Solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a
escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a
los pecadores y come con ellos» (Lc 15, 1).
Jesús, eres
amigo de pecadores, eres mi amigo ¡Cómo me consuela! Son tantas mis debilidades…
Y vienen a mi cabeza esos bonitos versos de Lope de Vega: Pastor que con tus
silbos amorosos / me despertaste del profundo sueño, / Tú que hiciste cayado de
ese leño, / en que tiendes los brazos poderosos, / (…) Oye, Pastor, pues por
amores mueres, / no te espante el rigor de mis pecados, / pues tan amigo de
rendidos eres.
u Dile que te perdone tus pecados y te incluya en su lista de amigos.
Y cuando la encuentra se la carga sobre los hombros, muy
contento; y al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles:
«¡Felicitadme! he encontrado la oveja que se me había perdido» (Lc 15, 5-6).
Jesús, mis
amigos, más que ovejas, están como cabras, o peor, como cabritos.
Lo malo es que, a veces, les da por ir en rebaño y hacen cosas terribles, que
no te puedo contar. Jesús, que no me olvide que yo también he sido (o soy) cabra
/ ito. No hiciste ascos de mis heridas y me llevaste sobre tus hombros.
Jesús, ayúdame a ayudar a mis amigos/as-cabras/itos/itas…
u Dile a Jesús que le vas a llevar el rebaño de tus amigos.
Propósito: Matar
a los sacerdotes llevándoles mucha gente a confesión.