viernes, 16 de octubre de 2020

No tengáis miedo

 

A vosotros, amigos míos, os digo: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden hacer nada más (Lc 12, 4).

Jesús, a mí, lo que más miedo me da, son las arañas, los tiburones, los perros grandes y la oscuridad. Me pasa como aquel niño pequeño al que preguntan: - ¿Ya rezas?; - Sí, por la noche. - ¿Y por la mañana no? - No; por la mañana no tengo miedo... También me da miedo perder el autobús, perder a los amigos, suspender… Vamos, que soy un miedo­so. ¿Sabes lo que hago cuando tengo miedo?: me agarro fuerte de la mano de mis papás y se me pasa. Jesús, esto lo he aprendido de Ti: cuando en el Huerto de los Olivos sentías aquella angustia, aquel miedo tan terrible, entonces acudiste a tu Padre: ¡Abba, Padre! Le llamabas papá, papaíto y se te pasó el miedo.

Y a ti ¿qué te da miedo? Díselo a Jesús. Es el mejor quitamiedos.

¡Soy yo, no tengáis miedo! (Mc 6, 46).

Jesús, perdona la tontería, pero a veces… te tengo miedo. Me pasa como a los apóstoles en medio de la tormenta del lago cuando an­dabas sobre las aguas. Te confundieron con un fantasma y se pusie­ron a gritar. Por eso nos decía el Papa Benedito XVI: ―¡No tengáis de miedo de Cristo! ¡Él no quita nada y lo da todo! ¿Te imaginas un ham­briento con miedo a comer, o un sediento con miedo a beber, o un enfermo con miedo a tomar la medicina? Pues eso. Deja que Jesús suba a tu barca y no hay tempestad que se le resista. Jesús, ¡que no tenga miedo!, ¡qué solo tenga miedo a perderte!

Dile a Jesús que te quite los miedos.

Propósito: ser más valiente.