Como amase a los
suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el fin (Jn 13, 1).
Jesús, tu vida terrena está llegando a su fin y el corazón se te
desborda de ternura. No te mides, no eres calculador, como yo tantas veces: los
amó hasta el fin. ¡Te das del todo en la Eucaristía! Ardientemente
he deseado comer con vosotros esta Pascua (Lc 22, 15), nos dices con San Lucas:
ardientemente, te morías de ganas, con pasión deseabas que llegara ese
momento para instituir la Eucaristía, el Dios con nosotros hasta
el final de los tiempos. Qué bueno eres Jesús, qué bueno eres, no me lo
merezco.
Sigue
unos minutos. Agradécele que se haya querido quedar contigo
Se levantó de la cena,
se quitó el manto, tomó una toalla y se la ciñó. Después echó agua en una
jofaina y empezó a lavarles los pies a los discípulos (Jn 13, 4).
Jesús, al lavar los pies a los Apóstoles les estás grabando a
fuego la clave de tu paso por la tierra: ser Dios es ser servidor de los
demás. No basta saberlo, hace falta ponerlo en práctica cada día. Y
ahí estaban los pies de Judas, el traidor. ¡Qué cariño pondrías! Seguro que te
esmeraste. Jesús, quiero ser como Tú, con un corazón grande, que sepa querer a
todos, lavar los pies a todos.
Termina
pensando a quién más puedes lavar los pies...
Propósito: Lavar pies.