Pero Él replicó: Bienaventurados más bien
los que escuchan la palabra de Dios y la guardan (Lc 11, 28).
Jesús, me hace gracia
cuando en la radio ahora dicen eso de radio-escuchantes y ya no usan el término
radio-oyentes. Quizá se han dado cuenta de que una cosa es escuchar, poner
atención, y otra oír, que es más pasivo: por un oído me entra y por otro me
sale. Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios. Y, yo,
Jesús en la oración ¿qué hago? ¿Te oigo o te escucho?. Tú, Jesús, me dices las
cosas claras, a veces muy claras, clarísimas, demasiado claras, pero… no me doy
por enterado. No hay peor sordo que el que no quiere escuchar. ¡Abuelo el
audífono! Voy a ponerme un audífono en el alma para escucharte siempre.
►
Dile a Jesús que quieres ser su escuchante: Jesús, estoy a la escucha.
Después de la adoración de los Pastores,
María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón (Lc 2,19).
Tras encontrar al Niño
perdido tres días en el Templo de Jerusalén, Su Madre guardaba todas estas
cosas en su corazón (Lc 11, 51). Nuestra Madre no sólo escucha la palabra de
Dios, sino que también la atesoraba, la guardaba: Bienaventurados más bien los
que escuchan la palabra de Dios y la guardan (Lc 11, 28). Escuchar, guardar,
atesorar, acaudalar, considerar, custodiar, meditar, rumiar, masticar…lo que
Jesús me diga.
►
Dile también a Jesús que quieres enriquecerte, atesorar sus palabras.
Propósito: estar a la
escucha.