En una ocasión en que los discípulos de
Juan el Bautista y los fariseos ayunaban, algunos de ellos se acercaron a Jesús
y le preguntaron: “¿Por qué los discípulos de Juan y los discípulos de los
fariseos ayunan, y los tuyos no?” (Mc 2, 18).
Es divertido pensar que hay gente que se malmata por cosas que no
valen la pena. He conocido compañeros de clase que no comparten nada de tiempo
con su familia por hacer las tareas; o incluso, no hacen obras de caridad, ni
ayudan en la parroquia. Les va bien en las notas, pero a costa de perder su
familia, y tantas cosas más. Aunque los hay peores, que ni sacan buenas notas,
ni están con su familia, y al final reprueban. Hay tiempo para todo, me dijo
mi mamá, una vez.
Debes
ser buen estudiante, pero si dejas de lado a Dios por tu estudio, no eres buen
estudiante.
Nadie le pone un parche de tela nueva a
un vestido viejo, porque el remiendo encoge, rompe la tela vieja y se hace peor
la rotura. Nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino rompe los
odres, se pierde el vino y se echan a perder los odres; a vino nuevo, odres
nuevos (Mc 2,21-22).
Me imagino, Jesús, que los logros de nuestra vida son la tela
nueva, pero si nuestra vida no está llena de obras buenas de servicio y amor a
los demás, al final somos como trapos viejos. De qué sirve tela nueva para
remendar, si la ropa ya está toda vieja y raída.
Tu
estudio es una forma de servir a los demás.
Propósito: ofrecer el esfuerzo de mi estudio a Dios.