Y sucedió que, cuando estaba haciendo oración, se hallaban con Él
los discípulos (Lc 9, 18).
¿Cómo rezabas, Jesús? O más bien ¿cómo rezas? Digo como rezas porque
si rezar es hablar con Dios, lo tuyo es un chat permanente con el Padre y con
el Espíritu Santo. Pero cuando estabas en la tierra con tu cuerpo mortal debía
ser impresionante: ¡ayúdame a rezar! Porque a veces se me olvida, o me pongo a
pensar en vez de hablar contigo, o con el Padre o con el Espíritu Santo, o con
tu Madre –que es también madre mía–. Otras veces retraso el momento, porque sé
que Tú siempre estás ahí esperándome y soy un abusivo.
Pide
perdón a Dios por tus descuidos en la oración.
Él les dijo: Y vosotros ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Pedro
dijo: El Cristo de Dios (Lc 9, 20).
Con la boca lo digo, Jesús, cuando rezo el Credo y en mi oración
también te lo digo muchas veces: Jesucristo, Jesús el Cristo, el ungido de
Dios Padre, su Unigénito. Con la boca y con el corazón, pero tantas veces,
Jesús, con las obras no. Y es que seguirte cuesta, y Tú me contestas: –a mí
también me costaba ir a la Cruz por ti, para salvarte, por eso me fui al Monte
de los Olivos y me puse a rezar: “no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22,
42). Que aprenda a decir “¡Señor mío y Dios mío!” (Jn 20, 28) con mi
comportamiento.
Sigue
pidiéndole que te haga muy coherente.
Propósito: Rezar bien y que se note luego.