Guardaos de los escribas, que les gusta
pasear con vestidos lujosos y que los saluden en las plazas (Mc 12,38).
Jesús, para mi vergüenza,
tengo que reconocer que a mí también me pasa como a los escribas esos. Me
gusta, me mola mazo, eso de ir vestido a la última con ropa de
marca, ¡carísima! (y si es posible enseñando un poquito la ropa interior). Me
mola que me miren, que se fijen en mí, que hablen de mí, provocar…. Y si voy a
una fiesta monto el numerito para llamar la atención: mal o poco vestido. Jesús,
es el peligro de la frivolidad, de la superficialidad: no hay fondo porque
todo es apariencia, superficie, engaño, mentira.
Dile que
quieres ir bien vestido, a la moda, pero sin dar el numerito.
Ocupar los primeros asientos en las
sinagogas y los primeros puestos en los banquetes (Mc 12, 38-39).
Jesús, Tú ibas siempre tan
bien vestido con esa túnica de lino sin costura que te hizo tu Madre.
Arreglado, muy elegante, humanamente atractivo, hecho un pincel.
Por eso atraías tanto a la gente. Elegante es el que sabe elegir, el que no se
hace cualquier cosa, no se cosifica. La elegancia lleva a
agradar, ser atractivo, tener buen gusto… pensando en los demás. Jesús, ahora
que es verano, cuidaré más mi forma de vestir, sin provocar. El bañador está
muy bien, pero para la piscina.
Jesús, mi
simpatía, mi alegría, mi elegancia atraen tanto…
Propósito: No ser
objeto