domingo, 7 de febrero de 2016

Duc in altum!, ¡Mar adentro!

Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando aca­bó de hablar, dijo a Simón: —¡Rema mar adentro! (Duc in altum!) (Lc 5,3-4).
Jesús, la brisa de aquella tarde era una delicia. Todos, apretados en la orilla del lago, embelesados, no perdían Palabra. ¡Qué buena idea la de subirte a la barca de Pedro! La gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la Palabra de Dios (Lc 5,1-11). ¡Y qué bien oían! Hasta que llegó aquel Duc in altum!, ¡Rema mar adentro! San Juan Pablo II lo cogió al vuelo: Duc in altum! donde el mar es más profundo, donde el misterio del amor de Dios abre delante de vosotros espacios maravillosos, que no bastará una entera vida para explorar” (9.VI.01). Jesús quiero adentrar­me en el mar “inabarcable” del Amor de Dios.
Dile a Jesús que quieres ser explorador del “Mar del Amor de Dios”
¡Rema mar adentro y echad las redes para pescar! Simón contestó: Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las re­des (Lc 5, 4-5).
Pedro era el “experto”; si de algo sabía era de peces y pesca: ¿cómo pescar de día? Pero, por tu palabra, echaré las redes. Confío en Jesús y vino el milagro. Jesús, yo, a veces confío, más en mi mismo, de mi cri­terio que de Ti. Pero como San Pedro me meteré mar adentro en la vida interior y echaré las redes en el apostolado.
Sueña con “pescas milagrosas” y terminas

Propósito: remar mar adentro.