viernes, 12 de enero de 2018

Valentía de la buena

Y le quisieron presentar a un paralítico que iban cargando entre cuatro; pero, como no podían acercarse a Jesús por la cantidad de gente, quitaron parte del techo encima de donde estaba Jesús y, por el agujero, bajaron al enfermo en una camilla. (Mc 2, 3-4).
¡Qué personas más valientes! A pesar de la gran cantidad de gente que había, no les importó lo que fueran a opinar de ellos, y subieron a su ami­go al techo, para luego descolgarlo delante de Jesús. ¿Cuántas veces uno deja de hacer cosas buenas por miedo a lo que dirán los demás? Parece que el miedo a que hablan mal de uno, paraliza. Jesús, yo quie­ro ser de las personas que hagan el bien siempre, sin andar pensando en lo que van a decir los demás.
¿Qué obras buenas has dejado de hacer por vergüenza?
Le dijo al paralítico: “Yo te lo mando: levántate, recoge tu ca­milla y vete a tu casa”. El hombre se levantó inmediatamente, recogió su camilla y salió de allí a la vista de todos, que se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: “¡Nunca habíamos visto cosa igual!” (Mc 2, 11-12).
Una vez más, como ayer, la alegría vuelve a aparecer en escena. Alegría y admiración. Jesús, no sé por qué me cuenta tanto caer en la cuenta de la alegría hacer obras buenas. Y es verdad lo que dices en el Evangelio, las personas se quedan admiradas. No se lo creen. Piensan que uno algún interés tiene.
¿Has entendido por qué es tan importante servir a los demás?

Propósito: para hoy, una obra buena, pero de las de valientes.