Porque de dentro, del corazón del
hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios,
adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación,
orgullo, frivolidad (Mc 7,14-23).
Jesús, algo me sospechaba. ¿Por eso dentro de mí encuentro tantas
ganas de chinchar a mis hermanos, llevar la contraria a mis padres, hacer
rabiar a mi perro, mentir, engañar..? Me pasa como a S. Pablo: Porque no
hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Jesús, y todo este
mal, ¿de dónde sale? ¿Quién lo ha puesto? Si yo no soy malo. ¿por qué a veces
hago daño a los que más quiero? Y me responde S. Pablo: No soy yo quien
lo realiza, sino el pecado que habita en mí. Tras el triste episodio de
la manzana, una gota de aquel veneno, el pecado original, nos ha llegado a cada
hombre, a mí también.
Que
no me olvide del pecado original. Debo luchar contra el Maligno.
¡Infeliz de mí! ¿Quién me librará de
este cuerpo de muerte? (Mc 7,14-23).
Y San Pablo escuchó: Te basta mi gracia. Jesús, la
Gracia que me das en tus sacramentos es el antídoto contra el veneno del mal,
contra el pecado. Porque donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia
(Rm 5,20). Necesito mucho antídoto, necesito mucha gracia.
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el surtidor más cercano de Gracia y llena tu alma.
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