Un hombre rico tuvo
una gran cosecha. (...) Y se dijo a sí mismo: «Hombre, tienes bienes acumulados
para muchos años: túmbate, come, bebe y date buena vida» (Lc 12, 16.19).
Jesús, el padre de mi amigo tiene un cochazo, un BMW último
modelo. Sabes, cuando lo lava, utiliza botellas de agua mineral para, dice él,
no rayar la pintura. Creo que se pasa un pelín. Lo que en el fondo le pasa es
que en él se cumple aquello de Donde está tu tesoro allí estará tu corazón. Por
eso me recuerda al hombre de la parábola. Se ha hecho esclavo de sus bienes y
aunque se diga túmbate, come, bebe y date buena vida, no es capaz, pues siempre
querrá tener más y más y más… ¡Qué agobio!
No
dejarme esclavizar por los videojuegos, internet, móvil y demás.
Pero Dios le dijo:
«Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién
será?» Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios (Lc
12,20).
Como aquella señora sorda que preguntó en el funeral si el difunto
había dejado mucho... ?Todo, señora; lo ha dejado todo. Y entonces ¿de qué
sirve acumular tantas riquezas? Jesús, solo merece la pena invertir en Bonos
del Tesoro, pero del Tesoro en el Reino de los Cielos Amontonad en cambio
tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre corroen, y donde los
ladrones no socavan ni roban. Porque donde está tu tesoro allí estará tu
corazón (Mt 6, 20-21). ¡Merece la pena!
Jesús,
te nombro mi asesor financiero. ¡Máxima rentabilidad!
Propósito: no ser tan angustias.