domingo, 3 de enero de 2016

Alma, calma

Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque anda­ban como oveja sin pastor, y se puso a enseñarles con calma (Mc 6, 34).
Jesús, ¡ay que depre! Vaya bajón esta mañana al despertarme, pensar en que sólo me quedan unos diez días más de vacaciones. Si alguna vez me pongo triste, sé cuál es el remedio: acudir a ti. Jesús vio una multitud y le dio lástima. Me viste, nos viste y comenzó la fiesta: Hicieron recostar a la gente sobre la hierba en grupos y nos diste de comer Partió los pa­nes y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran. Por eso la Misa y el Sagrario son mi quitapenas. Quiero alimentarme del Pan de Vida y después, cuando te tenga dentro, te daré gracias por lo bien que me lo he pasado esta Navidades.
¿El mejor antidepresivo?: La comunión frecuente. Hoy lo necesito…
Y se puso a enseñarles con calma (Mc 6, 34).
Esto va por los profesores. Es que ¿nunca han sido alumnos? ¿Tan lejos les queda su infancia? Nada de exámenes de nivelación a la vuelta… Eso es de mal gusto y va contra los derechos humanos (los alumnos también somos humanos). Fue lo que hizo Jesús: enseñarles con calma, con calma, con calma, con mucha calma. ¡A ver quiénes me tocan este año! Ayúdales, Señor, porque a veces la culpa es mía y de mis aleros molestando.
Agradece a Jesús los profesores tan buenos que tendrás y terminas.

Propósito: rezar por los profes.