domingo, 17 de febrero de 2013

Dichosos los que lloran


Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis (Luc 6,21).
Jesús, qué difícil de entender ese Dichosos los que lloran. ¿No es contradictorio? Me ayudó a comprender lo que cuenta el libro Réquiem por Nagasaki. El Dr. Nagai sobrevivió a la explosión nuclear pero había perdido a su esposa. Ahora le preocupaba su pequeña hija Kayano que nunca lloraba. La veía, mientras el sol se hundía y empezaba a oscurecer, mirando fijamente la desolación nuclear, mordiéndose el labio inferior. Nagai vio tropezar a Kayano unas cuantas veces y cortarse en las rodillas. Esta se limpiaba despacio la sangre con su dedo, pero nunca lloraba.
·        Dale gracias a Jesús por tu familia: repasa la lista uno a uno.
Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados.
El Dr. Nagai se puso a escribir una consideración en un libro que esperaba pudiera leer ella algún día. Querida Kayano: nuestra infancia es feliz porque podemos llorar. Sabemos que si lloramos nuestra madre vendrá y nos consolará. A veces, Kayano, desde que murió tu madre, quise sollozar a gritos. Pero una persona mayor no puede hacer eso; sólo un niño que tiene madre puede hacerlo. El único que tiene la respuesta completa dijo: Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados (Mt 5,4). Tú puedes llorar siempre que quieras delante de Él y tu llanto será escuchado. Jesús, que a gusto se llora sabiendo que tú siempre estarás para consolarme.
·        Cuéntale a Jesús alguna pena que tengas.
Propósito: llorar a moco tendido.