Salió el sembrador a sembrar su semilla; y al
sembrar, parte cayó junto al camino (...), parte cayó sobre terreno rocoso
(...) parte cayó en medio de las espinas (...) y parte cayó en la tierra buena
(Lc 8, 5-8).
Jesús
mío, enséñame a recibir bien tu semilla, aunque ahora ya no haya casi nadie que
quiera ser agricultor, yo sí quiero serlo. Mi abuelo me cuenta cómo se cultiva
la milpa, o cómo es el trabajo de la zafra (caña de azúcar)… Y cómo pasan
pendientes del clima para la cosecha… Yo he de sembrar como cristiano, con mi
ejemplo, con mi palabra, con mi amistad…, recordando una obligación, desviando
una mala plática hacia el fut y luego jalando las orejas, con cariño, al que la
empezó. Pero Jesús, que lo haga siempre, aunque no encuentre respuesta, aunque
no vea el fruto.
·
Examina con Jesús si eres un buen agricultor de tu
alma y de las almas de tus amigos.
La que cayó en tierra buena son los que oyen la
palabra con un corazón bueno y generoso, la conservan y dan fruto mediante la
paciencia (Lc 8, 15).
Quiero,
Jesús, ser tierra buena… soy buena tierra desde que me bautizaron; pero el
pecado la convierte en mala, luego llegas Tú y me purificas –Penitencia– y me
abonas y nutres con tu Palabra y con tu Pan –Eucaristía–. Sé que la Misa dura
un rato, y la Comunión unos minutos, pero ayúdame Jesús a que la Misa sea el
riego de un corazón bueno y generoso, que dé fruto sin cansarme.
·
Analiza con el Señor cómo aprovechas el riego de la
gracia.
Propósito: Sembrar hoy en el alma de los amigos.