lunes, 5 de noviembre de 2018

Hoy invita la casa


Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado (Lc 14, 12-13).
Jesús, a mí, lo que de verdad me cuesta, es compartir mi comida. En los recreos los de mi clase, como moscas, zumban a mi alrede­dor: -me das…-sólo un poco…-¡porfa…! Y yo les intento explicar que hay que ser hermanos pero no primos, pero al final siempre acabo cediendo y les invito. Jesús, ayúdame a ser más generoso desde el principio, a ser como Tú.
¿A qué me cuesta invitar?
Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos, ciegos: dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos (Lc 14, 14).
Aquel niño fue sorprendido mientras se comía su bocadillo en el ora­torio, muy cerca del Sagrario: -Pero niño, en el oratorio no se come… -Es que Jesús es mi mejor amigo… ¡es el único que no me pide! Jesús, Tú sí que eres mi mejor amigo, el gran Amigo: siempre me invitas, y te das del todo; te como a besos en cada Comunión.
Hago el propósito de invitar a mis amigos a que me acompañen a Misa.
Propósito: invitar más.