miércoles, 6 de junio de 2018

Señor, Tú tienes palabras de Vida Eterna


Entonces, oyéndole muchos de sus discípulos, dijeron: Dura es esta enseñanza, ¿quién puede escucharla? (…) Desde en­tonces, muchos discípulos se echaron atrás y ya no andaban con Él (Jn 6, 60-66).
Se van, se marchan. Son discípulos de Jesús, pero se van. ¿Adónde? ¿Por qué? Se van a sus negocios, a su pueblecito, a su triste y caduca felicidad. Las palabras de Jesús son demasiado grandes, demasiado exigentes… Como ahora, también hay cristianos que se escandalizan de la Iglesia, de Cristo: Dura es esta enseñanza, ¿quién puede escu­charla? Quizá preferirían un cristianismo más light, más aguado, más a la medida de su mediocridad.
Habla con Jesús y dile que, con su ayuda, tú nunca le dejarás.
Entonces Jesús dijo a los Doce: ¿También vosotros queréis marcharos? (Jn 6, 67).
María, Madre mía, somos pocos los que amamos a Jesús y, además, le amamos poco. ¡Qué doloroso se me hace oír el ¿también vosotros queréis marcharos?! En el momento de la prueba, de la deserción en masa de tantos católicos, diré como San Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida Eterna (Jn 6, 68).
Aunque a otros se los lleve la corriente, nunca dejar solo a Jesús.
Propósito: ¡Que no me lleve la corriente! A contra-corriente