Se presentaron algunos a contar a Jesús
lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que
ofrecían. Jesús les contestó: ¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que
los demás galileos porque acabaron así? (…)
Jesús, me da alegría
comprobar que estabas al día. Aquello de la torre y lo de los galileos
asesinados era el tema de conversación de todos. No estabas al margen de los
acontecimientos de tus contemporáneos, como ahora tampoco estás al margen de lo
que sucede: la liga de fútbol, la moda…
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Comenta con Jesús la noticia del día, lo que más te haya impresionado; también
puede ser de fútbol.
¿Pensáis que eran más culpables que los
demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no (Lc 13, 4).
Jesús, ¿por qué existe
el mal? ¿Por qué mueren niños inocentes? Si eres todopoderoso, ¿por qué no nos
ahorras tanto sufrimiento, tanto dolor?... Es un misterio. La explicación debe
ser parecida, digo yo, a cuando llevamos a mi hermano al pediatra. Nada más ver
la bata blanca se pone a llorar pues sabe lo que le espera: ¡otra vacuna! Por
mucho que se le diga que el médico es bueno, patatín patatán, no lo entiende.
No lo puede entender. ¿No será, Jesús, que de vez en cuando me pones una
vacuna?
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Jesús, que no te eche la culpa de todo lo malo que pasa.
Propósito: no reclamarle a
Jesús.