lunes, 8 de abril de 2019

Revestirme con las armas de la luz


La noche está avanzada, el día está cerca. Abandonemos, por tanto, las obras de las tinieblas, y revistámonos con las armas de la luz (Rm 13,12).
Hay una película: Lady Halcón que cuenta la triste historia de unos enamorados. Por una maldición están condenados a estar siempre juntos, pero nunca podrán verse. Durante el día “ella” adquiere la forma de un halcón, y al llegar la noche “él” se transforma en un peligroso lobo en compañía de una misteriosa dama. Es la luz del día o la ausencia de luz de la noche lo que marca el cambio. Jesús, pensaba en eso de las armas de la luz. Es tu gracia lo que me cambia: Paso de hombre-lobo a hijo de Dios. Eso sí que es una transformación.
Pide a Jesús que no quieres ser hombre-lobo.
Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinie­blas, sino que tendrá la luz de la vida (Jn 8,12).
En la película el halcón (ella) es atravesado por una flecha, y para salvarla la llevan a un mago, que vive en una torre. Los malvados descubren el sitio y van a por ella. Es de noche y la chica intenta salvarse subiendo a lo más alto. No tiene escapatoria, solo precipitarse al vacío…, pero en ese momento sale el primer rayo de sol y en plena caída se transforma en halcón, que majestuosamente emprende el vuelo y se salva. Jesús, así haces con nosotros cuando te pedimos perdón en la Confesión, nos transformas.
¿Por qué no me confieso más seguido?
Propósito: Con la Gracia de la Confesión, volar muy alto.