Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis (Luc 6,21).
Jesús, qué difícil de entender ese Dichosos los que lloran.
¿No es contradictorio? Me ayudó a comprender lo que cuenta el libro Réquiem
por Nagasaki. El Dr. Nagai sobrevivió a la explosión nuclear pero había
perdido a su esposa. Ahora le preocupaba su pequeña hija Kayano que nunca
lloraba. La veía, mientras el sol se hundía y empezaba a oscurecer, mirando fijamente
la desolación nuclear, mordiéndose el labio inferior. Nagai vio tropezar a
Kayano unas cuantas veces y cortarse en las rodillas. Esta se limpiaba despacio
la sangre con su dedo, pero nunca lloraba.
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Dale gracias a Jesús
por tu familia: repasa la lista uno a uno.
Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados.
El Dr. Nagai se puso a escribir una consideración en un libro
que esperaba pudiera leer ella algún día. Querida Kayano: nuestra infancia
es feliz porque podemos llorar. Sabemos que si lloramos nuestra madre vendrá y
nos consolará. A veces, Kayano, desde que murió tu madre, quise sollozar a
gritos. Pero una persona mayor no puede hacer eso; sólo un niño que tiene madre
puede hacerlo. El único que tiene la respuesta completa dijo: Bienaventurados
los que lloran porque ellos serán consolados (Mt 5,4). Tú puedes llorar
siempre que quieras delante de Él y tu llanto será escuchado. Jesús, que a
gusto se llora sabiendo que tú siempre estarás para consolarme.
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Cuéntale a Jesús
alguna pena que tengas.
Propósito: llorar
a moco tendido.