martes, 29 de noviembre de 2011

Qué vea con tus ojos, Jesús mío


Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: ¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! (Lc 10,23).
Que me ves, que me oyes... Jesús, cada vez que comienzo un rato de oración repito en la oración introductoria: —Que me ves, que me oyes... Es una forma de ponerme en Presencia de Dios. Pero siempre me pregunto: —Jesús, ¿qué es lo que ves? —¿Qué es lo que tú ves en mi? Lo importante no es lo que yo veo ¡Qué fácil es engañarme! Tantas veces me creo el Rey del Mambo y pienso: Que chico tan simpático soy, que original, que listo... Jesús, lo importante es cómo me ves tú. ¡Que vea con tus ojos, Cristo mío, Jesús de mi alma! ¡Qué vea con tus ojos! Y como a tus discípulos me podrás decir: ¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis!
u  Pide a Jesús que te deje ver como Él te ve.
Muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís y no lo oyeron (Lc 10,24).  
El famoso arquitecto inglés, Norman Forter, comentaba en una entrevista que le daba la sensación de que él veía cosas que los demás no veían. Son cosas que le fascinan. Por ejemplo, las pequeñas burbujas que forma la espuma del mar le inspiraron para diseñar un edificio. Yo como San José también me fascino: ¡Oh feliz varón, bienaventurado José, a quien le será concedido no sólo ver y oír al Dios, a quien muchos reyes quisieron ver y no vieron, oír y no oyeron, sino también abrazarlo, besarlo, vestirlo y custodiarlo!
u  Fascinarme por poder ver, oír, abrazar y besar a Jesús en la Eucaristía.
Propósito: ir a comulgar entre semana.