Cumplidos
los días de la purificación de la madre según la Ley de Moisés, llevaron al
Niño a Jerusalén para presentarlo al Señor (Lc 2, 22)
Hoy,
Madre, vengo a ti para aprender y pedir. Como vengo a aprender me voy a sentar
en un rincón de tu casa y te miro. ¡Qué bonita eres, María! Y qué sencilla. Me
enamoro de ti y aprendo que la verdadera belleza es la que sale del corazón.
También a pedir. Te miro a los ojos y te pido: vísteme con los vestidos de la
pureza. Yo necesito cubrir mi corazón y mi vida de esa pureza que tú me darás.
Dame el vestido del pudor para no mostrar salvajemente mi intimidad. Enséñame
con la modestia a no querer llamar la atención a cualquier precio y saber
comportarme como un hijo de Dios. Haz que no descubra mi cuerpo a los ojos
curiosos de quien no conoce el amor verdadero.
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Pide a María cada noche la pureza de corazón rezando las Tres Avemarías y de
rodillas.
Yo
soy la madre del amor hermoso, del temor, del conocimiento y de la santa
esperanza (Eclo 24,24)
Te
pido la pureza en mis pensamientos, en mis ojos, en mis miradas, en mis
palabras. Te miro y me enamoro de ti. ¡Te saludo, llena de Gracia! Te saludo
llena de amor, hermosa sobre todas las mujeres, alegría de la Creación, Madre
del amor hermoso. Me acostumbraré a recitar con frecuencia el “Bendita sea tu
pureza”.
►
Termina pidiendo el don de la Santa Pureza para ti y los tuyos.
Propósito: Bendita
sea tu pureza…