viernes, 22 de junio de 2018

Ni guapo que encante ni feo que espante


Guardaos de los escribas, que les gusta pasear con vestidos lujosos y que los saluden en las plazas (Mc 12,38).
Jesús, para mi vergüenza, tengo que reconocer que a mí también me pasa como a los escribas esos. Me gusta, me mola mazo, eso de ir ves­tido a la última con ropa de marca, ¡carísima! (y si es posible enseñando un poquito la ropa interior). Me mola que me miren, que se fijen en mí, que hablen de mí, provocar…. Y si voy a una fiesta monto el numerito para llamar la atención: mal o poco vestido. Jesús, es el peligro de la fri­volidad, de la superficialidad: no hay fondo porque todo es apariencia, superficie, engaño, mentira.
Dile que quieres ir bien vestido, a la moda, pero sin dar el numerito.
Ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes (Mc 12, 38-39).
Jesús, Tú ibas siempre tan bien vestido con esa túnica de lino sin costura que te hizo tu Madre. Arreglado, muy elegante, humanamente atractivo, hecho un pincel. Por eso atraías tanto a la gente. Elegante es el que sabe elegir, el que no se hace cualquier cosa, no se cosifica. La ele­gancia lleva a agradar, ser atractivo, tener buen gusto… pensando en los demás. Jesús, ahora que es verano, cuidaré más mi forma de vestir, sin provocar. El bañador está muy bien, pero para la piscina.
Jesús, mi simpatía, mi alegría, mi elegancia atraen tanto…
Propósito: No ser objeto