Jesús salió de nuevo a caminar por la
orilla del lago; toda la muchedumbre lo seguía y él les hablaba. Al pasar, vio
a Leví (Mateo), el hijo de Alfeo, sentado en el banco de los impuestos, y le
dijo: “Sígueme”. El se levantó y lo siguió. (Mc 2, 13-14).
Jesús, este es de mis partes favoritas del evangelio. Es también
de las partes favoritas del Papa Francisco. Por un lado me resulta divertido
pensar en Mate, distraído, contando su monedas en su banco de impuestos; y
por otro lado, tu, con tu mirada misericordiosa puesta en Mateo. Quizá a la
primera, el muy creído de Mateo, ni habrá levantado la cabeza. Quizá dijo: soy
publicano, esto no puede ser conmigo. Pero no, era con él la cosa. Y te siguió,
Jesús. ¡Te siguió!
Te
has puesto a pensar que Jesús no anda buscando gentes especiales para que lo
sigan. Podría estar buscándote a ti.
Viéndolo comer con los pecadores y
publicanos, preguntaron a sus discípulos: “Por qué su maestro como y bebe en
compañía de publicanos y pecadores?” Habiendo oído esto, Jesús les dijo: “No
son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos “ (Mc 2,
16-17).
Esta otra parte, también es de mis favoritas, porque yo me siento
un pecador. No sé cómo se sentirán los demás, ni los que lean esto. Pero me
llena de ilusión saber que Jesús pueda venir a mi casa, y sentarse a la mesa,
porque soy uno que necesita de médico.
Así,
para empezar, de qué necesitas curación.
Propósito: andar contento porque Jesús es mi amigo.