domingo, 23 de septiembre de 2012

Dejar, sin ser dejado


Una vez en casa, les preguntó: –«¿De qué discutíais por el camino?» Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante (Mc 9, 33-34).
Jesús, esa discusión de tus discípulos me recuerda los pleitos que a veces tenemos en el carro con mis hermanos. Tiene que ver con quién se sienta adelante. Me debería de dar igual, lo sé. Pero ir adelante implica tener el control del radio y elegir la música. Si no, le toca a uno ir con audífonos como si no tuviera familia. Cuando estamos en esas, intento llevar la discusión a términos tan absurdos como, por ejemplo, que el que debería ir adelante es el que tiene mejor gusto musical: es decir, yo. ¿Será posible que sea tan egoísta?
·         Ser generoso es oír la música que le gusta a tus hermanos.
Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: –«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.» (Mc 9, 35).
Me emociono al verte así de cariñoso, Jesús. Otro les hubiera pegado una buena gritada a los apóstoles. Tú, en cambio, los reúnes, y les explicas con cariño las cosas. Ayúdame a mí también, Jesús. Quiero entender que no es ni más listo ni mejor el que “sale ganando”, a base de hacer de menos a los demás. No es más listo el que se sirve primero y agarra el pedazo más grande; ni el que corre más y se logra sentar adelante en el carro.
·         Dejarle lo mejor a otro. Ser el último. Eso sí quiere ganas.
Propósito: Aprenderme los gustos de mis hermanos.