lunes, 15 de enero de 2018

Tela nueva y ropa nueva

En una ocasión en que los discípulos de Juan el Bautista y los fariseos ayunaban, algunos de ellos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Por qué los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan, y los tuyos no?” (Mc 2, 18).
Es divertido pensar que hay gente que se malmata por cosas que no valen la pena. He conocido compañeros de clase que no comparten nada de tiempo con su familia por hacer las tareas; o incluso, no hacen obras de caridad, ni ayudan en la parroquia. Les va bien en las notas, pero a costa de perder su familia, y tantas cosas más. Aunque los hay peores, que ni sacan buenas notas, ni están con su familia, y al final re­prueban. Hay tiempo para todo, me dijo mi mamá, una vez.
Debes ser buen estudiante, pero si dejas de lado a Dios por tu estudio, no eres buen estudiante.
Nadie le pone un parche de tela nueva a un vestido viejo, porque el remiendo encoge, rompe la tela vieja y se hace peor la rotura. Nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino rompe los odres, se pierde el vino y se echan a perder los odres; a vino nuevo, odres nuevos (Mc 2,21-22).
Me imagino, Jesús, que los logros de nuestra vida son la tela nueva, pero si nuestra vida no está llena de obras buenas de servicio y amor a los demás, al final somos como trapos viejos. De qué sirve tela nueva para remendar, si la ropa ya está toda vieja y raída.
Tu estudio es una forma de servir a los demás.

Propósito: ofrecer el esfuerzo de mi estudio a Dios.