viernes, 19 de enero de 2018

Platicar con Papá

Jesús subió a la montaña (Mc 3, 13).
Muchas veces, en el Evangelio, se cuenta que Jesús se aparta a orar. ¿Cómo habrán sido esas conversaciones entre Dios Hijo y Dios Padre? Seguramente, habrán tenido la misma confianza con la que me siento cuando, en el asiento del copiloto, me pongo a platicar con mi mamá o papá en el carro. A veces hablamos de cosas importantes, otras simplemente les cuento de un gol que metí, o cosas del día a día. Hablamos de tantas cosas… siempre y cuando, no me quite el asiento alguno de mis hermanos.
Para hablar con Jesús, nadie te va a quitar el lugar.
Designó entonces a doce, a los que llamó apóstoles para que estuvieran con él y para mandarlos a predicar con poder de expulsar a los demonios. (Mc 3,14).
Una vez me enojé porque mi mamá no me quiso tomar en cuenta para unos mandados que tenía que hacer. Eso me cayó mal. Cuando regre­só, le reclamé. Mi mamá y yo nos tenemos mucha confianza. Entonces me explicó que ya eran varias las veces que me daba encargos o me pedía favores y no los cumplía. Así que mientras no cambiara, no me encargaría más cosas. Por lo visto no había perdido la confianza en mí, simplemente, yo me había puesto en una situación en la que de mo­mento no se me podía confiar nada. Jesús, no quisiera que me pase eso contigo.
Proponte cumplir las pequeñas cosas de cada día para que Jesús pueda confiar en ti.

Propósito: sentarse en el sillón de adelante, del carro de papá-Dios.