Entonces verán venir
al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los
ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos (Mc 13, 24-27).
Era
la JMJ Madrid 2011. Allí estábamos, casi dos millones de jóvenes con el Papa en
Cuatro Vientos. Y menos mal que solo eran cuatro vientos, que si son más
salimos todos volando. Fue una tarde de intenso calor. Al atardecer llegó el
Papa… y se desató la tormenta: rayos, truenos, lluvia y un viento huracanado
que se lo llevaba todo. Unos mejicanos divertidos cantaban: ¡Ateo el que se
mueva, ateo el que se vaya…! Intervinieron los bomberos. −Santo Padre, nos
vamos, − Nos quedamos, dijo el Papa tres veces. Y allí, con la calma tras la tormenta,
los elegidos de los cuatro vientos adoramos a Jesús en la Eucaristía. Dos
millones y no se oía ni una mosca.
Dile a Jesús que quieres ser uno de sus elegidos.
Uno que edificaba una
casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida,
arremetió el río contra aquella casa, y no pudo tambalearla, porque estaba
sólidamente construida (Lc6, 49)
Siendo
Santo Tomás de Aquino niño, se desató una gran tormenta en Montecasino. Lo
encontraron en la capilla, temblando de miedo, abrazado al sagrario. −Es que Él
es el único que calma tormentas... Jesús eres el mejor pararrayos, el que
calmas todas las tormentas, las del alma que son las que más me atormentan.
¿Dónde tienes el Sagrario, el Pararrayos más cercano?
Localízalo.
Propósito: abrazarme
al Sagrario.