La suegra de Simón estaba en cama, con
fiebre, y enseguida le avisaron a Jesús. Él se le acercó, y tomándola de la
mano, la levantó. En ese momento se le quitó la fiebre y se puso a servirles
(Mc 1, 30-31)
Jesús, esto me recuerda lo que me pasó una vez que me enfermé. Me
dolía terriblemente el estómago y otras cosas. Mi mamá y hermanos se lucieron
con sus cuidados y cariño. El médico, un hombre muy bueno, me dio un
tratamiento que en tres días me dejó como nuevo. Cuando ya estaba sano, quería
que todos continuaran sirviéndome como antes. Pero leyendo lo que hoy me dices,
entiendo que yo debería haber devuelto tantas atenciones, sirviendo a mi
familia.
Dale
gracias a Jesús por tu salud, es un don para servir a los demás, y si estás
enfermo… ofrece tus dolores por los demás.
Al atardecer, cuando el sol se ponía,
le llevaron a todos los enfermos y poseídos del demonio, y todo el pueblo se
apiñó junto a la puerta. Curó a muchos (…) De madrugada, cuando todavía estaba
muy oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, donde se
puso a orar (Mc 1, 32-35)
¡Eres increíble, Jesús! Te pasas curando y atendiendo a tanta
gente la tarde entera, y al día siguiente ya estás de pie temprano, para hablar
con Dios Padre. A mí, me pasa al revés. Ni curo, ni atiendo a nadie; y al día
siguiente, estoy con una pereza horrible sin ganas de levantarme.
Intenta
levantarte siempre puntual.
Propósito: ayudar en mi casa sin necesidad de que me lo pidan.