Al tercer día se celebraron unas bodas
en Caná de Galilea, y estaba allí la Madre de Jesús. También fueron invitados a
la boda Jesús y sus discípulos (Jn 2, 1-12).
Y allí estaba la Madre
de Jesús, cuenta San Juan como de pasada. Allí estaba y sin hacerse
notar, tan callando, como quien no quiere la cosa. ¡Fíjate cómo
es nuestra Madre! ¿Te das cuenta?... No puede estarse quieta —como todas las
madres buenas—, y se mete hasta la cocina dispuesta a echar una mano en lo que
hiciera falta.
¿Me doy
cuenta de las necesidades de los demás?
Y, como faltó vino, la Madre de Jesús
le dijo: No tienen vino. (…) Dijo su Madre a los sirvientes: Haced lo que Él os
diga (Jn 2, 1-12).
¿En qué puedo ayudar?, preguntó María mientras se ponía el delantal. Un cruce de miradas,
el ruido sordo de la vasija de barro raspando el fondo seco del tonel del vino,
un cuchicheo nervioso, son suficientes para que se diera cuenta de lo que
sucedía: No tienen vino. Enseguida resolvió el problema: Haced
lo que Él os diga, y Jesús convirtió el agua en vino. ¡Cuántas veces en
mi vida pasa lo mismo!: problemas insuperables, dificultades agobiantes... ¿Y
crees que tu Madre, la Virgen, va a estarse quieta? Antes de que cante un gallo
ya ha intercedido por ti, y al oído te sopla: Haced lo que Él os diga.
¿Hago lo que
Jesús me dice en la oración? ¿Saco propósitos?
Propósito: Pinchar mi
burbuja de bienestar