domingo, 30 de abril de 2017

¡Quédate con nosotros!

Dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea lla­mada Emaús (…). Y les dijo: ¿De qué veníais hablando entre vo­sotros por el camino? Y se detuvieron entristecidos (Lc 24, 13.18).
Oye Jesús, ¡vaya con tus dos discípulos! Te habían tratado, reído conti­go, bromeado, visto milagros pero… realmente no te conocieron. Sus ojos no eran capaces de reconocerlo (Lc 24, 17). ¿Qué les pasó? Eran buena gente, sí, pero un poco babosos. Preferían su pequeño pueblo, Emaús. Jesús, desde entonces los caminos de Emaús siguen muy tran­sitados: gente triste, empequeñecida, que ya están regresando a las mismas de cosas de siempre pero porque nunca te han conocido de verdad.
Dile a Jesús que no quieres irte.
¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el ca­mino y nos explicaba las Escrituras? Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén (Lc 24, 32-33).
Jesús, ¡qué bien lo haces! Te pusiste a su altura, así, como quien no quie­re la cosa: se acercó y se puso a caminar con ellos. Los pobres, sin sa­berlo, estaban envenenados con sus propias ideas. ¿Qué ha pasado? Y le contestaron: Lo de Jesús el Nazareno… Lo primero era sacar toda esa bilis, toda esa tristeza: ¡Una buena confesión! Y luego ya vino la expli­cación les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a Él. Jesús, yo también soy un poco baboso, me conformo con mi pequeño mun­do: mis planes, mi pueblo…. Ábreme los ojos y sobre todo el corazón.
Deja que Jesús se ponga a tu lado y te hable.

Propósito: Abandonar los caminos de Emaús y regresar a Jerusalén. 

sábado, 29 de abril de 2017

Santa Catalina de Siena. Jesús, ¡qué grande eres!

Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has es­condido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla (Mt, 11,25-26).
Aquel sabio inglés se encontró con un campesino que a la hora del Ángelus interrumpía su trabajo para recogerse en la oración mariana. Con tono de guasa, el ilustrado preguntó: -Dígame Usted, buen hombre ¿Cómo es su Dios? ¿Grande o pequeño? El campesino sin terminar de comprender la malicia que encerraba aquella pregunta, le respondió: -Dios es tan grande que no cabe en la mente de un sabio como usted y tan pequeño que es capaz de caber en un corazón tan minúsculo como el mío.
Dile a Jesús: ¡Señor, qué grande eres, cabes en mi corazón tan pequeño!
Sí, Padre, así te ha parecido mejor (Mt, 11,26).
Tras su conversión, aquel sabio manifestó, años más tarde, que aquella respuesta del campesino había ejercido sobre él más influencia que todos los debates teológicos sostenidos y todos los libros leídos. Sí, Padre, así te ha parecido mejor… Jesús, esta historia me recuerda a la Santa de hoy: Sta. Catalina de Siena, patrona de los periodistas. Pasó de no saber ni leer ni escribir a convertirse en doctora de la Iglesia. Jesús, mira a ver qué se puede hacer conmigo…
Pregunta a Jesús que se puede sacar de ti.

Propósito: estudiar más y de mayor ser periodista.

viernes, 28 de abril de 2017

Bocadillos de sardinas a ¡un euro!

Jesús, al levantar la mirada y ver que venía hacia Él una gran muchedumbre, dijo a Felipe: ¿Dónde compraremos pan para que coman éstos? (Jn 6, 5).
Atardece. Estamos fatigados y hambrientos. Jesús, levantas la mirada y ves a la muchedumbre. Pero no ves a la multitud, nos ves a cada uno, me ves a mí. Como nos dice el Papa: La mirada conmovida de Cristo se detiene también hoy sobre los hombres y los pueblos. Con su mirada abraza a las multitudes y a cada uno. Jesús, cómo me gusta sentir tu mirada. De un vistazo borras de mi alma cualquier rastro de preocupación, de amargura. Jesús, mírame, mírame mucho. Te lo pondré fácil porque pienso ir con frecuencia al oratorio.
Deja que Jesús te mire un rato cada vez que vayas a verle al Sagrario.
Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces (Jn 6, 7).
Andrés trae de la mano a su sobrino. El muchacho, con visión comercial, pensaba hacer negocio: Bocadillos de sardinas.... Y ese día hizo el mejor negocio de su vida: Lo dio todo; se dio del todo. Jesús se sirvió de su generosidad para hacer un gran milagro. Jesús, yo también te doy mi todo, porque todo lo mío es tuyo y Tú, como siempre, me devuelves el ciento por uno. ¡No te dejas ganar en generosidad!
Y yo, ¿qué puedo dar a Jesús?

Propósito: darme del todo.

jueves, 27 de abril de 2017

Cantaré tus alabanzas, Señor

El que es de la tierra, de la tierra es y de la tierra habla (Jn 3, 31).
Jesús, y yo, ¿de qué hablo? ¿Cuál es el tema de mi conversación?, ¿con mis amigos, en clase, de qué hablo?El que es de la tierra, de la tie­rra es y de la tierra habla ¡Qué vergüenza me da reconocerlo, Jesús!: Resulta que no es que hable de la tierra, sino del estiércol; hablo de la última cochinada de la televisión, del último chisme... Y, para no que­darme atrás, también yo echo leña al fuego... Otras veces escucho, y mi silencio me hace cómplice de tanto chisme. Jesús, y pensar que Tú ¡lo oyes todo! Nunca más Jesús. Si no es para hablar bien, mejor calladito.
Jesús, que siempre mis comentarios y palabras sean limpios.
El que viene del Cielo está sobre todos y da testimonio de lo que ha visto y oído (Jn 3, 31).
Jesús, no quieres que esté callado, sino todo lo contrario. Prepárate boca, prepárense cuerdas vocales, porque se van a enterar. Jesús, quiero hablar mucho de ti, mucho. No solo hablar, sino también cantar. Que todos mis amigos, mi familia, mis compañeros se enteren de la ale­gría que me llena el alma. Voy a hablar hasta quedarme afónico, como Tú, Jesús mío, que das testimonio de lo que has visto y oído (Jn 3, 31).
Hablar de Jesús hasta perder el habla y después por señas o por escrito.

Propósito: no ser tan chismoso.

miércoles, 26 de abril de 2017

San Isidoro. Vosotros sois la luz del mundo

Vosotros sois la luz del mundo. (…) No se enciende una luz para ponerla debajo de un celemín, sino sobre un candelero a fin de que alumbre a todos los de la casa (Mt 5, 14-15).
Jesús, a veces pienso que soy el patito feo de mi familia, de mi clase, de mis amigos. Y empiezo a darle vueltas: que si nadie me aprecia, que si nadie me quiere, que si no se me valora… y termino convenciéndome de que, en el fondo, será por algo... Y encerrado en mí mismo le doy vueltas y revueltas, tantas que acabo mareado y tristón. Hasta que un día, alguien, me hace caso, se fija en mí y de golpe y porrazo me doy cuenta que no soy tan horrible. Jesús, estas cosas que me pasan son manifestaciones de encerrarme en mí mismo, de egoísmo. Jesús, líbra­me de mí mismo.
Habla tú con Jesús y dile lo que te brote durante dos o tres minutos.
Alumbre así vuestra luz ante los hombres, para que vean vues­tras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre (Jn 3,15).
Jesús, me hizo gracia. Era una Misa de Domingo al aire libre en un solar en el que algún día se construirá una nueva parroquia. Mientras un sa­cerdote celebraba, otro confesaba en un confesionario portátil. Cerca unos niños jugaban en un montón de arena. Un pequeño, con la cara llena de mocos y tierra, se acercó al que en ese momento estaba con­fesando, para que lo limpiara. Éste no lo pensó dos veces y con su limpia alba liberó al chiquitín de tanta suciedad. ¡Qué buena limpieza! Los tres se quedaron contentos…
Ni patito feo ni nada. Jesús, ¡enciéndeme!

Propósito: iluminar con mi sonrisa.

martes, 25 de abril de 2017

San Marcos. Jesús, descongela mi corazón

Se apareció Jesús a los Once y les dijo: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará (Mc 16,15).
Aquel montañero poeta, un día de Pascua, se conmovió al ver des­puntar, entre las rocas y la nieve el brote de una flor tierna y elegante: como un estallido de vida, cientos de estallidos, decía. El asombroso descubrimiento le acompañó hasta la cumbre mientras consideraba: El Cristianismo es mucho más que un código de comportamientos éti­cos, que una ideología o un mensaje filosófico. Para mí es como esa flor en la nieve: Cristo que vive, hoy y siempre. Cristo continuamente resucitando en los corazones de los hombres. Jesús, resquebraja el hielo que cubre mi vida, resucita en mi corazón (Julián Herranz, Los atajos del silencio).
Dile a Jesús que te aplique maniobras de resucitación cardiaca.
Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes (Mc 16,20).
Jesús, ayúdame a pregonar el Evangelio como hicieron los Once y des­pués San Marcos. Que Cristo viva, ¡resucite!, en el corazón de tantos de mis amigos, de mi familia, de mis compañeros. Con tu Gracia y el fue­go de mi amor provocaré el deshielo. Será una nueva primavera del Cristianismo.
Pide a Jesús un Cambio Climático que deshiele los corazones.

Propósito: facilitar el cambio climático.

lunes, 24 de abril de 2017

Me esperaba quien yo sabía, en donde nadie parecía

Había un fariseo llamado Nicodemo, jefe judío. Este fue a ver a Jesús de noche (Jn 3,1).
Jesús, a Nicodemo le gustaba la noche, como a mí que soy bastante noctámbulo y bastante Nicodemo… Me encanta la magia de la noche dónde todo es posible. Y cuando a otros les da por hacer el tonto, yo, a veces voy a verte de noche, expuesto en la Custodia, como Nicodemo, y te adoro. Nadie te interrumpe, el silencio es más profundo, me hablas más cerca del corazón. Hay que hacer horas extras, me dices: por los que no rezan, por los que no creen, por los que no te conocen.
Dile a Jesús que no piensas perder la oportunidad de hacer Vela al Santísimo.
El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu” (Jn 3,8).
San Juan de la Cruz es otro Nicodemo y nos cuenta: En una noche os­cura, / con ansias, en amores inflamada, / ¡Oh dichosa ventura! / salí sin ser notada, / estando ya mi casa sosegada. // En la noche dichosa / en secreto que nadie veía / ni yo miraba cosa, sin otra luz y guía, / sino la que en el corazón ardía. // Esta me guiaba / más cierto que la luz del mediodía, / donde me esperaba / quien yo bien me sabía, / en parte donde nadie parecía.
Sácale jugo a la poesía de San Juan. Dice mucho…

Propósito: ser Nicodemo.

domingo, 23 de abril de 2017

Domingo de la Divina Misericordia. Señor mío y Dios mío

Tomás, uno de los Doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando vino Jesús (Jn 20, 19).
Jesús, ¿y dónde estaba Tomás? Siempre me ha parecido un misterio: ¿Qué estaría haciendo? ¿Dónde se habría ido? Está claro que, en ese momento, su sitio era estar con la Virgen Santísima y los Doce. Ese día se despistó, hizo su plan: yo, a lo mío… Y se fue. Jesús, yo como Tomás, tantas veces a lo mío, a mis planes, a mis gustos, a mi TV, a mi egoísmo. Jesús, rompe mi egoísmo. Que esté con los demás. Que me sienta miembro de tu familia la Iglesia y hermano de todos los hombres. Dame un corazón grande como el tuyo.
Pregúntate: Cuando no pienso en Dios y en los demás, ¿en qué pienso?
¡Hemos visto al Señor! (Jn 20, 25)
Tomás no se lo podía creer, no lo quería creer. Si no veo la señal de los clavos…, y si no meto mi dedo en esa señal…, y mi mano en su costado, no creeré (Jn 20, 25). ¡Qué bruto eres Tomás! Es el egoísmo y la desconfianza lo que nos impide ver a Jesús, lo que todo lo critica, lo que ve las cosas retorcidas, del revés. A los ocho días (…) se presentó en medio (Jn 20, 26). Tomás, el incrédulo, por fin vuelve con los suyos. Son las heridas de Cristo lo que le convence: ¡Señor mío y Dios mío! Y yo, ¿ya he vuelto?
Repite muchas veces: ¡Señor mío y Dios mío!, y luego terminas.

Propósito: volver.

sábado, 22 de abril de 2017

Sábado de Pascua. Alégrate Reina del Cielo

Habiendo resucitado, al amanecer del primer día de la semana, se apareció, en primer lugar, a María Magdalena (Mc 16, 9).
Lo siento Marcos, pero nos has confundido. ¡Aquí falta algo!.. Por no de­cirnos lo evidente: que Jesús se apareció en primer lugar a su Santísima Madre, nos has dejado confundidos. ¡No iba a ser de otra manera!: María, la Madre de Jesús, esperaba el amanecer del domingo con fe, esperanza y amor. ¡Madre!, le dijo Jesús, ten fe porque al tercer día vol­veré, al tercer día resucitaré. María lo sabe y pasa toda la noche en oración.
Hoy, acompaña también a la Virgen. Dile lo mucho que tú también quieres a Jesús.
Al amanecer del primer día de la semana, se apareció (Mc 16, 9).
La luna ya se ha ocultado. Un rayo de luz penetra en la habitación. Nace el nuevo sol con más alegría que nunca: ¡Es el Domingo de Resurrección, el Día del Señor! María está despierta, en espera. Con las primeras luces, una voz inconfundible: —¡Madre!, —¡Hijo mío!, Jesús mío. María cae de rodillas y Jesús la levanta y la abraza. Los Ángeles, que contemplan emo­cionados la escena, no pueden contenerse ya más y cantan a pleno pulmón: Alégrate, Reina del Cielo, aleluya / Porque el que merecis­te llevar en tu seno; aleluya / Ha resucitado, según predijo; aleluya / Gózate y alégrate, Virgen María; aleluya / Porque ha resucitado Dios verdaderamente; aleluya.
Sigue paladeando el Regina Coeli como si fuera un caramelo.

Propósito: rezar el Regina Coeli.

viernes, 21 de abril de 2017

Viernes de Pascua. El amor no es ciego, dilata las pupilas

Les dijo Jesús: Muchachos, ¿tenéis algo de comer? Le con­testaron: No. (…) Cuando descendieron a tierra vieron unas brasas preparadas, un pez puesto encima y pan. (…) Jesús les dijo: Venid y comed (Jn 21, 5.9).
Jesús, lo tuyo sí que es espíritu de servicio. Sabías que a Pedro y a Juan les volvían locos las barbacoas de pescado. No te lo dijeron, sino que Tú, con ojos de madre, enseguida te diste cuenta: Cuando la Virgen y las otras santas mujeres les preparaban el almuerzo -pez asado-, veías brillar los ojillos de tus Apóstoles. Conocías sus gustos, sus platos prefe­ridos y quisiste darles una sorpresa. Jesús, que yo también tenga ojos y corazón de madre para con los demás, que sepa adelantarme en los detalles de servicio.
¿Conozco los gustos de los demás?
Aquel discípulo a quien amaba Jesús dijo a Pedro: ¡Es el Señor!
Jesús, Juan tenía una vista de lince. La barca estaba bastante lejos, pero bien que te reconoció. Dicen que el amor es ciego, pero resulta que es al contrario: El amor dilata las pupilas. Pero hay algo que no me parece bien: Jesús, ¡ese San Juan! ¿¡Cómo si yo no te amara, tanto o más…!? Que San Juan me perdone, pero eso de decir con exclusividad el título: el discípulo amado no me parece bien. Y en el fondo de mi corazón oigo que me dices: obras son amores y no buenas razones.
Compite con San Juan en el amor a Jesús. A ver quién gana.

Propósito: ganar a San Juan.

jueves, 20 de abril de 2017

Jueves de Pascua. Jesús, que no te tenga miedo

Jesús se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. Se quedaron aterrados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. (…) Mirad mis manos y mis pies: Soy yo mismo. Palpadme y compren­ded (Lc 24, 36.39).
Jesús, ¡vaya susto les diste a tus discípulos!: Se quedaron aterrados y llenos de miedo. ¡Te confundían con un fantasma, y eras Tú! Seguro que les querías dar un susto y te morías de risa viéndoles así. Jesús, tengo que reconocer que, a veces, también me pasa lo mismo: En la oración te tengo delante, te miro con cariño, te hablo y… ¡me das miedo! Pienso que me vas a pedir demasiado, que me vas a complicar la vida. Jesús, si me ves con cara de susto, ríete un poco de mí.
Dile que te enseñe sus llagas. Comprobarás lo mucho que te quiere.
Como no acabasen de creer por la alegría y estuvieran lle­nos de admiración, les dijo: ¿Tenéis aquí algo que comer? Entonces ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Y tomán­dolo comió delante de ellos (Lc 24, 41-43).
Jesús, lo que no termino de entender es que, queriéndote tanto, tus discípulos te dieron para comer pescado... ¡Qué barbaridad! Tengo que reconocer que a mí el pescado no me gusta mucho. Ya ves, estoy lleno de melindres. Jesús, ayúdame a detectar y superar tantos remilgos y caprichos.
Haz una lista de pequeños sacrificios para combatir los caprichos.

Propósito: repetir pescado.

miércoles, 19 de abril de 2017

Miércoles de Pascua. Jesús, quédate conmigo

Quédate con nosotros, Señor, porque atardece y el día va de caída.
Fue en Madrid. No te acuerdas porque todavía no habías nacido. Juan Pablo II fue recibido por las barbudas autoridades académicas. Fuera estábamos los imberbes, gritones entusiasmados y bulliciosos estudian­tes. Al asomarse el Papa al balcón del rectorado estalló en todas las gar­gantas un: ¡Quédate con nosotros! ¡Quédate con nosotros! Y el Papa se quedó con nosotros, tan a gusto, a rezar el Ángelus. El barbudo Rector no sabía si soñaba. Jesús, quédate con nosotros, te suplicaron, y Tú aceptaste. Cuando los discípulos de Emaús te pidieron que te quedaras con ellos, Tú, Jesús, les contestaste con un don mucho mayor. Mediante el sacramento de la Eucaristía encontraste el modo de quedarte en ellos. Recibir la Eucaristía es entrar en profunda comunión con Jesús. Permaneced en Mí y Yo en vosotros (Jn 15,4).
Agradécele que se haya quedado.
¿No es verdad que ardía nuestro corazón dentro de noso­tros, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?
Una vez que las mentes están iluminadas y los corazones enfervorizados, los signos hablan. El Divino Caminante sigue haciéndose nuestro com­pañero. Cristo cumple a la perfección su promesa de estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (cf. Mt 28,20).
Cuando se te haga el encontradizo reconócele y no le dejes irse solo.

Propósito: quedarme con Jesús.

martes, 18 de abril de 2017

Martes de Pascua. Jesús, hágase tu Voluntad, no la mía

Se volvió hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dijo Jesús: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién bus­cas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré (Jn 20, 14-15).
Jesús, pobre Magdalena, estaba trastornada de tanto llorar. Necesitada y sedienta de su Jesús. Por cierto, Jesús, me encantan las magdalenas, ¿no te lo he dicho? Sobre todo, por las mañanas, mojarlas en el desayu­no. Pero las muy tragonas, cuando las meto en leche, se hinchan tanto, tanto, que se beben casi toda la leche. Entonces las miro, tan gorditas, tan apetitosas, y riendo me las como. ¡Qué se habrán creído! Así quie­ro ser yo contigo, como una magdalena sedienta de mi Jesús, como María Magdalena buscando a su Jesús.
Considera en el desayuno, si eres capaz, la lección de las magdalenas.
Jesús le dijo: ¡María! Ella, volviéndose, exclamó en hebreo: ¡Rabbuni!, que quiere decir Maestro (Jn 20, 16).
¡Lloras más que una Magdalena! Me dicen a veces para hacerme eno­jar. Jesús, no es que yo sea ni llorica ni llorón, pero es que a veces bien merece la pena llorar. Sobre todo sabiendo que eres Tú el que me vas a consolar: Bienaventurados los que lloran porque serán consolados... Tanto lloró la Magdalena que se encontró con el mejor consuelo, con Jesús.
Llama a Jesús: Rabbuni, Magister, Teacher, Professore…

Propósito: aprender de las magdalenas.

lunes, 17 de abril de 2017

Lunes de Pascua. Abrazaron sus pies y le adoraron

Ellas partieron al instante del sepulcro con temor y gran ale­gría, y corrieron a dar la noticia a los discípulos (Mt 28, 8).
Tráfico fluido en toda la red viaria, repetía de continuo la radio aquel lunes de Pascua. Había sido una Semana Santa estupenda acompa­ñando a Jesús en su Pasión, Muerte y Resurrección. ¡Aleluya! Ahora, con la alegría de la Resurrección, era el momento de la operación retorno. Al llegar a una curva se formó una caravana de carros que avanza­ba lentamente. ¡Qué extraño! Un poco más adelante, en la mediana, con el techo hundido y todos los vidrios rotos, se veía un carro volcado. Enseguida surgió una oración por los ocupantes y las posibles víctimas.
Jesús, cada vez que viaje en carro rezaré la Bendición del Viaje.
De pronto Jesús les salió al encuentro y les dijo: Alegraos. Ellas se acercaron, abrazaron sus pies y le adoraron (Mt 28, 9).
Todavía no habían llegado ni la ambulancia, ni la policía. Pensé en primeros auxilios o últimos sacramentos, estaba preparado para todo.¡Gracias a Dios, no había víctimas! Milagrosamente los tres ocu­pantes estaban bien, con ligeros cortes y una cara de susto tremenda. En el rostro también se leía que aquel día habían vuelto a nacer. Era un lunes de Pascua de Resurrección.
Que cada día me vuelva a levantar de los tropezones, volver a nacer.

Propósito: rezar antes de viajar.

domingo, 16 de abril de 2017

Domingo de Resurrección. ¡Resucitó, aleluya, aleluya!

Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro (Mc 16, 1-2)
Jesús, cómo te querían las santas mujeres, incluso muerto. Tienen un amor, ¿¡como el mío!? que va más allá de la muerte, un amor que ven­ce a la muerte y al pecado: Muerte, ¿dónde está tu victoria? Porque Jesús ¡ha resucitado! Jesús, yo también quiero llevarte el aroma per­fumado de mi vida cristiana. Porque el que trata con pescado, huele a pescado; el que trata con pintura huele a pintura; y el que trata con perfumes huele a perfumes… Yo te llevo, Jesús, el perfume de mi vida limpia, porque te quiero tanto o más que la Magdalena.
Habla con Jesús de tus perfumes preferidos… Tú, ¿qué le llevas?
¿Quién nos moverá la piedra de la entrada del sepulcro? Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida (Mc 16, 3-4).
¡Qué mujeres! No hay quien las pare: ni lo temprano de la hora, ni la pesada piedra, ni la repulsión de tocar un cadáver, ni los soldados roma­nos, nada... Y es que, cuando una mujer cristiana se empeña en algo… Que aprendan de las Santas mujeres, las mujeres que quieran ser santas: mi abuela, mi madre, ¿y yo? ¡Y la piedra estaba corrida!
No hay piedra, dificultad o montaña que no mueva la fe… y el amor.

Propósito: Mover piedras en mi alma. 

sábado, 15 de abril de 2017

Sábado Santo. Jesús, prometo nunca dejarte

José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque oculta­mente por temor a los judíos, rogó a Pilato que le dejaran re­tirar el cuerpo de Jesús. Y Pilato se lo permitió. Vino, después, y retiró su cuerpo. Nicodemo, el que había ido antes a Jesús de noche, vino también trayendo una mezcla de mirra y áloe, como de cien libras (Jn 19,38).
Jesús, mi buen Jesús, ¿qué te han hecho? Tengo un nudo en la gar­ganta. No puedo vivir sin tu mirada, ni tu sonrisa, sin oír tu voz ni tu risa. Hoy seré valiente e iré con Nicodemo y con José de Arimatea a pedir tu cuerpo muerto a Pilato. Me pasaré, junto a tu Madre, el día velándo­te, contemplando y besando tus heridas. En la hora de la soledad, del abandono total y del desprecio. Jesús, que sea valiente, que siempre dé la cara por ti.
Ante el cuerpo muerto de Jesús promete que nunca le dejarás.
Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos, con los aromas, como es costumbre sepultar entre los judíos (Jn 19).
Con San Josemaría: Yo subiré con ellos al pie de la Cruz, me apretaré al Cuerpo frío, cadáver de Cristo, con el fuego de mi amor..., lo desclavaré con mis desagravios y mortificaciones..., lo envolveré con el lienzo nuevo de mi vida limpia, y lo enterraré en mi pecho de roca viva, de donde nadie me lo podrá arrancar, ¡y ahí, Señor, descansad! Cuando todo el mundo os abandone y desprecie..., serviam!, os serviré, Señor.
Hoy no dejes sola a la Virgen. Espera con ella la Resurrección…

Propósito: Cumplir mis promesas.

viernes, 14 de abril de 2017

Viernes Santo. Cristo murió por nosotros; y muerte de Cruz

Entonces se lo entregó para que fuera crucificado. Tomaron, pues, a Jesús; y Él, con la cruz a cuestas, salió hacia el lugar llamado de la Calavera, en hebreo Gólgota, donde le cruci­ficaron (Jn 19, 16-17).
Jesús, he llegado corriendo al Calvario acompañando a tu Madre. No puedo decir nada. Te veo. Estás allí, clavado en la Cruz, con la cara rota y el cuerpo destrozado y sangrante. Apenas puedes respirar, mientras te apoyas en tus pies atravesados para tomar aliento. La boca abierta. La mirada triste, agonizante. ¡Jesús!, ¿qué te han hecho? Me miras… y toda mi vida me parece un sinsentido. Jesús, quiero consolarte, aliviar tu dolor. Que mi vida sea tu consuelo.
Sigue contemplando y consolando a Jesús con tus palabras y tu cariño.
Padre, perdónales porque no saben lo que hacen (Lc 23, 34).
Jesús, en la Cruz, todos tus gestos y palabras son de amor. Tienes los brazos abiertos, no porque estén clavados, sino porque quieres abrazar a toda la humanidad en un abrazo cósmico. Entre tus brazos me meto y con San Josemaría te digo: Soy tuyo, y me entrego a ti, y me clavo en la Cruz gustosamente, siendo en las encrucijadas del mundo un alma entregada a ti, a tu gloria, a la Redención, a la corredención de la hu­manidad entera.
Busca el crucifijo más cercano y llénalo de besos.

Propósito: Besar el crucifijo.

jueves, 13 de abril de 2017

Jueves Santo. Te adoro con devoción, Dios escondido

Como amase a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el fin (Jn 13, 1).
Jesús, tu vida terrena está llegando a su fin y el corazón se te desborda de ternura. No te mides, no eres calculador, como yo tantas veces: los amó hasta el fin. ¡Te das del todo en la Eucaristía! Ardientemente he deseado comer con vosotros esta Pascua (Lc 22, 15), nos dices con San Lucas: ardientemente, te morías de ganas, con pasión deseabas que llegara ese momento para instituir la Eucaristía, el Dios con nosotros hasta el final de los tiempos. Qué bueno eres Jesús, qué bueno eres, no me lo merezco.
Sigue unos minutos. Agradécele que se haya querido quedar contigo
Se levantó de la cena, se quitó el manto, tomó una toalla y se la ciñó. Después echó agua en una jofaina y empezó a lavarles los pies a los discípulos (Jn 13, 4).
Jesús, al lavar los pies a los Apóstoles les estás grabando a fuego la cla­ve de tu paso por la tierra: ser Dios es ser servidor de los demás. No bas­ta saberlo, hace falta ponerlo en práctica cada día. Y ahí estaban los pies de Judas, el traidor. ¡Qué cariño pondrías! Seguro que te esmeraste. Jesús, quiero ser como Tú, con un corazón grande, que sepa querer a todos, lavar los pies a todos.
Termina pensando a quién más puedes lavar los pies...

Propósito: Lavar pies.

miércoles, 12 de abril de 2017

Miércoles Santo. Jesús, vales más que todo el oro del mundo

Entonces, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue don­de los príncipes de los sacerdotes, y dijo: ¿Qué me queréis dar a cambio de que os lo entregue? Ellos le ofrecieron treinta monedas de plata (Mt 26, 14-16).
Jesús, ¡qué mal negocio hizo Judas! ¡Qué estafa! ¡Le han engañado! También a mí el demonio me quiera estafar. Como dice San Josemaría: El mundo, el demonio y la carne son unos aventureros que, aprovechán­dose de la debilidad del salvaje que llevas dentro, quieren que, a cam­bio del pobre espejuelo de un placer —que nada vale—, les entregues el oro fino y las perlas y los brillantes y rubíes empapados en la sangre viva y redentora de tu Dios, que son el precio y el tesoro de tu eternidad (Camino 708).
Habla tú con Jesús y dile que nunca te dejarás estafar por el demonio.
Y mientras comían dijo: En verdad os digo que uno de voso­tros me va a traicionar. Y, muy afligidos, comenzaron cada uno a decirle: ¿Acaso soy yo, Señor? (Mt 26, 22).
Jesús, los Apóstoles se quedan muy tristes por tu anuncio de traición. Te quieren de verdad, como yo. Lo han dejado todo para seguirte, ¿¡cómo yo!?... Pero admiten humildemente la posibilidad de traicionarte, se sien­ten débiles, capaces de lo peor. Jesús, yo también soy capaz de todos los errores y de todos los horrores. Que sea humilde.
Pregunta a Jesús: ¿Acaso soy yo, Señor…? Y aguanta su mirada.

Propósito: Que mi vida no sea para Jesús una historia de miedo.

martes, 11 de abril de 2017

Martes Santo. Jesús, antes morir que pecar

Cuando dijo esto Jesús se turbó en su espíritu, y declaró: En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará. Los discípulos se miraban unos a otros no sabiendo a quién se refería (Jn 13, 21-22).
Jesús, te turbas, te conmueves, te duele. Después de todo lo que has hecho por Judas, el canalla va y te traiciona. Le has lavado los pies, le has llamado amigo… Cuántos momentos felices, cuántas bromas, can­sancios, canciones, cuántos milagros había presenciado, y, luego…el pecado. Jesús, ¡ya no más! ¡No quiero fallarte más! ¡No quiero ser como Judas! Sé que te turba, que te duele, de manera especial, la traición de tus amigos. Jesús, con tu ayuda, nunca más.
Aprovecha y pide perdón por tus pequeñas o grandes traiciones.
Entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Y Jesús le dijo: Lo que vas a hacer, hazlo pronto (Jn 13, 27).
Jesús, las grandes traiciones, como las de Judas, vienen precedidas de pequeñas compensaciones egoístas. Los edificios no se desmoronan de repente, sino que empiezan a salir grietas pequeñas, que se van abriendo, hasta que aquello se cae. Judas robaba de la bolsa… y tras el bocado entró Satanás. Jesús, con tu gracia ayúdame a descubrir esas grietas en mi alma.
En el examen de conciencia buscaré las grietas y las goteras en mi alma.

Propósito: Nunca hacer de Judas.

lunes, 10 de abril de 2017

Lunes Santo. Obras son amores y no buenas razones

María, tomando una libra de perfume muy caro, de nardo puro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se llenó de la fragancia del perfume (Jn 12, 3).
Jesús, ¡cómo te quiere María! ¡Qué detalle! Tú la miras con infinito cariño y la dejas hacer. No es tanto la calidad del perfume muy caro de nardo puro sino el amor que María pone. Está demostrándote que vales más para ella que todo lo que cuesta aquel perfume tan caro. Jesús, y yo, ¿cómo te demuestro mi amor? ¿En qué se concreta? Me miras, también con cariño, como a María, y me susurras al oído: Obras son amores y no buenas razones.
¿A qué huelo? ¿Con qué buenas obras de amor perfumo mi vida?
Dijo entonces Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que iba a entregarle: ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres? (Jn 12, 4-5).
Jesús, la misma historia de siempre. Ahora algunos tampoco entienden que los cristianos queramos darte lo mejor. No siempre es el amor a los pobres, lo que les lleva a pensar así, como no lo era el caso de Judas. Es simplemente falta de Fe, visión humana, que impide luego amar de verdad a los pobres. Jesús, que sea generoso contigo, no sólo con el dinero, sino también con mi tiempo… y así te podré ver en cada uno de los pobres.
Hasta los 10 minutos, piensa en obras de amor a Dios y a los demás.

Propósito: No ser tacaño con Dios.

domingo, 9 de abril de 2017

Domingo de Ramos. Jesús, que sea valiente

Las muchedumbres que iban a la fiesta, oyendo que Jesús se acercaba a Jerusalén, tomaron ramos de palmas, salieron a su encuentro y gritaban: Hosanna, bendito el que viene (Jn 12, 12-13).
Jesús, hoy comienza la Semana Santa. En pocos días vas a culminar tu misión en la tierra. Nos vas a dejar tu mandamiento nuevo del amor; vas a lavar los pies a tus discípulos; vas a pedir por los cristianos de todos los tiempos (también por mí); te me vas a entregar en la Eucaristía; vas a su­dar sangre; te van a apresar y tus discípulos te abandonarán. Te azotarán y te golpearán; se burlarán de ti. Llevarás la Cruz de tu muerte y de mi salvación hasta el Calvario. Allí morirás perdonando. Y yo, Jesús,… todos estos días muy pegadito a ti.
Dile, con tus palabras, que no quieres dejarle solo ni un momento.
Jesús encontró un borriquillo y se montó sobre él, conforme a lo que está escrito: No temas, hija de Sión. Mira a tu rey, que llega montado en un pollino de asna (Jn 12, 14-15).
No temas hija de Sión… Pero, vamos a ver: ¿Qué es lo que me da mie­do? ¿No soy acaso hijo de Dios?... ¡¿Entonces…?! Jesús, Tú eres el Rey de Israel, Tú eres el Rey del mundo. Nada sucede sin que Tú lo permitas, y siempre será para bien. Jesús, contigo, siempre valiente. Necesitas Hombres y Mujeres valientes.
Jesús, quiero ser muy valiente.

Propósito: No ser gallina.

sábado, 8 de abril de 2017

Jesús, eres la Verdad, de verdad de la buena

Muchos, al ver lo que había hecho Jesús, (la resurrección de Lázaro) creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús (Jn 11, 46).
Jesús, que curioso, ante un mismo hecho dos reacciones opuestas: unos creen y otros te acusan. Es lo mismo que pasa ahora... Como dice un filósofo: Dios actúa en el claroscuro, de modo que hay bastante luz para quien quiere ver, y bastante oscuridad para quien no quiere ver. No es tanto la luz sino las disposiciones interiores. Jesús, tengo amigos que me preguntan por qué ahora no hay milagros espectaculares como los de antes… Yo les digo que hay pero que ellos no los ven: el milagro de un amanecer, una nueva vida, una confesión, entregar la vida entera a Dios…
Cuenta a Jesús el último milagro que hayas vivido. Agradéceselo.
Este hombre hace muchos signos. Si le dejamos seguir, to­dos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán (Jn 11,47).
¡Qué mal! En vez de buscar la verdad piensan solo en su comodidad, en lo que más les convenga. Se cumple lo de San Pablo a los Romanos: hombres que tienen aprisionada la verdad en la injusticia (Rm 1,18). Cuando se violenta la verdad todo vale. Jesús, que siga el consejo del poeta: “¿Tu verdad? No, la Verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela”.
El que busca con sinceridad la Verdad acaba encontrando a Cristo

Propósito: buscar la Verdad, de verdad de la buena.

viernes, 7 de abril de 2017

La violencia ni vence ni convence

Los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús (Jn 10, 31-42).
Jesús, lo de tus paisanos y su afición a lanzar piedras es impresionante. Si no fuera algo tan triste, sería para echarse a reír. Les gustaba eso de ape­drear a la gente. ¡No perdían ocasión! Primero quisieron apedrearte a Ti, —nos lo acaba de contar San Juan—; también lo intentaron con aque­lla desdichada mujer: El que esté sin pecado que tire la primera piedra (Jn 8,7). Al pobre de San Pablo en Tesalónica una lluvia de piedras casi le costó la vida: Apedrearon a Pablo y le arrastraron fuera de la ciudad creyéndole muerto (Act 14,19). Y por último, San Esteban no tuvo tanta suerte y murió lapidado: Se abalanzaron sobre él, lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearle (Act 7,58). Es curioso, en un instante, la pedrada de un desaprensivo puede destrozar la magnífica vidriera de una catedral, o peor aún, arrancar una vida.
A veces, las piedras que más duelen son los comentarios hirientes, las palabras vanas, los juicios gratuitos, las opiniones sin venir a cuento…
Él les replicó: Os he hecho ver muchas obras buenas por en­cargo de mi Padre: ¿Por cuál me apedreáis? (Jn 10, 31-42).
Jesús, ante la fuerza bruta respondes con sabiduría e ingenio. Porque quien usa la violencia ni vence ni convence. El que más grita habitual­mente no lleva la razón y el que usa la violencia pierde cualquier autori­dad y se descredita delante de Dios y de los hombres.
Jesús, ayúdame a ser manso y humilde de corazón, como Tú.

Propósito: No tirar piedras a la gente, ni a los gatos.

jueves, 6 de abril de 2017

Para Dios toda la gloria

Si alguno guarda mi palabra, jamás gustará la muerte. ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Abrahám, que murió? También los profetas murieron. ¿Por quién te tienes tú? (Jn 8, 52-53).
Jesús, pero, ¡qué tíos tan pesados esos fariseos! Cuántas veces se lo has repetido, pero no se quieren enterar. En el fondo no buscan la Verdad sino atraparte en alguna palabra para poder acusarte. Jesús, yo también, a veces, encuentro personas así: no les gusta la Verdad, son alérgicos a la Verdad y sólo les interesa la manera de retorcer mis palabras, dejarme en ridículo, reírse de mí. Jesús, ayúdame a tener tu paciencia, esa man­sedumbre que Tú has tenido siempre con los que no te comprenden.
Como en el chiste: Jesús, dame paciencia…, ¡pero dámela YA!
Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada vale (Jn 8, 54).
Cuántas veces, Jesús, estoy buscando el éxito personal, el lucimiento propio: ser el más listo, el más guapo, el más inteligente y además, ¡que se note! ¡Que todo el mundo lo diga! Recuerdo lo que contaban de un famoso cantante ruso que al final de las actuaciones se ponía en bajito a ladrar mientras el público puesto en pié le aplaudía. La situación se repetía una y otra vez. Pero los ladridos no pasaron inadvertidos. —¿Por qué ladras? Le preguntó preocupado un amigo suyo. Un día te lo cuento. Por fin tomando café llegó la respuesta en forma de pregunta: —Pero vamos a ver ¿Quién ladra? —Los perros (en inglés DOG). Pues eso es lo que hago yo, le devuelvo a Dios lo que es suyo: Deo Omnis Gloria, para Dios toda la gloria.
Regálale a Jesús toda tu gloria humana, y terminas.

Propósito: cuando me enaltezcan, ladrar (guau, guau…)