sábado, 25 de enero de 2014

Conversión de San Pablo. “¿Quién eres tú…Yo soy Jesús”

Le envolvió de esplendor una luz del cielo. Cayó al suelo y oyó una voz que le decía: –Saulo, Saulo. ¿por qué me persi­gues? Respondió: ¿Quién eres tú, Señor? Y Él: –Yo soy Jesús, a quien tú persigues (Act 9, 3-5).
–Fue en el camino de Damasco…, diría más tarde San Pablo, –también yo fui alcanzado por Cristo. Aquel encuentro nunca se le olvidaría. Otro Apóstol y otro encuentro: el discípulo amado, también S. Juan recordaba con de­talle y cariño aquel momento: —“Era alrededor de la hora décima” (Jn 1, 39) ¿Cómo se le podía olvidar el instante más feliz de su vida? Jesús, sigues pasando y paseando entre los hombres… y sigues haciéndote el encontra­dizo. Jesús, ¡encuéntrame!, ¡porfa!
Recuerda a Jesús ese momento inolvidable en que os encontrasteis.
Saulo, hermano, me ha enviado el Señor, Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, para que recobres la vista y te llenes del Espíritu Santo (Act 9, 17).
No fue un Arcángel, ni siquiera un Angelote en EPS* de la U. (*Ejercicio Profesional Supervisado). El enviado fue un viejo feo y calvo: Ananías (¡dis­culpá, mano!). “Saulo, me ha enviado el Señor…”. Jesús, y yo sigo espe­rando…. ¿Y no será, quizá, ese Padre chaparrín el que me haga recobrar la vista y me llene del Espíritu Santo?
Señor ¿busco quién me “gradúe” la vista? ¿Quiero ver?

Propósito: Preguntar por una jornada médica de oftalmología.