo es posible? ¡Si eres Dios! Sin embargo, me parece que no es la primera vez -eres reincidente-, también lloraste por tu gran amigo Lázaro. Jesús se estremeció en su interior, se conmovió y (…) comenzó a llorar. Decían entonces los judíos: Mirad cómo le amaba (Jn 11, 33-35). San Josemaría nos re­cuerda: Jesús es tu amigo. -El Amigo. —Con corazón de carne, como el tuyo. —Con ojos, de mirar amabilísimo, que lloraron por Lázaro... Y tanto como a Lázaro, te quiere a ti (Camino 422).
Dile a Jesús que por nada del mundo quieres hacerle llorar.
Lloró sobre ella, diciendo: ¡Si conocieras también tú en este día lo que te lleva a la paz!; sin embargo, ahora está oculto a tus ojos (…) porque no has conocido el tiempo de la visita que se te ha hecho (Lc 12, 20).
Jesús, lo que más te duele de los hombres, de mí, lo que más te hace llorar es la ingratitud, la ceguera. Jesús, quieres traer la paz, la alegría a mi corazón y yo me empeño en no verte, en hacerme el loco, como que no te veo. Jesús, visitas mi alma en la Comunión, en la Confesión, cuando hago un rato de oración. Jesús, quítame las vendas de los ojos. ¡Que te sepa reconocer!
Termina diciendo que sólo le vas a hacer llorar de risa, de alegría.
Propósito: hacer llorar a Jesús… pero de risa.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Negociad mientras vuelvo


Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguir­se el título de rey, y volver después. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez talentos (Lc 19, 12-13).
Jesús, me recuerdas a mi mamá, que es un poco pesada, pero en el fondo es una santa. La pobre no hace más que repetirme aquello de los talentos, sobre todo cuando llegan las notas: -que si no me es­fuerzo lo suficiente, -que si yo quisiera, -que si los sacrificios que hacen para que no me falte de nada... Lo peor es que tiene toda la razón del mundo: ¡Tengo talento! Jesús, me has dado tantos talentos: simpatía, inteligencia, regate, buen humor… ¡Algo tendré que hacer! ¿No?
Habla con Jesús. Dile que pones todo tu talento a su servicio.
Repartió diez talentos, diciéndoles: Negociad mientras vuelvo (Lc19,13).
El Negociad mientras vuelvo me suena al cartel que a veces pone el peluquero en la puerta: —Enseguida vuelvo; estoy en el Bar. Jesús, me has dado un tiempo limitado. No sé cuánto durará mi vida: 100 años, 2 meses, un día más… Sí sé, que un día regresarás y te pondrás muy contento por el buen negocio que has hecho conmigo y me dirás Muy bien siervo bueno y fiel… (Lc 19, 17).
Hago el propósito de esforzarme a tope para rentabilizar mis talentos.
Propósito: ser rentable.

martes, 20 de noviembre de 2018

Hoy tengo que alojarme en tu casa


Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo (Lc 19, 2-4).
Zaqueo era chiquito y fibroso. Vivía en Jericó, el oasis de Judea. Con el paso de los años, y algún que otro turbio engaño, se había hecho sospechosamente rico. Quizá, su amigo y colega Mateo, le había prevenido: -Ten cuidado con el Nazareno. Con una agilidad felina, lleno de curiosidad, trepó a lo alto de un árbol para ver sin ser visto. Jesús, a veces yo también soy un poco Zaqueo. No sólo por mi pe­queño tamaño, sino porque también mantengo las distancias, me subo a los lugares altos para que no me veas.
¿Me dejo ver por Jesús? ¿Me pongo a tiro para que me hable?
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: –Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa (Lc 19, 5-6).
Viendo la higuera con Zaqueo encaramado, quizá Jesús pensó: - ¡Qué higo tan raro!; pero…, si es mi amigo Zaqueo. Y dijo: –Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa. Como fruta madura Zaqueo se bajó del árbol Él bajó enseguida y lo recibió muy contento. Jesús, me ves, te ríes y dices que quieres alojarte en mi alma; eso sí, cuando me baje del árbol o me apee del burro…
Jesús, ¿hasta cuándo te haré esperar?
Propósito: no subirme a la parra…

lunes, 19 de noviembre de 2018

¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!


Pasa Jesús Nazareno. Entonces gritó: ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí! Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte (Lc 18, 38-39).
Jesús, oigo voces. Como el ciego de Jericó, en mi oscuridad oigo voces a mi alrededor. Unas voces, las de los que se dicen mis amigos —pero en el fondo sólo buscan cómplices, compinches—, quieren que no hable de Dios (lo llaman supersticiones). Quieren que me ca­lle y me regañan: Muchos lo regañaban para que se callara. Otras voces, las de mis amigos de verdad, los que me quieren, me ponen delante de ti: Ánimo, levántate, que te llama. ¿A quiénes hago caso?
Jesús, a mí no me calla nadie.
Ánimo, levántate, que te llama. Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: –¿Qué quieres que haga por ti? El ciego le contestó: –Maestro, que pueda ver (Mc 10, 49-52).
El ciego Soltó el manto. Siempre me he preguntado: ¿Cómo sería ese manto? ¿Qué tendría de especial? Me imagino un capote pesado y sucio, multiuso, lleno de manchas, de color indefinido y olor a hume­dad. Un manto asqueroso, pero era suyo, estaba apegado. El ciego Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Para acercarse a Jesús, para poder dar el salto y ver, hay que estar dispuesto a tirar el manto, y tirar de la manta, estar desprendido de lo material.
¿Cuál es mi manto, al que estoy apegado?
Propósito: soltar el manto…

domingo, 18 de noviembre de 2018

Tus elegidos de los Cuatro Vientos


Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos (Mc 13, 24-27).
Era la JMJ Madrid 2011. Allí estábamos, casi dos millones de jóvenes con el Papa en Cuatro Vientos. Y menos mal que solo eran cuatro vientos, que si son más salimos todos volando. Fue una tarde de inten­so calor. Al atardecer llegó el Papa… y se desató la tormenta: rayos, truenos, lluvia y un viento huracanado que se lo llevaba todo. Unos mejicanos divertidos cantaban: ¡Ateo el que se mueva, ateo el que se vaya…! Intervinieron los bomberos. −Santo Padre, nos vamos, − Nos quedamos, dijo el Papa tres veces. Y allí, con la calma tras la tormenta, los elegidos de los cuatro vientos adoramos a Jesús en la Eucaristía. Dos millones y no se oía ni una mosca.
Dile a Jesús que quieres ser uno de sus elegidos.
Uno que edificaba una casa: cavó, ahondó y puso los ci­mientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo tambalearla, porque estaba sólida­mente construida (Lc6, 49)
Siendo Santo Tomás de Aquino niño, se desató una gran tormenta en Montecasino. Lo encontraron en la capilla, temblando de miedo, abrazado al sagrario. −Es que Él es el único que calma tormentas... Jesús eres el mejor pararrayos, el que calmas todas las tormentas, las del alma que son las que más me atormentan.
¿Dónde tienes el Sagrario, el Pararrayos más cercano? Localízalo.
Propósito: abrazarme al Sagrario.

sábado, 17 de noviembre de 2018

Sin idolillos, santamente tozudo


Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le impor­taban los hombres (Lc 18, 2).
Jesús, ese pobre hombre, mucho juez y todo lo que quieras, pero era un egoísta y un creído. No le importaba nada ni nadie, solo su bienes­tar. Su religión era su estómago o quizá un poco más abajo. Y es que cuando se vacía el Cielo de Dios, se llena la tierra de ídolos: dinero, salud, sexo, éxito. En plan intelectualoide tendría teorías para justificar su ateísmo y rebatir mitologías cristianas. Y el pobre, al alejarse de Dios, poco a poco, quizá sin darse cuenta, también se fue alejando de los hombres. Jesús, para poder amar de verdad a todos tengo que estar cerca de ti, quererles como Tú les quieres, con tu corazón.
Di a Jesús que no quieres ídolos, que le quieres a Él, y con Él a los demás.
Ya que esta viuda está molestándome, le haré justicia, para que no siga viniendo a importunarme (Lc 18, 2).
Jesús, con esta parábola me dices que te gustan los que como yo te dan la lata, que insisten en sus peticiones. La primera condición de la oración es la perseverancia; la segunda, la humildad .—Sé santamente tozudo, con confianza. Piensa que el Señor, cuando le pedimos algo importante, quizá quiere la súplica de muchos años. ¡Insiste!..., pero insiste siempre con más confianza (Forja 535).
Aprende de los niños a ser tozudo, a dar la lata. A Jesús le gusta.
Propósito: dar la lata (en la oración).

viernes, 16 de noviembre de 2018

Donde está el cuerpo se reunirán las águilas


Ellos le preguntaron: –¿Dónde, Señor? Él contestó: –Donde está el cuerpo se reunirán las águilas (Lc 17, 37).
No era precisamente un águila, ni mucho menos. El petirrojo se posó ahí, descaradamente, frente a la ventana, sobre la barandilla. Desde allí miraba altivamente, de reojo, primero con un ojo y luego con el otro. Sentado delante de la compu, sorprendido, bajo la mirada es­crutadora de aquel pajarillo no se atrevía a mover ni un músculo, no se atrevía a romper la magia del momento. ¿Lo mismo aquel pájaro quería decir algo?
Un pájaro, un comentario suelto, un tropezón, una brizna de hierba, una frase del Evangelio… es así como me habla Dios.
Contemplad los lirios, cómo crecen; no se fatigan ni hilan, y Yo os digo que ni Salomón en toda su gloria pudo vestirse como uno de ellos (Lc, 12, 27).
En su ingenuidad, pensaba: —quizá Dios me quiere decir algo. —¡Qué pretencioso!, se dijo a sí mismo. Sin embargo, el pajarito, como si le hubiera leído el pensamiento volvió a mirarle, echó una graciosidad y se marchó volando, dejando su firma en la barandilla. Se acordó, entonces, del episodio de Sta. Teresa y el sapo aquel, tan asqueroso, y enseguida le vino a la cabeza que era miércoles, el día y la hora de su confesión semanal. Apagó la compu agradeció la moción al Espíritu Santo y se fue a confesar. Esa noche soñó con petirrojos y ruiseñores.
Pide a Jesús saber entender el lenguaje que Dios utiliza contigo.
Propósito: agradecer al Espíritu Santo su paciencia.

jueves, 15 de noviembre de 2018

El Reino de Dios está dentro de vosotros


Le preguntaban cuándo iba a llegar el Reino de Dios, Jesús les contestó: (…) El Reino de Dios está dentro de vosotros (Lc 17, 20-21).
Jesús, cada día al rezar el Padrenuestro digo: Venga a nosotros tu Reino, y ahora me dices que el Reino de Dios está dentro de vosotros. Jesús, algo me sospechaba. Si no, ¿por qué siempre estoy contento?, ¿por qué encuentro tanta paz y tanta alegría dentro de mí? En mi alma en gracia te encuentro a ti. Algunos de mis amigos, sorprendidos, me preguntan: ¿pero qué pasa contigo?. ¿Es que a ti nunca te duelen las muelas? ¿No tienes problemas? Y yo pienso -¿Por qué voy a estar triste si tengo a Dios en mi alma, si soy hijo del Todopoderoso, hijo de Dios?
Dile a Jesús que quieres vivir con la alegría del que se sabe hijo de Dios.
Como el fulgor del relámpago brilla de un horizonte a otro, así será el Hijo del Hombre en su día (Lc 17, 24).
Jesús, este verano vi con mis hermanos una gran tormenta. Era de noche, desde la ventana, con las luces apagadas llenos de miedo, veíamos caer los rayos cada vez más cerca. Con cada relámpago se iluminaba toda la habitación como si fuera de día. Jesús, con el fulgor de tu luz ya no hay oscuridad en mi vida.
Jesús, sabes calmar tempestades del alma. Llena de calma mi alma.
Propósito: alma calma.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Id a los sacerdotes


Vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: –Jesús, Maestro, ¡ten compasión! (Lc 17, 11-13).
Hoy apenas hay lepra y además se cura. Pero entonces era una enfer­medad terrible que desfiguraba el rostro: se quedaban, poco a poco, sin nariz, sin orejas, sin labios, sin párpados... La gente, al ver leprosos huía asqueada. Pero Jesús, Tú no; Tú los acoges: Al verlos, les dijo: –Id a presentaros a los sacerdotes. Jesús, los pecados, mis pecados son como lepra en el alma. La imagen de Dios que llevo dentro se va des­figurando. Id a los sacerdotes, me dices y es ahí donde te encuentro y me limpias: Y mientras iban de camino, quedaron limpios.
¿Tengo concretado un día y una hora fija a la semana para confesarme?
Uno de ellos, (...) se volvió alabando a Dios. (…) ¿No han que­dado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? (Lc 17, 15-17).
Jesús, echas en falta el agradecimiento de los nueve. Por eso: Acostúmbrate a elevar tu corazón a Dios, en acción de gracias, mu­chas veces al día. -Porque te da esto y lo otro.-Porque te han despre­ciado. -Porque no tienes lo que necesitas o porque lo tienes. Porque hizo tan hermosa a su Madre, que es también Madre tuya. -Porque creó el Sol y la Luna y aquel animal y aquella otra planta (…). Dale gra­cias por todo, porque todo es bueno (San Josemaría, Camino 268).
Es de bien nacidos ser agradecidos.
Propósito: dar las gracias siempre.

martes, 13 de noviembre de 2018

He aquí la Esclava del Señor


Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: Somos unos po­bres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer (Lc 17,10).
Jesús, Tú nos has dicho que no he venido a ser servido sino a servir (Mt 20,28). Además eres el Hijo de la Esclava del Señor, el título más bonito que adorna a tu Madre. SERVIR, ¡Cómo me gusta esta pala­bra¡ Servir me identifica más contigo, me hace ser Cristo. Porque servir es amar: Dime loco ¿qué es el amor? Y el loco respondió: Amor es aquello que hace esclavos a los libres y libres a los esclavos. Y no se sabe en qué consiste esencialmente el amor, si en esta esclavitud o en esta libertad. Jesús, hoy por amor a los que más quiero serviré el agua en la mesa, pondré el pan, ordenaré la habitación, recogeré el lavaplatos...
Dile a Jesús que quieres ser su siervo, su servidor.
No he venido a ser servido sino a servir (Mt 20,28).
Jesús, de entre las almas más delicadas, las que tienen mayor finura interior, has elegido aquellas personas que harán del servicio, el cen­tro de su vida. Estas son tus predilectas, tus preferidas. Trabajan en los hospitales, en las escuelas, pero sobre todo trabajan en los hogares cristianos como lo hizo la Santísima Virgen en el hogar de Nazaret. Su vida es su familia, y en su familia encuentran a Dios.
Pregunta a Jesús si quiere que tú seas una de esas personas.
Propósito: servir en la mesa y poner el agua.

lunes, 12 de noviembre de 2018

El que no está conmigo, está contra Mí


Al que escandaliza a uno de esos pequeños, más le valdría que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arro­jasen al mar (Lc 17,2).
Jesús, las personas mayores piensan que ser niño es ser tonto. Que los niños no se enteran de nada, que no ven, ni oyen, ni escuchan… ¡Qué ingenuos, los mayores! Te dicen: —niño, vete a la cama que esta pelí­cula es para mayores… o —vamos a la playa, pero no mires mucho… Y yo, que lo veo todo y lo juzgo todo, me escandalizo y pienso: lo que mancha a un niño, mancha a un viejo. Al que escandaliza a uno de esos pequeños, más le valdría… Jesús, que tremendo es el pecado de escandalizar a un niño.
Explica a alguno lo difícil que es nadar en el mar con una pie­dra de molino encajada en el cuello.
Si no os convertís y os hacéis como los niños no entraréis en el Reino de los Cielos (Mt 18.3).
Jesús, hay gente que ridiculiza la sencillez y la inocencia propia de los niños. Como si ser niño fuera ser tarado. Por eso no me gusta nada la canción: Antes muerta que sencilla. Quieren robar a los niños su infancia, que son, quizá, los años más bonitos de su vida. Y desde pequeños se empeñan en hacerles mayores, a toda costa: —Pero, como ¿aún no tienes novia? —Ay hija, que sosa vas; ponte más sexy… Jesús, todo llegará… a su debido tiempo.
Jesús, que dejen a los niños disfrutar tranquilamente de su infancia.
Propósito: Por dentro ser niño, aunque me muera de viejo.

domingo, 11 de noviembre de 2018

Dale tú lo que le puedas dar


Estaba Jesús sentado enfrente del cepillo del templo, observando a la gente que iba echando dinero (Mc 12 40)
Jesús, estabas agotado, ¡reconócelo! Como mi mamá los días de la­vadora. Todo el día de un lado para otro, predicando sin parar, curan­do, consolando. Aquel día después de una larga caminata para llegar a Jerusalén, quizá te pesaban las piernas y te sentaste solo un ratito junto a la alcancía del templo. El ruido de las monedas te hizo levantar la vista: Vio unos ricos que echaban donativos (...); vio también una viuda pobre que echaba dos monedas pequeñas (Lc 21,1). ¡Pedro, Santiago, Juan... todos!, ¡pronto, venid! La generosidad de aquella mujer borró de golpe el cansancio de Jesús. –Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie. Judas no entendía nada, no podía entender: -Pero ¡si no ha echado nada! nada vale lo que ha echado esta mujer, pensaba Judas. Y yo, ¿lo entiendo?
Sigue unos minutos hablando con Jesús y dile que si lo entiendes.
Vio también una viuda pobre que echaba dos monedas pe­queñas”
San Josemaría: ¿No has visto las lumbres de la mirada de Jesús cuan­do la pobre viuda deja en el templo su pequeña limosna? -Dale tú lo que puedas dar: no está el mérito en lo poco ni en lo mucho, sino en la voluntad con que lo des (Camino 829). Mi generosidad, mi entrega es lo que hace descansar, lo que consuela a Jesús. ¿Hasta dónde estoy dispuesto a ser generoso con mi tiempo, con mi dinero, con mi vida? ... ¿¡Sólo!?
Aunque ni soy viuda ni pobre (o sí), dar a Jesús muchas alegrías.
Propósito: dar alegrías

sábado, 10 de noviembre de 2018

Jesús, me quieres con “exclusividad”


Ningún siervo puede servir a dos amos, porque o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo” (Lc 16. 9-15).
Jesús, esto que cuentas se entiende muy bien. A veces, cuando ju­gamos a “polis y ladrones” siempre hay alguno que hace trampa, hace el “doble juego”, quiere llevarse bien con todos, y al final, todo el mundo se enoja con él. Jesús, soy tu amigo y me quieres del todo, sin compartir. Reconócelo: eres celoso de mi cariño -como le pasa a mi hermana pequeña- y no quieres por nada del mundo que nadie me pueda hacer daño. Me quieres con exclusividad.
Jesús: nadie más que Tú se merece mi cariño. No te cambio por nadie.
El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado (Lc 16. 9-15).
Jesús, ¡te quiero! Pero a veces, antes que a Ti, prefiero: ver un progra­ma de la tele, escuchar una conversación sucia, pasar un ratito más en la cama, hacer enojar a mis hermanos, olvidarme de la Visita, reírme de los más débiles…. Jesús ¿Te quiero? El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar. Es en lo pequeño donde se demuestra el amor.
¿Soy de confiar en lo pequeño? ¿En lo que solo Dios ve?
Propósito: ser una persona confiable para Dios.

viernes, 9 de noviembre de 2018

Basílica de Letrán. Jesús, mi alma es tu mejor Templo


Encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados (Jn 2, 13).
Jesús, entras en el Templo de Jerusalén, la Casa de tu Padre y… te lo encuentras todo sucio, lleno de inmundicia, animales y de cambistas. Han convertido la casa de tu Padre en un mercado. Esta escena me recuerda que mi alma en gracia es también templo tuyo, Templo del Espíritu Santo y, por tanto, es también Casa del Padre y tuya. ¿Cómo cuido mi alma? ¿Puede ser que, a veces, esté llena de animales: de vicios, de suciedad?
Cerdo limpio nunca engorda… Como no soy un cerdito, siempre limpio
Y haciendo un látigo de cuerdas arrojó a todos del Templo, con las ovejas y los bueyes; tiró las monedas de los cambistas y volcó las mesas (Jn 2, 14).
Jesús, entras con el látigo. El celo de tu casa me consume (Jn, 13, 16). A veces, yo también he de entrar con el látigo: he de cortar de raíz con modos de vivir, con vicios adquiridos, con alguna amistad, con algún ambiente… He de entrar con el látigo contra la tibieza, que me hace flojo en la lucha por ser santo, y decir ¡basta! Quiero hacer de mi alma un lugar en el que estés a gusto, un sitio limpio, generoso, lleno de amor.
Dile a Jesús que quieres que tu alma sea su mejor Templo.
Propósito: alma limpia.

jueves, 8 de noviembre de 2018

¡Alegraos conmigo!


Solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos»” (Lc 15,1).
Jesús, eres amigo de pecadores, eres mi amigo ¡Cómo me consuela! Son tantas mis debilidades… Y vienen a mi cabeza esos bonitos versos de Lope de Vega: Pastor que con tus silbidos amorosos / me desper­taste del profundo sueño, / Tú que hiciste cayado de ese leño, / en que tiendes los brazos poderosos, / (…) Oye, pastor, pues por amores mueres, / no te espante el rigor de mis pecados, / pues tan amigo de rendidos eres.
Dile a Jesús que te perdone tus pecados y que te incluya en su lista de amigos.
Y cuando la encuentra se la carga sobre los hombros, muy contento; y al llegar a casa, reúne a los amigos y a los veci­nos para decirles: «¡Felicitadme! he encontrado la oveja que se me había perdido» (Lc 15,5-6).
Jesús, mis amigos, más que ovejas, están como cabras, o peor, como cabritos. Lo malo es que, a veces, les da por ejercer de cabras, o de cabritos y cuando se juntan en rebaño hacen cosas terribles. Jesús, que no me olvide que yo también he sido cabra/ito. Y me lle­vaste sobre tus hombros. Jesús, ayúdame a ayudar a mis amigos/ as-cabras/itos/itas…
Dile a Jesús que le vas a llevar el rebaño de tus amigos perdidos.
Propósito: aprender como Jesús a silbar “silbidos amorosos”.

miércoles, 7 de noviembre de 2018

Amando a Dios, quiero a mis padres


Si alguno viene a mí y no odia a su padre y a su madre y a la esposa y a los hijos y a los hermanos, hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo (Lc 14, 25-26).
Jesús, ¡qué duras son estas palabras! ¡Qué difíciles de entender! Jesús, vamos a ver si me aclaro: ¿No nos has pedido que amemos a nuestros enemigos y a los que nos injurian? ¿No nos has pedido en el Mandamiento Nuevo que queramos al prójimo como Tú les quieres? Entonces, ¿a qué viene eso de odiar a los seres queridos? ¿Qué nos quieres decir? Jesús, Tú querías con locura a tu Madre Santísima y a San José y nos has dado ejemplo de cuidar a la familia. Querías un montón a los apóstoles, San Juan se llama el Discípulo amado. ¿Cómo se entiende esto?
Jesús, aunque soy un poco tonto, ten paciencia y explícamelo todo.
Y bajó con ellos y vino a Nazaret, y les estaba sujeto (Lc 13, 34).
Jesús, esta frase de Evangelio nos resume cómo querías a tus papás. Sin embargo, cuando te pierdes en el Templo, haciéndoles sufrir les recuerdas: ¿No sabíais que es necesario que yo esté en las cosas de mi Padre? (Lc 2, 49). Jesús, amando a tu Padre sobre todas las cosas, obedeciendo fielmente a la misión que Dios te había confiado, has amado a tus papás más que a nadie en la tierra. Que aprenda de tu vida a amar a mi familia con hechos, y a amar más aún a Dios, cumpliendo siempre y en primer lugar tu Voluntad.
Piensa cuál es la Voluntad de Dios y qué espera de ti.
Propósito: cumplir la voluntad de Dios.