Lázaro estaba enfermo
(…) Las hermanas enviaron a decir a Jesús: Señor, aquel a quien tú quieres,
está enfermo (Jn11, 1-2).
Qué forma más bonita de dirigirse a Jesús: Aquel a quien tú
quieres… Se trataba de Lázaro, el hermano de Marta y María. Y quien lo cuenta
es otro muy querido, San Juan el discípulo amado. Aquí, el que no
corre, vuela. A partir de ahora yo también voy a ser…Quien más te quiere, el
apóstol atolondrado, el preferido de la Virgen…
Búscate
un nombre, que sea chulo, para dirigirte a Jesús.
Gritó con fuerte voz:
¡Lázaro, sal fuera! Y salió el muerto, atado de pies y manos con vendas y
envuelto el rostro en un sudario. Jesús les dice: Desatadlo y dejadle andar
(Jn11, 43-44).
Jesús, ¡como querías a Lázaro! Era tu amigo. Lo del nombre: Aquel
a quien tú quieres, era una realidad. Cuando te dijeron que Lázaro estaba
muerto y preguntaste donde lo habían puesto te dolió tanto que te pusiste a
llorar. Todo el mundo se daba cuenta: los judíos entonces decían: Mirad como le
quería (Jn11, 37). Oye, Jesús, y a mí ¿también me quieres? ¿tanto como
a Lázaro? ¿tanto como a Juan? ¿de verdad…? Sabes, Jesús, a veces se me muere el
alma; son los pecados. Señor, ya huele mal... Son cadenas que me
esclavizan y me impiden ir hacia ti. Y entonces necesito que vengas, que me
desates de pies y manos y grites: apóstol atolondrado, preferido de la Virgen… ¡sal
fuera!
Pregunta
a Jesús hasta cuanto te quiere.
Propósito: buscar un
nombre.