martes, 30 de enero de 2018

¡La niña, la niña!

Viene uno de los jefes de la sinagoga (...) se postra a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: Mi hija está en las últi­mas. Ven, impón tus manos sobre ella para que se salve y viva (Mc 5, 22-23).
Jesús, ¿cuánto han rezado por mí mis padres?: en los 9 meses de emba­razo, las veces que he andado en el hospital, o cuando he estado mal portado –aunque casi nunca se enteran–. Y yo, así de malagradecido, que rezo por mis padres sólo lo justo. San Josemaría, de muy peque­ño, estaba desahuciado por los médicos, –pensaban que moría esa noche–, y su mamá se lo pidió a la Virgen, e hizo una promesa de ir en peregrinación de penitencia a la Ermita de Torreciudad… Mi madre y mi padre me quieren un montón, pero sé que Tú, Dios mío, me quieres más que todos las madres del mundo juntas.
Piensa cuánto y cuántas personas han rezado por ti.
Y tomando la mano de la niña, le dice: “Talita qum”, que sig­nifica: Niña, a ti te digo, levántate. Y en seguida la niña se le­vantó y se puso a andar, pues tenía doce años (Mc 5, 41-42).
Y S. Josemaría amaneció saltando en la cuna, y Dª Dolores cumplió su promesa a Ntra. Señora, y con los años decía a su hijo “la Virgen te salvó para algo grande”. Todo lo que Tú tienes pensado para mí, y lo que han rezado y rezan mis padres es para algo grande. Espero que mis padres no se asusten si no es lo que ellos tienen planeado...
¿Qué planes grandes tienes para mí, Señor?

Propósito: hoy voy a rezar más por mis papás.