Unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntado
¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su
estrella y venimos a adorarlo (Mt 2, 1-12).
Jesús, qué sorpresa la que se llevaron
María y José al ver a aquellos Magos; y más sorpresa cuando les dieron oro
–como Rey–, incienso –como Dios– y mirra –como hombre mortal–. Pero los Magos
salieron ganando porque vieron al Niño y lo adoraron. Los Magos encontraron al
Niño-Dios porque cuando perdieron la estrella, preguntaron… Jesús, que no me dé
pena preguntar cómo encontrarte cuando ando perdido… ahora estoy contigo en el
Nacimiento y voy a mover un poco a los Reyes para que no se pierdan.
Jesús,
no quiero perderte, que no me dé pena preguntar.
Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en
la casa, vieron al Niño con María, su madre y cayendo de rodillas le adoraron;
después, abriendo sus cofres le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra (Mt
2, 1-12).
Los Reyes le hicieron sus regalos de
Navidad al Niño, pero Él les tenía guardados regalos para ellos desde el 25:
—Melchor ¿qué te trajo Santa Claus?: Una estrella juguetona, un Niño que es
Dios y una Madre de verdad. —Vaya, lo mismo que a mí. —Y a mí también, replicó
Baltasar. Jesús, Tú y tu Madre son el mejor regalo para la humanidad.
Pásate
el día jugando con tus regalos de navidad… y con el Niño Dios.
Propósito:
Pedir rosca de reyes.