domingo, 30 de abril de 2017

¡Quédate con nosotros!

Dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea lla­mada Emaús (…). Y les dijo: ¿De qué veníais hablando entre vo­sotros por el camino? Y se detuvieron entristecidos (Lc 24, 13.18).
Oye Jesús, ¡vaya con tus dos discípulos! Te habían tratado, reído conti­go, bromeado, visto milagros pero… realmente no te conocieron. Sus ojos no eran capaces de reconocerlo (Lc 24, 17). ¿Qué les pasó? Eran buena gente, sí, pero un poco babosos. Preferían su pequeño pueblo, Emaús. Jesús, desde entonces los caminos de Emaús siguen muy tran­sitados: gente triste, empequeñecida, que ya están regresando a las mismas de cosas de siempre pero porque nunca te han conocido de verdad.
Dile a Jesús que no quieres irte.
¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el ca­mino y nos explicaba las Escrituras? Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén (Lc 24, 32-33).
Jesús, ¡qué bien lo haces! Te pusiste a su altura, así, como quien no quie­re la cosa: se acercó y se puso a caminar con ellos. Los pobres, sin sa­berlo, estaban envenenados con sus propias ideas. ¿Qué ha pasado? Y le contestaron: Lo de Jesús el Nazareno… Lo primero era sacar toda esa bilis, toda esa tristeza: ¡Una buena confesión! Y luego ya vino la expli­cación les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a Él. Jesús, yo también soy un poco baboso, me conformo con mi pequeño mun­do: mis planes, mi pueblo…. Ábreme los ojos y sobre todo el corazón.
Deja que Jesús se ponga a tu lado y te hable.

Propósito: Abandonar los caminos de Emaús y regresar a Jerusalén.