sábado, 27 de enero de 2018

Nos embarcamos

Se levantó un fuerte huracán y las olas rompían contra la bar­ca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido (Mc 4, 37-38).
Jesús, estabas agotado: largas caminatas de un sitio para otro, predi­cando a las multitudes, curando enfermos, cuidando de tus discípulos... Fue sentarte un momento y quedarte dormido, tan profundo, que ni el rugir de las olas te despertaban. ¿Con qué soñabas? Quizá conmigo... ¿y por qué no? Dulces sueños de cosecha madura, y de pescas milagro­sas, y de tesoros escondidos en los que “yo” soy protagonista ¡¡Scchsss...!! ¡Que nadie le despierte! Está descansando.
¿Te das cuenta que Jesús sueña contigo?
Lo despertaron, diciéndole: Maestro, ¿no te importa que nos hundamos? Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: ¡Silencio, cállate! (Mc 4, 38-39)
La barca de Pedro, una vez más, a punto de zozobrar, y Dios, una vez más, parece dormido. Y el grito, una vez más, de los discípulos: “¿No te importa que nos hundamos?” Jesús, que las cosas están muy duras; que de ésta no salimos; que son muchos los enemigos de tu Iglesia; que se pierden muchas almas... “Él les dijo: (...) ¿Aún no tenéis fe?”. Y una vez más “el viento cesó y vino una gran calma”. Y la barquichuela de Pedro una vez más, sigue como siempre, navegando contra viento y marea.
Y en esa pequeña barca, vas tú….

Propósito: Preguntarme qué cosas sueña Jesús de mí.