martes, 13 de noviembre de 2018

He aquí la Esclava del Señor


Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: Somos unos po­bres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer (Lc 17,10).
Jesús, Tú nos has dicho que no he venido a ser servido sino a servir (Mt 20,28). Además eres el Hijo de la Esclava del Señor, el título más bonito que adorna a tu Madre. SERVIR, ¡Cómo me gusta esta pala­bra¡ Servir me identifica más contigo, me hace ser Cristo. Porque servir es amar: Dime loco ¿qué es el amor? Y el loco respondió: Amor es aquello que hace esclavos a los libres y libres a los esclavos. Y no se sabe en qué consiste esencialmente el amor, si en esta esclavitud o en esta libertad. Jesús, hoy por amor a los que más quiero serviré el agua en la mesa, pondré el pan, ordenaré la habitación, recogeré el lavaplatos...
Dile a Jesús que quieres ser su siervo, su servidor.
No he venido a ser servido sino a servir (Mt 20,28).
Jesús, de entre las almas más delicadas, las que tienen mayor finura interior, has elegido aquellas personas que harán del servicio, el cen­tro de su vida. Estas son tus predilectas, tus preferidas. Trabajan en los hospitales, en las escuelas, pero sobre todo trabajan en los hogares cristianos como lo hizo la Santísima Virgen en el hogar de Nazaret. Su vida es su familia, y en su familia encuentran a Dios.
Pregunta a Jesús si quiere que tú seas una de esas personas.
Propósito: servir en la mesa y poner el agua.