sábado, 13 de enero de 2018

Soy pecador, y qué

Jesús salió de nuevo a caminar por la orilla del lago; toda la muchedumbre lo seguía y él les hablaba. Al pasar, vio a Leví (Mateo), el hijo de Alfeo, sentado en el banco de los impues­tos, y le dijo: “Sígueme”. El se levantó y lo siguió. (Mc 2, 13-14).
Jesús, este es de mis partes favoritas del evangelio. Es también de las partes favoritas del Papa Francisco. Por un lado me resulta divertido pen­sar en Mate, distraído, contando su monedas en su banco de impues­tos; y por otro lado, tu, con tu mirada misericordiosa puesta en Mateo. Quizá a la primera, el muy creído de Mateo, ni habrá levantado la cabe­za. Quizá dijo: soy publicano, esto no puede ser conmigo. Pero no, era con él la cosa. Y te siguió, Jesús. ¡Te siguió!
Te has puesto a pensar que Jesús no anda buscando gentes especiales para que lo sigan. Podría estar buscándote a ti.
Viéndolo comer con los pecadores y publicanos, pregunta­ron a sus discípulos: “Por qué su maestro como y bebe en compañía de publicanos y pecadores?” Habiendo oído esto, Jesús les dijo: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos “ (Mc 2, 16-17).
Esta otra parte, también es de mis favoritas, porque yo me siento un pe­cador. No sé cómo se sentirán los demás, ni los que lean esto. Pero me llena de ilusión saber que Jesús pueda venir a mi casa, y sentarse a la mesa, porque soy uno que necesita de médico.
Así, para empezar, de qué necesitas curación.

Propósito: andar contento porque Jesús es mi amigo.