Jesús, adivinando lo que pensaban, tomó
de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: «El que acoge a este niño
en mi nombre me acoge a mí; y el que acoge a mí acoge al que me ha enviado» (Lc
9, 47-48).
¿Quién sería ese niño
tan afortunado? Podía ser la hija de Jairo, tan contenta, o el avispado chico
de los panes y los peces, o uno despistado que pasaba por allí, o yo… ¿Por qué
no? Jesús, entonces me coges de la mano, me la aprietas, sonríes y me dices
bajito: —Vamos a darle un susto a estos. El que acoge a este niño en mi nombre
me acoge a mí. Jesús, pienso en los niños no nacidos y me dan ganas de llorar…
¿Por qué no los acogen? Es horrible, matar a esos niños es como matarte a ti.
¿Tú acoges también a esos niños abortados? —Pues claro, tan pequeñitos que son,
serán pues, muy grandes en el cielo y además desde allí intercederán por sus
padres.
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Santos niños inocentes, no nacidos, interceded también por mí.
El más pequeño de vosotros es el más
importante (Lc 9,49).
Hoy la Iglesia celebra
a una gran santa: Santa Teresa del Niño Jesús o Santa Teresa de Lisiaux o Santa
Teresita. Tan grande y tan pequeña. Ella supo hacerse pequeña, muy pequeña,
para que Dios la pudiera coger en sus brazos y entonces, se hizo muy grande. No
podemos olvidar que como decía el poeta: lo más grande que podemos hacer en la
tierra es ser hacedores de cosas pequeñas.
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Pide a Jesús hacerte más pequeño y a ver si te coge de la mano
Propósito: lavarme más a ver si
encojo.