lunes, 22 de enero de 2018

Para servir, servir

Los escribas que habían venido de Jerusalén decían acerca de Jesús: “Este hombre está poseído por Satanás, príncipe de los demonios, y por eso los echa fuera”. (Mc 3, 22).
La historia de siempre. Ven que haces el bien, y empiezan a dudar para averiguar cuál es el interés que uno tiene. Una vez me enojé con mi mamá, Jesús. Un domingo, me levanté temprano, la ayudé a preparar el desayuno, y cuando ya estaba la mesa puesta y todo, me dijo: “te felicito; ahora decime, ¿qué quieres?”. No creía que la hubiera ayudado así porque sí. Me enojé mucho. En la tarde me fue a buscar a mi cuarto, y me pidió disculpas. Me dio las gracias, y me animó a seguir con esa actitud.
¿Eres de los que ayuda a los demás por interés?
Yo les aseguro que a los hombres se les perdonarán todos sus pecados y todas sus blasfemias. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, nunca tendrá perdón; será reo de un pecado eterno (Mc 3, 28-29).
¡Uy! ¡Eso sí está serio! ¿Cómo es posible que uno llegue a cometer ese pecado tan horrible, para no cometerlo? Jesús, entiendo que lo que más te duele es que no dude de tu amor; y piense que en el fondo, hasta tú mismo tienes algún tipo de interés. ¿Cómo se puede pedir perdón a alguien cuando uno no cree que esa persona le pueda perdonar? Pues por ahí va la cosa. Jesús, que yo siempre confíe en tu amor.
El Espíritu Santo es el Amor entre Dios Padre y Dios Hijo

Propósito: hacer algún servicio sin pedir nada a cambio.