Y le quisieron presentar a un
paralítico que iban cargando entre cuatro; pero, como no podían acercarse a
Jesús por la cantidad de gente, quitaron parte del techo encima de donde estaba
Jesús y, por el agujero, bajaron al enfermo en una camilla. (Mc 2, 3-4).
¡Qué personas más valientes! A pesar de la gran cantidad de gente
que había, no les importó lo que fueran a opinar de ellos, y subieron a su amigo
al techo, para luego descolgarlo delante de Jesús. ¿Cuántas veces uno deja de
hacer cosas buenas por miedo a lo que dirán los demás? Parece que el miedo a
que hablan mal de uno, paraliza. Jesús, yo quiero ser de las personas que
hagan el bien siempre, sin andar pensando en lo que van a decir los demás.
¿Qué
obras buenas has dejado de hacer por vergüenza?
Le dijo al paralítico: “Yo te lo mando:
levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa”. El hombre se levantó
inmediatamente, recogió su camilla y salió de allí a la vista de todos, que se
quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: “¡Nunca habíamos visto cosa
igual!” (Mc 2, 11-12).
Una vez más, como ayer, la alegría vuelve a aparecer en escena.
Alegría y admiración. Jesús, no sé por qué me cuenta tanto caer en la cuenta de
la alegría hacer obras buenas. Y es verdad lo que dices en el Evangelio, las
personas se quedan admiradas. No se lo creen. Piensan que uno algún interés
tiene.
¿Has
entendido por qué es tan importante servir a los demás?
Propósito: para hoy, una obra buena, pero de las de valientes.